Dato y Relato
¿Podrán por fin acercarse Europa y América Latina?
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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América Latina y Europa tienen muchos vínculos históricos, culturales y de amistad. Sin embargo, en la última década, las relaciones a nivel político han estado bastante estancadas, con indiferencia e incluso con algunos episodios de tensión.
La última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) y la Unión Europea (UE) fue hace mucho tiempo, en 2015. Desde entonces, las regiones se han mirado de espaldas y han estado enfocadas en sus propios problemas internos.
Como en muchos matrimonios, se darán otra oportunidad para acercarse el 17 y 18 de julio próximos, en la cumbre UE-CELAC en Bruselas. España ostentará la presidencia rotatoria del Consejo de la UE y está empeñada en renovar una alianza estratégica entre las regiones.
En preparación a la cumbre, la Fundación UE-ALC, el Servicio Europeo de Acción Exterior y la Agencia Española de cooperación internacional, AECID, organizaron en Cartagena un diálogo de alto nivel con la participación del presidente de la Comisión Europea y Alto Comisionado para las Relaciones Externas y Seguridad, Josep Borrell, y un grupo de autoridades y expertos en política internacional.
Tuve el privilegio de asistir a esta reunión. Mi impresión es que hay mucho entusiasmo y conciencia de los retos y oportunidades que brinda estrechar la alianza entre las regiones, pero que el camino no es fácil.
Para empezar, es complejo aliarse con socios que tienen trayectorias divergentes.
Latinoamérica ha venido rezagándose frente a Europa. A inicios de los 80, el PIB per cápita de la región equivalía al 50% del PIB per cápita europeo. Actualmente, ha caído a tan solo 34%. En términos económicos, nos hemos venido alejando.
Además, la realidad es muy heterogénea entre países latinoamericanos. Por un lado, tenemos a Chile, Panamá o Trinidad & Tobago con PIB per cápita promedio de USD 18.400, y otros como Haití, Nicaragua y Honduras, con un promedio de USD 2.680, es decir, casi siete veces menor.
Y también es muy desigual al interior de los países. El ingreso per cápita del departamento del Chocó en Colombia, por ejemplo, es igual al ingreso per cápita de la República de Ghana, en África.
En contraste, a menos de 600 km de distancia del Chocó, Bogotá tiene un ingreso per cápita comparable al de Latvia, en Europa.
A corto plazo, las perspectivas no son halagadoras, ni para América Latina, ni para Europa. ALC fue la región más golpeada por la pandemia y la que más lentamente se está recuperando. Por su parte, Europa está aquejada por la inflación, la amenaza de la recesión y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Para este año, se espera que ALC crezca al 1,6%, apenas un tercio del crecimiento de países emergentes, en especial del Asia. Europa tan solo crecería en 0,8%, es decir, la mitad que ALC, y sería el más bajo en el mundo.
Latinoamérica ha caído en la trampa de los ingresos medios, un continente sánduche, que no logra dar el salto a ser desarrollado.
Es dependiente de exportaciones primarias y sufre la llamada "maldición de los recursos naturales", con mayor volatilidad macroeconómica, y tendencias a mayor corrupción y debilidad institucional.
La pobreza aumentó de 29,8% en 2018 a 32,3% en 2021: retrocedió más de una década en avances sociales. Varios países centroamericanos están rondando niveles de pobreza de 60%.
Y no solamente la pobreza empeoró. También la desigualdad. El 1% latinoamericano más rico concentra el 21% de la riqueza total, mientras que el 40% más pobre apenas tiene el 15%. En promedio, significa 56 veces más.
Es la región con mayor desigualdad y menor movilidad. En Brasil, por ejemplo, si naciste en un hogar pobre, solamente tienes una probabilidad de 39% de salir de la pobreza.
No es sorprendente que, en estas circunstancias, la violencia e inseguridad se hayan convertido en la primera preocupación de los latinoamericanos.
Pese al estereotipo de ser países de siesta y fiesta, la región no la está pasando bien y ya no está tan satisfecha con su calidad de vida. Hace menos de dos décadas, era la tercera región más feliz del mundo. Actualmente, cayó a la quinta posición.
Para enfrentar los problemas sociales y de lento crecimiento, ALC apostó por una mayor integración a la economía global. La tendencia era muy prometedora.
A inicios de los 80, por ejemplo, la apertura comercial mundial no llegaba a 30% del PIB global. En el pico de la globalización, llegó a casi 60% del PIB.
Este fenómeno abrió muchas oportunidades para América Latina. Hubo quejas en contra de la globalización, pero la fragmentación y conflictos geopolíticos actuales, podrían desatar una tendencia a la desglobalización, con menores flujos comerciales, financieros y de personas.
De acuerdo con el FMI, el producto global podría caer hasta 7%, y en algunos países entre 8% y 12%, dependiendo de la gravedad de los conflictos y los costos de ajuste. Paradójicamente, la región podría echar de menos los buenos tiempos de la globalización.
Una mayor integración con Europa debería ayudar a aprovechar las oportunidades económicas y sociales en las dos regiones. El éxito de la cumbre dependerá de priorizar los temas que nos unen y que arrojen resultados concretos para sus ciudadanos.
En algunos, como la guerra entre Rusia y Ucrania, hay divergencia de opiniones. En otros, como la situación de Haití, hay consenso en su importancia, pero poca capacidad de incidencia. Es probable que exista alguna mención a ellos, pero la agenda sustantiva deberá centrarse en otros temas.
Para recalibrar la alianza estratégica birregional, se requerirán avances concretos en comercio, migración e inversión, y propuestas para enfrentar conjuntamente los desafíos globales de la crisis climática, la seguridad y el crimen transnacional.
Como ejemplos, sería deseable escuchar anuncios precisos de mayor financiamiento al desarrollo, apoyo a la capitalización de los bancos regionales como el BID y la CAF, y el fortalecimiento de la red de seguridad financiera regional a través de instituciones como el FLAR.
Además de los esfuerzos que están haciendo la UE y España para que esta reunión sea exitosa, el rol de Brasil y Colombia puede ser clave para aglutinar los nuevos liderazgos en América Latina y hacer de esta cumbre un reinicio efectivo de las relaciones transcontinentales.