Cristina mete más goles que Messi
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
Actualizada:
¿Quién mismo gana si es que gana Argentina?
La respuesta es peliaguda porque el inepto e inmoral gobierno kirchnerista querrá apropiarse –verbo que les es tan querido– de esa ola de optimismo y orgullo nacional para encubrir un poco más los escándalos de corrupción que afectan a Cristina, quien acaba de ser condenada a seis años de prisión.
Eso ocurrió ya cuando la Albiceleste conquistó la Copa en 1978, en el Mundial organizado por la dictadura fascista.
Imbuida de esa sensación de unidad nacional, mucha gente decidió mirar para otro lado mientras los militares 'limpiaban la casa', haciendo desaparecer a miles de opositores al régimen.
Pero ocurrió también que al volver la democracia se llevó a cabo un juicio que parecía imposible y que ha sido revivido en una película que triunfa en las pantallas y los festivales de Venecia y San Sebastián.
Y que sigue las huellas de 'La historia oficial' en el camino hacia el Óscar. Con un plus: el fiscal Strassera es interpretado por Ricardo Darín, el mejor actor de América Latina.
Se trata de 'Argentina, 1985', así llamada pues ese fue el año del juicio, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, un señor honrado y discreto, rara avis en esa Casa Rosada acostumbrada a los peores inquilinos.
Strassera, un hombre común y corriente que estuvo a la altura del desafío histórico, formó su equipo con varios jóvenes recién salidos de la Facultad, pues los funcionarios de carrera estaban aterrados de enfrentar a los fascistas.
Como lograron sentar a Videla, Massera y compañía en el banquillo de los acusados, se lo llamó 'el juicio del siglo', equiparándolo con Nuremberg, aunque los sentenciados argentinos no terminaron en la horca. Ni se suicidaron con cianuro.
La mayoría de argentinos y latinoamericanos respaldó el veredicto. Era la época en la que casi toda América Latina retornaba a la democracia y a ningún gobernante se le habría ocurrido salir en defensa de los exdictadores.
Ahora, en cambio, gracias a una millonaria y mentirosa campaña encabezada por la mandamás y el presidente Fernández, son legión los que se creen el relato de que Cristina es una perseguida política. O quieren creerlo y descartan las evidencias abrumadoras.
Lo más grave es que otros presidentes en ejercicio, y expresidentes como Correa y el Grupo de Puebla, avalan la tesis kirchnerista.
Hoy por ti, mañana por mí. Al mismo tiempo, los gobiernos de México, Colombia, Bolivia y Argentina se unen en defensa de Pedro Castillo, quien dio un autogolpe de Estado al estilo Fujimori y fue destituido legalmente.
El asunto no para ahí. Aplicando la misma categoría de perseguida política, el gobierno kirchnerista concede asilo político a María de los Ángeles Duarte, sentenciada por el caso Sobornos.
Todo eso se camufla con el fútbol. ¿Pero qué pasará si la Albiceleste pierde mañana? Pues que se agravará el desencanto y la desesperación del pueblo argentino. La protesta social cobrará vuelo y un gobierno quebrado y con 100% de inflación imprimirá más billetes sin respaldo para aplacar a los más pobres y patear la pelota hacia adelante, aunque caiga en la quebrada.
Curándose en salud, luego del tropiezo inicial con Arabia Saudita, Scaloni declaró que el fútbol es solo un juego y que el sol volverá a salir como todos los lunes.
Salvo que una cosa es el alegre sol de la victoria y otra el temible sol de la justicia que desnuda las miserias del poder.