De la Vida Real
Un brindis por la cultura: la revista Mundo Diners y su legado
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
Actualizada:
Estoy segura de que nací con una revista Diners bajo la almohada y me ha acompañado a lo largo de mi vida en distintas etapas.
En la escuela la usaba para recortar y aprender a leer. En la secundaria fue mi compañera en el bus del colegio. Siempre me llevaba una en la mochila y leía en el recorrido. Lo que más me gustaba leer eran las crónicas, que creo fueron en gran parte culpables de que estudiara periodismo.
Soñaba con escribir un gran artículo en esa revista. Me encantaban las entrevistas que hacía Pablo Cuvi o los artículos de Simón Espinosa. Y cuando salía algún reportaje que había hecho mi papá, lo leía una y otra vez. Me hechizaba su forma de escribir: “Así quiero escribir cuando sea grande”, pensaba.
También la revista Diners siempre ha sido mi compañera en la antesala de los consultorios médicos, haciendo que la espera sea menos tortuosa y más placentera. El tiempo pasó y la revista, que era cuadrada y chiquita, creció, se hizo grande y esbelta. Se convirtió en Mundo Diners. Me sigue acompañando, hasta ahora, que mis hijos también crecen con una bajo su almohada
El mes pasado fue el gran festejo por su ejemplar número 500. Y me invitaron al coctel. Mi papá sería uno de los que daría el discurso. Fuimos juntos y elegantísimos. Como fui con mi pa, llegamos dos horas antes.
Tuve todo el tiempo del mundo para recorrer la línea cronológica de la revista. Este homenaje lo hicieron en una antigua fábrica de alambre. Todas las paredes de ladrillo visto estaban decoradas con las portadas de las revistas.
Había fotografías de sus colaboradores. Algunas portadas o fotos tenían un QR para poder escanear y, en el celular, aparecía la información de ese artículo o un dato revelador de la edición. Algo absolutamente futurista dentro de un entorno rústico. Fue una experiencia lindísima vivir esa combinación de épocas. Estábamos entre el pasado y el futuro.
Me senté en una silla común, mientras mi papá se sentó en una silla que decía “Reservado”. Nos separamos y yo me prometí no llorar cuando él diera el discurso.
Bonil, que es caricaturista, dibujó en vivo la historia de la revista. Dibujaba mientras hablaba, y todos nos reíamos a carcajadas.
Luego pasó mi papá al podio y yo fui al piso para filmarlo. Ni bien lo vi, me fui en lágrimas. Tuve el mismo sentimiento de ternura, admiración y orgullo que siento cuando mis hijos se presentan en el colegio. Es una tortura. Lloré y lloré, no pude ni filmar ni tomarle fotos. Mi papá estaba ahí, elegantísimo, dando su discurso sobre la historia de la revista Mundo Diners, y yo buscando quién me regalara un kleenex. Sí, reconozco que hice un papelón.
Luego habló Fidel Egas. Sin leer una palabra, dio un discurso conmovedor. Yo le ubicaba, pero jamás le había oído decir lo que pensaba sobre el país y sobre el arte. Dijo algo que me llegó a lo más profundo. Claro, como no sabía que él iba a hablar, no anoté nada. ¡Cómo me arrepiento!, porque fue un discurso muy humano. Yo no sabía que él tenía tanta conciencia social.
Contó cómo empezó la revista: “La revista surgió de la cabeza de un chico antes de tener 30 años. Ese muchacho se metió en el tema de la cultura. Hizo que la cultura sea llevada a la vida de la gente porque la cultura mejora el nivel de las personas y de la sociedad”, dijo.
En mi imaginario, el doctor Egas es el dueño del Banco Pichincha, un tipo poderoso y ya. Pero al oírle me di cuenta de que tiene una sensibilidad suprema.
Al hablar, también se le llenaban los ojos de lágrimas, al igual que a mí al escucharle: “Todos los ecuatorianos necesitamos hacer algo para que este país cambie. Y si no pasa, el país se acaba. Hará que los pobres no sean pobres sino esclavos. Desafíos graves a los que nos enfrentamos”, dijo al terminar su discurso. Todos le aplaudimos y le acompañamos al brindis.
Pasamos muy bien y, sobre todo, amé descubrir de dónde viene mi compañera de toda la vida y la gran trayectoria que ha tenido.
Me encantó conocer a los periodistas y colaboradores de la revista. Hablar con ellos y hacer malos chistes. En los eventos formales, los malos chistes son los protagonistas de la escena.
Nos quedamos un ratito más y mi papá me sacó. Siempre sale rapidísimo de todo lugar. Ya les he contado: llega rápido y se va rápido. Él disfruta del camino, como disfruta de cada ejemplar de la revista en la que ha colaborado por muchos años.