Columnista Invitado
No culpen a la lluvia
Doctor en riesgos de clima y agua por la Universidad de Oxford. Consultor del Banco Mundial en sistemas hídricos y energéticos. Investigador y Lecturer Asociado para Hidrología y Manejo de Riesgos, Universidad de Oxford. Investigador del Instituto de Geog
Actualizada:
Deslaves y caídas de roca rompen la tubería del OCP. El Río Coca sigue erosionándose y amenazando las redes viales, poblados, e infraestructura petrolera.
Aluviones en La Maná y Pujilí, vías colapsadas en Cotopaxi. Inundaciones en Quevedo y Balao. Y, hace pocos días, el aterrador aluvión en La Comuna y La Gasca en Quito.
Esto es solo un recuento breve de los desastres en estos últimos días en Ecuador. Cada uno de estos sucesos guarda historias de pérdidas de vidas, de daños ambientales y de pérdidas económicas que aún no medimos.
La respuesta de las autoridades se limita al ‘es que fue la lluvia’, ‘es que fue una roca que cayó’, ‘es que ha sido algo único y excepcional´.
Parecería que estas catástrofes fueron causadas por un fenómeno sobrenatural y que nadie las esperaba, por lo que no había nada que hacer, es decir, ¡ya nada!
Sin embargo, estas catástrofes tienen explicaciones que son mucho más reales, complejas y, sobre todo, tienen responsables.
Tienen sus raíces en la ineficiencia a la hora de aplicar normas técnicas que eviten las construcciones y la expansión de la mancha urbana.
Así como en la falta de control de las autoridades para preservar los bosques protectores: invadir, asentarse y construir ilegalmente, entre quienes quieren mayor exclusividad y construyen nuevas viviendas en lugares que no deberían, en la construcción de obras viales, petroleras, de elefantes blancos, en la falta de sistemas de monitoreo y de manejo del clima.
Además, existe falta de diálogos y de traducciones entre ciencia, política y ciudadanos, entre el folclórico relajo institucional sobre el que debe decidir qué, dónde y cuando, en la falta de estrategias de prevención en lo social, en infraestructura, en soluciones naturales que amortigüen estos eventos, en la falta de planes adecuados de respuesta y de socorro, y en nuestro desinterés.
La lista es continúa y es extensa.
En resumen, en un par de semanas resaltarán una vez más la falta de visión y de planificación a corto, mediano, y largo plazo en el país, en sus instituciones, en la sociedad civil para anticipar eventos y crisis.
Ahora son lluvias, las inundaciones y los aluviones, pero lo mismo se ve para el manejo del Covid, la explosión de la crisis carcelaria, las sequías en el agro, el terremoto de 2016, y otros impactos externos que históricamente han afligido al país.
No hemos llegado a un acuerdo común sobre el tipo de país que tenemos y el tipo de amenazas que debemos enfrentar ahora y en el futuro.
Muchas de estas crisis solo se harán más recurrentes por el cambio climático, por la población que sigue aumentando y demandando servicios y por el deterioro general de la naturaleza.
Lastimosamente, si solo reaccionamos y culpamos a la lluvia, seguiremos teniendo más Gascas en todo el país.