Economía y Desarrollo
La COP26 exige decisiones que han sido postergadas por mucho tiempo
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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El último reporte del panel intergubernamental de cambio climático muestra que en los próximos 20 años se alcanzaría o sobrepasaría el calentamiento de 1,5 grados centígrados sobre el nivel preindustrial, lo que implicaría olas de calor más frecuentes, más fuertes y más precipitaciones e inundaciones y sequías agrícolas.
Con este antecedente se preparara la Conferencia de cambio Climático (COP26), que se realizara en Glasgow entre el 31 de octubre y 12 de noviembre.
Son 26 años buscando soluciones a una urgencia climática. Mucho se ha dicho, pero poco se ha hecho, y ese es el principal desafío de una crisis global: hacer realidad los discursos de los representantes de los Estados, para enfrentar los intereses económicos transnacionales que impiden la transformación productiva y de consumo que se requiere.
Un elemento central en la búsqueda de soluciones al cambio climático es el de 'responsabilidades compartidas pero diferenciadas'. Esto, debido a que China, Estados Unidos, la Unión Europea, India, Rusia y Japón concentran más del 65% de las emisiones de CO2.
Es así como en el centro de las negociaciones se requiere que estos países pasen a generar emisiones netas negativas (retirando CO2 de la atmósfera), pero además que permitan e impulsen mediante preferencias comerciales, financieras y de acceso a tecnología en favor de países en vías de desarrollo el cierre de brechas de productividad para facilitar una transición económica y energética global.
Sin embargo, se debe cuidar que la idea de responsabilidades diferenciadas no sea abusada por élites en países en vías de desarrollo para ampliar modelos extractivos; y que la premisa de responsabilidades globales no se use para esconder agendas de liberalización económica.
Ecuador es un ejemplo de este doble abuso, cuando dice eliminar el subsidio a ciertos combustibles como medida ambiental, al tiempo que establece duplicar la extracción de petróleo y cuadruplicar la exportación minera.
En la COP26, para generar mayores avances que los obtenidos en las 25 conferencias anteriores, y en el marco de la recuperación post-Covid, es necesario plantear la discusión sobre un nuevo orden financiero internacional.
Una profunda reforma al FMI y al Banco Mundial es indispensable para movilizar los recursos necesarios que permitan cumplir dos metas relacionadas: erradicar la pobreza y mantener el nivel de calentamiento por debajo de 1,5 ºC.
Hay que dar paso a una contabilidad nacional en términos energéticos y de bienestar, y que esto sea lo que prime como evaluaciones de desempeño, y necesidades de financiamiento, en el marco de la Agenda 2030.
Es necesario además que se dé fuerza al cambio de patrones de producción y de consumo, llamando a mayor conciencia, pero también a mejor regulación en cada país.
Finalmente, debemos discutir que la mitigación y la adaptación al cambio climático tienen como requisito imprescindible la erradicación de la pobreza.
La transición energética, por ejemplo, no se puede dar si no se asegura la disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad universal a cocinas a inducción, medios de transporte eléctricos, entre otros medios de uso real de energías sostenibles.
La COP26 es un nuevo esfuerzo para una necesidad urgente. Qué bien haría tener una visión de integración regional Latinoamericana para llevar una posición firme y alternativa al desarrollo, y no ceder a los intereses económicos globales y su geopolítica.