El Chef de la Política
Cuando un amigo se va
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Uno de los últimos aliados del Gobierno, uno de sus últimos amigos, ha decidido dar un paso al costado.
Quien fue jefe tácito de la bancada oficialista, dirigió una de las comisiones legislativas más importantes de la Asamblea Nacional, "porque Guillermo me lo pidió", ahora toma distancia. Se desmarca. Pone la pausa.
Cambia el tono y modifica los tiempos de ejecución de sus propias ambiciones políticas. Por eso la estrategia varía y es tiempo de arremeter contra Carondelet, aunque desde su propio frente.
Como el afán es llegar primero, se adelanta a lo que vaya a argumentar la comisión dirigida por la oposición política. Como la intención es generar impacto y visibilidad, se anticipa también a lo que podrían llegar a decir los medios de comunicación.
Así, de ahora en más, ese que fue amigo, podría convertirse en una ficha clave en el entramado de denuncias de corrupción, conjeturas y dudas respecto a la continuidad del Gobierno.
Cuando un amigo se va queda un vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo, dice la canción de Alberto Cortez.
En efecto, la pérdida es tan grande que aún el arribo de un ministro de Gobierno sobrio y con buen manejo político difícilmente podrá resolver el entuerto que se le viene al Jefe de Estado.
Entuerto que se cocina desde hace casi dos años, a juzgar por el informe del Frente Parlamentario Anticorrupción.
Allí, quien fue amigo, señala que desde julio de 2021 en Carondelet se sabía ya de las andanzas de los compadres del tenis. En efecto, entre passing shot, smash y drive se han cocinado las redes de corrupción y vínculos con organizaciones criminales.
Más grave aún, el amigo que ahora se va deja entrever que existió al menos omisión frente a tales hechos por parte del propio Presidente y del alto mando policial.
Con amigos así para qué enemigos, dice el refrán.
El amigo que ahora se va da sus primeros pasos, acaso los más notorios, de cara a la postulación presidencial. Esto no es conjetura, es un hecho fáctico conocido públicamente por propia boca del marchante.
Pero el portazo de despedida no solo lesiona a Carondelet y sus alrededores. En la Fiscalía hay un afectado colateral.
Dadas las circunstancias, no hay otra salida para el Ministerio Público que dar una respuesta ágil y contundente al país. De lo contrario, el juicio político a Diana Salazar, que de por si es parte de la agenda del nuevo período legislativo que inicia en mayo, podría tornarse en una prioridad para la oposición.
En estas condiciones, ni el inicio de la causa penal en contra de Lenín Moreno puede alivianar la pesada carga que ahora mismo tiene que soportar la Fiscalía. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río, dice la canción de Alberto Cortez.
Acá el ex amigo, no solo deja una llamarada sino un verdadero incendio político de consecuencias impredecibles.
Cierto es que la estabilidad presidencial se debe preservar en la medida de lo posible. No obstante, nada es absoluto ni está grabado en piedra.
Si las circunstancias políticas del país llegan a variar por la emergencia de un 'disparador', quizás en Carondelet no deberían pensar en que las Fuerzas Armadas y la Policía les guarden las espaldas sino en poner sus propios huesos a buen recaudo.
Ese 'disparador', que intuitivamente debería provenir de la oposición, quizás ha sido ya activado por el amigo, el amigo que se va.
El amigo que se va en la búsqueda del poder y que bien podría llevarse por delante al Presidente a la par de apresurar el juicio político a la Fiscal General.
Claramente, la crítica no es por irse, ni por el informe, sino por el momento político en el que se lo presenta.