Un gran cascarón vacío
Ecologista. Líder global en acción climática. PhD en políticas públicas de Ohio State University.
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Ha culminado la Conferencia de Cambio Climático en Dubai. El gran resultado es un cascarón vacío que poco suma a la urgente necesidad de reducir el 50% de emisiones globales antes de finalizar esta década, según el Acuerdo de París logrado en 2015.
El resultado
El documento adoptado incluye tres elementos centrales:
- Transitar al abandono del uso de los combustibles fósiles en sistemas energéticos.
- Acelerar reducciones estructurales, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero, incluido a través de, triplicar la capacidad de energía renovable y duplicar la tasa media anual mundial de mejoras en la eficiencia energética para 2030.
- La creación de un nuevo fondo para pérdidas y daños que permita reparar el impacto causado por la contaminación ilimitada del norte global sobre los países en desarrollo.
El gran ausente: compromisos adicionales y ambiciosos de medios para financiar la implementación de estos acuerdos.
Relevante para Ecuador, es también el acuerdo de eliminar gradualmente, lo antes posible, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que no abordan la pobreza energética ni las transiciones justas.
Este elemento es clave porque se convierte en mandato para los multilaterales y será parte de las condicionalidades para acceder a nuevos recursos para financiar el presupuesto de la nación.
Opinión
Estos elementos en su conjunto marcan un hito sin precedente. Para los amantes del pragmatismo, reflejará, además, lo políticamente viable y deseable al realizar una reunión en un país petrolero que ha comprometido transitar de la economía petrolera y extraer su último barril en 2050.
Sin embargo, se trata de un paso adelante pero insuficiente.
Durante la reunión en Dubai se presentó el resultado del proceso de balance global -establecido en 2015 como elemento central para permitir escalar la ambición a través de revisiones progresivas de las acciones ejecutadas por los países para cumplir los compromisos escogidos a la carta de forma individual.
Este proceso ha confirmado que este enfoque ascendente que reemplazó las metas vinculantes que se usaron en el Protocolo de Kioto, que obligaban a países a cumplir reducciones para en agregado lograr una meta global, y el “mecanismo de trinquete” que asocia incrementar reducciones de forma progresiva a la carta, son inconsistentes con la necesidad científica de estabilizar el aumento de temperaturas en 1.5 C sobre el promedio histórico.
Simplemente, la velocidad y la ambición de las reducciones bajo el sistema establecido por el Acuerdo de París no estarán a la altura de las fuerzas e impactos climáticos. Esto resultará en una mayor deuda para los países en desarrollo y en la inviabilidad de implementar esfuerzos de transición.
La comunidad internacional necesita un acuerdo jurídicamente vinculante con mayor responsabilidad y cumplimiento, como lo propone el Papa Francisco. Es hora de democratizar las decisiones a escala nacional y preguntar a los ciudadanos cómo les gustaría abordar su contribución y transición climática.
Ecuador da un gran ejemplo con el reciente referéndum y la decisión de no extraer petróleo en Yasuní. Sin embargo, hasta ahora no ha recibido ninguna señal de respaldo financiero del norte global ni algún esfuerzo concertado por gobierno para lograrlo. Con la pesada carga de la deuda y el pago de sus intereses, Ecuador, como país productor de petróleo, requiere un gran flujo de recursos de inversión fresca para descarbonizarse.
Esta situación se repite en la mayoría de los países en desarrollo. Por lo tanto, cualquier acuerdo internacional legalmente vinculante debería tener una resolución clara sobre la creciente deuda en el sur global para que proporcione una señal real de compromiso que permita eliminar gradualmente los combustibles fósiles y proporcionar los medios de implementación necesarios.
La teoría económica confirma que sólo si el financiamiento climático se entrega a escala, reemplazará la necesidad de tener un impuesto global al carbono para financiar la transición desde los combustibles fósiles y acelerar la entrada de energías renovables.
A diferencia de los instrumentos de deuda, el mercado voluntario de carbono ofrece la oportunidad de movilizar financiación privada a escala para financiar proyectos que de otro modo no se llevarían a cabo como de energía renovable o de eficiencia energética en industria. Ecuador, sin embargo, sistemáticamente se ha prohibido el acceso a estas fuentes de recursos y ha preferido sumergirse en deuda vinculada a subsidios.
El cascarón vacío que nos queda de Dubai marca el fin de la industria petrolera. 2024 ofrece una gran oportunidad para el nuevo gobierno de accionar una gestión concertada para posicionar el compromiso nacional a la descarbonización reflejado en el Yasuní y movilizar recursos necesarios en el presupuesto nacional para lograr un acuerdo nacional que permita impulsar la bioeconomía y adaptar los sectores más vulnerables de la población.
De igual forma, es impostergable habilitar el acceso a financiamiento internacional privado a través de los mercados de carbono que permita a la industria nacional adaptarse a sus nuevos retos, generando empleos y crecimiento económico sostenible al tiempo de confrontar la ineludible remoción de subsidios a combustibles.