En sus Marcas Listos Fuego
Criollos en Miami
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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¿Qué queremos? ¡Más orden! ¿Cómo lo logramos? Creando nuevos delitos y nuevas sanciones. ¿Y si ya existen los delitos? Aumentamos y radicalizamos las sanciones. ¿Qué logramos con eso? Educar a los maleducados. ¿Por qué existen tantos maleducados? Por falta de leyes o por sanciones muy suaves.
¿Leyeron bien? Así piensan los criollos. ¿Se sintió identificado? Siga leyendo, pero ponga la cara, para que le duela la bofetada.
Si usted es de los que cree que Ecuador es tercer mundo por falta de normas y de sanciones radicales para los que no saben comportarse, es porque le faltan gloriosas horas de lectura.
¿Por qué en Ecuador vemos manchas de pintura blanca en el pavimento y en Miami, pasos cebra? ¿Por qué en Europa se guardan el chicle hasta en el bolsillo, pero en Guayas la boca del basurero se llama ventana? ¿Por qué en el primer mundo hacen fila y aquí nos la saltamos?
Es sencillo. No porque allá existan leyes y sanciones y aquí no, sino porque allá existen autoridades que hacen cumplir la ley y aquí, cuando la autoridad quiere hacer que se cumplan, le 'damos para las colas'.
Urge que entendamos que los países con más leyes son los más corruptos. No es posible que la medida métrica del progreso sea del espesor de la medida cúbica de nuestros cerebros.
Piensen en ustedes mismos. ¿Por qué ante un policía gringo son unos 'lords', pero ante un policía metropolitano somos unos patanes? ¿Necesita la gente que las sanciones sean brutales o hace falta sencillamente aplicar las más leves, pero aplicarlas?
¿Es usted de los que aplaude a la Fiscal General por poner tras barrotes a los corruptos, pero no tiene ni una multa de tránsito porque pasa un billete entre la licencia y la matrícula?
Decidí escribir esta columna ante el clamor popular por la radicalización de las penas. Se trata de una clara incomprensión del origen del problema. Como cuando Yunda se llevó en wincha los autos mal estacionados afuera de algún estadio y todos los fanáticos del fútbol, pero no de la lectura, salieron a reclamar al 'miserable' por hacer cumplir el letrero que dice "no estacionar".
Sí, la viveza criolla nos ha llevado a ser ladillas en la patria y 'criollitos' en Miami.
Los funcionalistas dicen que la norma que no se aplica pierde vigencia y tiene la misma importancia que la norma derogada, la inexistente y, si no está vigente por inaplicada, formalmente debe desaparecer, así como esas normas del Código Civil que aún regulan asuntos de propiedad sobre las palomas del palomar ajeno.
Por eso, esta corta columna que busca el mea culpa de todos, la voy a cerrar con una anécdota que me marcó para siempre.
Ahí va: un frío día de octubre en la estación de metro del aeropuerto Oslo, durante 45 minutos busqué en vano la boletería. ¡Y nunca la encontré! Así que con mi inglés latino me acerqué a una vikinga que leía una novela de Jo Nesbø y le pregunté dónde se compran los pasajes de metro.
Sorprendida y, como a un niño, (también por la estatura) me explicó que ahí no se necesita pasaje alguno. Que cuando quiera puedo ingresar a la página web del metro, informar cuántos viajes he hecho y pagar con tarjeta de crédito.
Respondí:
-No entiendo, ¿pero quién me controla?
-'Nadie'. Me dijo.
Contraataqué con sinceridad:
-Pero, ¿qué pasaría si lo uso durante un mes, todos los días, y nunca lo reporto?
Me miró con incredulidad y me preguntó:
-Pero, ¿por qué alguien haría eso?
¿Por qué alguien haría eso? En la mente de esa noruega lo que yo sugería era imposible. Esa pregunta aún retumba en mi mente. ¿Por qué alguien haría eso?
Ella jamás lo sabrá, pero trastocó parte de mi vida. ¿Y la de ustedes? ¿Qué esperan? ¿La cárcel? No, ¿verdad? ¿Quieren un mejor país?
Entonces hagámoslo fácil. Entendamos que el más vivo no es el más inteligente. El más vivo es el criollo que vive en su lodazal, pidiendo un cambio mientras se embarra de nuevo.