Dato y Relato
Los bancos centrales buscan ser más digitales
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Los pagos digitales han crecido vertiginosamente en el mundo y han revolucionado la forma cómo usamos el dinero. A diario se realizan más de dos billones de transacciones digitales a través de sistemas de pago rápido y otros mecanismos electrónicos.
La tendencia es creciente y los ejemplos abundan. Más de mil millones de personas pueden pagar un café y hacer todo tipo de compras en China, utilizando una billetera electrónica de Wechat o Alipay.
En Brasil, hay más usuarios de PIX, un instrumento de pagos instantáneos, que de tarjetas de débito o crédito. Varios países de la región cuentan con mecanismos similares y plataformas de pagos desarrolladas por innumerables fintech.
De manera paralela, y pese a la crisis reciente, el universo de las criptomonedas ha venido expandiéndose. Las más conocidas son Bitcoin o Ethereum, pero hay más de 10.000 y todos los días salen nuevas al mercado.
Son activos virtuales que permiten la transferencia de valor de manera digital. Pueden utilizarse como medios de pago, pero son mucho más que eso. Utilizan técnicas de encriptación y trazabilidad para asegurar la seguridad y el anonimato de las transacciones.
Su emisión es descentralizada, y -en general- no cuentan con activos de respaldo.
Algunas criptomonedas están atadas a una moneda, como el dólar, y se las conoce como criptomonedas estables (stablecoins).
Las más conocidas son USDT Theter y USDC Coin, que ya están entre las cinco mayores criptomonedas del mundo. Cuentan con activos de respaldo que garantizarían su valor a la par con el dólar.
El desarrollo tecnológico y la aceleración de la innovación financiera que han traído las criptomonedas han sido impresionantes. La posibilidad de ser programables para incorporar contratos inteligentes y otros protocolos de ejecución automática son la base para el desarrollo de finanzas descentralizadas y otras innovaciones.
No obstante, han mostrado limitaciones. Son inversiones especulativas y volátiles. El último año ha sido un desastre. El Bitcoin, por ejemplo, ha caído de USD 65.000 en noviembre de 2021, a USD 20.500 en noviembre de 2022, es decir, una pérdida de casi 70%. Ello llevó a economistas como Paul Krugman a calificarlas como la 'gran estafa'.
Además, podrían estar exacerbando algunos riesgos como los de ciberseguridad, protección del consumidor, fraude y lavado de dinero.
De acuerdo con el FMI, el auge de los criptoactivos podría constituir una amenaza para la estabilidad financiera global, acrecentar la tendencia hacia la dolarización y reducir la efectividad de la política monetaria.
De allí que se esté buscando un marco regulatorio que asegure un balance entre eficiencia, seguridad y estabilidad, y que no inhiba la ola de progreso e innovación tecnológica en marcha.
Un camino complementario se está construyendo a través de las monedas digitales de bancos centrales, o CBDC, en sus siglas en inglés. Son una forma de dinero fiduciario digital, que es emitido por el banco central de un país y es de curso legal.
Pueden ser mayoristas que requieren intermediarios financieros, o minoristas que pueden llegar directamente a empresas y hogares. Hay otras diferencias en su arquitectura, tecnología y otros detalles que dependen de su propósito, diseño y funcionamiento.
Más de 100 bancos centrales, de países que representan el 95% del PIB mundial, buscan ser más digitales. Algunos han lanzado ya CBDC o están haciendo pilotos. Otros están en la fase de diseño de sus monedas digitales.
Es muy probable que el futuro monetario global sea una combinación de criptomonedas, -de las estables y de las otras-, instrumentos de pagos instantáneos y CBDCs.
Estas últimas prometen aprovechar lo mejor de la revolución del universo cripto, y ofrecer al ecosistema financiero global una base de estabilidad y credibilidad para la innovación e inclusión financiera, y la eficiencia en los pagos, tanto internos como internacionales (remesas y comercio internacional).
El desafío para los bancos centrales será cumplir dicha promesa.