El Chef de la Política
Cuñados
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Hermano del cónyuge de una persona. Cónyuge del hermano de una persona. Un pariente cercano, diríamos. Un cuasi ñaño, en el argot en que nos entendemos.
El que todo lo sabe del otro y en quien el otro confía. Lo que hace el uno, el otro lo registra. Lo que el uno oculta, el otro lo salvaguarda.
Ser cuñados es ser casi un espejo. Es jugarse sin beneficio de inventario. Es estar en todas. Ser cuñado es, hablando en difícil, una relación marcada por un conjunto de lealtades y códigos de conducta en los que la confianza es el bien supremo y la duda no cabe. Mucho menos la traición.
El uno se entrega por el otro y se las juega hasta las últimas consecuencias. A diferencia de las mafias, en las que la cooperación y coordinación es de alta intensidad, pero en ocasiones se lastima por razones propias del giro del negocio, entre cuñados eso no sucede.
El vínculo es aún más fuerte que los avatares de la vida. Por eso el castigo, que es la forma de mantener firme las jerarquías y afianzar las lealtades entre los grupos criminales ante cualquier atisbo de traición, entre cuñados ni siquiera se contempla como una opción.
Pero no siempre la relación de los cuñados es tan cercana. Hay casos en los que el vínculo está, pero sin que de allí se derive un lazo indisoluble entre las partes. Existe apoyo, solidaridad y mutuas concesiones, pero con límites.
No todo lo que hace el uno el otro lo conoce y viceversa. Y cuando llega el momento de marcar distancias, ahí se presentan las discrepancias, acaso la crisis familiar.
Casos más extremos se presentan, desde luego. Hay cuñados que se llevan tan mal que no dudarían en ponerse la zancadilla mutuamente. Hay cuñados, por tanto, que cuando el uno habla del otro ese es el mejor referente de que allí se esconde una falsedad.
Pero la animadversión entre cuñados no siempre está desde el inicio. En ocasiones una gran relación se marchita a lo largo del camino.
En fin, hay tanto para decir sobre los llamados hermanos políticos, para bien y también para mal, como en el caso del nefasto Julián, el cuñado de 'Catedrales', la brillante novela de Claudia Piñeiro.
Viendo el lado positivo de los cuñados, cuando a las lealtades sin límites se suma una relación de décadas, ahí hay un ingrediente que no se puede desdeñar y que afianza aún más el vínculo. En esos casos, ya no es posible luego decir que no se sabía de algo o de alguien.
Es imposible desconocer lo que el uno hacía o deshacía. Es poco creíble argumentar que no se tenía idea de lo ocurrido.
Cuando el cuñado está en la cresta de la ola, es el momento de asumir la gloria como propia. Cuando está en el barranco, es el momento de ayudar a sobrellevar el mal momento. Y cuando el cuñado está envuelto en casos de corrupción, es el momento de llevar a cuestas parte de la responsabilidad.
Una responsabilidad estoica, fuerte, ecuánime ante la desgracia del cuñado. Desgracia que, al fin y al cabo, es desgracia propia.
Por eso es que mientras no existen pruebas fehacientes de lo bueno y lo malo de los cuñados no se puede decir nada más al respecto. Nada más allá de saber y conocer que entre ellos, entre los cuñados, no hay nada oculto y nada que no se conozcan mutuamente.
Si con el paso de los días el mal tiempo llega a uno, el otro no tendrá otra opción que tomar como suya parte de la culpa. Esa es la obligación moral que se tienen entre sí los buenos cuñados. Si con el paso del tiempo nada hay que reprochar a los cuñados, ahí vendrá el momento de juzgar a los que ahora ponen en duda el sacrosanto vínculo.
Sin embargo, hay que tener presente que cuando esa duda surge en el manejo de lo público, lo que hace el cuñado no solo puede derivar en una grieta en la relación familiar de décadas sino que puede escalar hasta conseguir lo que le ha sido esquivo a la revuelta popular o a los acuerdos políticos.
Esperar, ahora solo queda esperar. Del lado de los cuñados se ha dicho todo. Del otro lado aún restaría mucho por saber. El país está expectante.