Punto de fuga
¿Cómo es posible? (el disco rayado del horror que se volvió ser ecuatoriano)
Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
Actualizada:
Ya sea temprano en la mañana o en la noche, prendo el iPad, abro YouTube, escojo un noticiero ecuatoriano y recibo a quemarropa todas las malas noticias que invariablemente, con sádica puntualidad, llegan cada día de Ecuador.
A cada una de ellas —con mi voz de disco rayado— respondo con la misma pregunta indignada y sorprendida: ¡¿Cómo es posible?!
Algunas veces la atrocidad que estoy escuchando es posible gracias al mamotreto consagrado como Constitución, que permite todo tipo de desafueros y malas mañas puestas en marcha por leguleyos de baja ralea.
Otras, lo es porque funcionarios a los que les pagamos para que administren y fructifiquen nuestros recursos son corruptos o incapaces, o ambas cosas a la vez.
Seguramente hay muchos más factores que abonan a las crisis de todo tipo que azotan al país en los últimos años, pero esas dos deben estar entre las más determinantes.
Por lo menos, eso es lo que alcanzo a ver a larga distancia. Aparte de las tres o cuatro personas que están en Ecuador con las que hablo con cierta regularidad, la única forma de enterarme de lo que pasa en el país es a través de los noticieros o las redes sociales.
Forma tortuosa donde las haya, porque los 5.000 kilómetros que me separan del país se traducen, multiplicados exponencialmente, en angustia, en horror, en decepción, en miedo…
El primer reflejo es pensar: es culpa del sensacionalismo mediático, que vende (clics facturados como publicidad).
Sin embargo, ante la magnitud del horror —como haber pasado de una tasa de 5,8 en 2018 a más de 30 muertes por cada 100 000 habitantes en lo que va de 2023— es imposible pedirles a los medios que no reporten lo que está pasando en el país.
No es sensacionalismo. Es la realidad. Y no puedo dejar de preguntarme ¿cómo es posible?, ¿qué nos pasó?
Apenas si puedo reconocer el país que dejé hace cinco años, pensando en volver al poco tiempo. Hoy, ese plan (que más que plan es ilusión) está aplazado indefinidamente.
Estoy consciente de que en medio de todo llevo la parte menos amarga.
Porque veo los toros de lejos a través de una pantalla. Porque puedo salir a la calle sin pensar que me van a asaltar, a secuestrar, a violar, a matar, o todo eso a la vez. Porque puedo pensar en que si tuviera las agallas y el capital me pondría un negocio (una librería/disquería, digamos) sin temor a que un cartel me extorsione.
¿Cómo es posible que mis amigos, mi familia, mis ex colegas, mis vecinos, mis conocidos tengan que acostumbrarse a vivir así?
Yo no me resigno y me duele y me retuerzo como si estuviera ahí, porque cada mañana y/o cada noche (y todas las veces que mi compulsividad me termina llevando a abrir la red antes conocida como Twitter) estoy mirando a Ecuador.
Pasmada repitiendo la misma pregunta, como un disco rayado.
Quizá la manera de darle la vuelta a esta pregunta, para que deje de ser la pasiva expresión de
la desesperación y se convierta en el mantra de la acción, sea cuestionarnos:
¿Cómo es posible que no estemos ya unidos en comités barriales, gremiales, académicos, profesionales, etc. que piensen y apliquen soluciones para arrebatar al narcotráfico sus dos fuentes de poder centrales: los dólares y la mano de obra esclava (que es lo que finalmente son los pobres jóvenes reclutados por la mafia)?
¿Cómo es posible que sigamos pensando que el señor o la señora que gane la presidencia el 15 de octubre sea quien nos va a sacar de este problemón?
Pregúntense, ¿cómo es posible? Solo nosotros tenemos las respuestas.