En sus Marcas Listos Fuego
Crimen organizado, en cifras y bofetadas
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Ocultas bajo nuestros ojos, pululan las organizaciones criminales. Tras el poder de los Estados, crece el poder de las sombras y, pese a ser identificables, seguimos creyendo que no viven entre nosotros.
Por eso hoy les traigo algunas estadísticas, para ver si por fin logramos, como sociedad, ver el problema y entender por qué nuestra pequeña tierra es geonarcóticamente tan importante.
Si bien Afganistán, Myanmar y México concentran el 95% del cultivo mundial de opioides (principalmente para la producción de heroína), el 90% del cultivo mundial de cocaína tiene lugar en Bolivia, Perú y Colombia (Colombia representa el 60%).
La cocaína que se produce en la región genera ingresos de hasta USD 320.000 millones anuales. El PIB de Ecuador en 2021 fue de 106.200 millones, es decir, la cocaína producida en la región representa tres veces los ingresos totales de nuestro país.
El 40% de este valor se destina cada año para comprar políticos, militares, policías y jueces en todo el mundo. Estamos hablando de cifras de similar valor al comercio internacional de vehículos, de hierro y de acero.
Unos USD 1,5 billones no declarados circulan por paraísos fiscales al año; las cifras que mueve el blanqueo de capitales representan el 5% del PIB mundial; los beneficios anuales del tráfico de drogas representan entre 8% y el 10% del comercio mundial.
En Rusia, de acuerdo con un informe de las Naciones Unidas sobre el Crimen Organizado, para 1995 la mafia ya controlaba el 50% de la circulación total de bienes y servicios, el 60% de la actividad de la banca privada y el 70% del sector empresarial.
Al día de hoy se calcula que los beneficios económicos de los narcotraficantes rusos han aumentado en un 64.000%.
Para que estas cifras sean posibles, quiere decir que deben existir verdaderos imperios criminales.
Las organizaciones criminales más poderosas del mundo son la mafia italiana (compuesta por la Cosa Nostra, la Camorra, la Ndrangheta y la Sacra Corona Unita), la mafia rusa, los carteles mexicanos, la mafia jamaiquina, carteles colombianos, bandas nigerianas, tríadas chinas, yakuzas japonesas, mafias rumanas, mafia albanesa, mafias turcas, mafias chechenas, mafias georgianas, etcétera.
Las organizaciones criminales ecuatorianas trabajan principalmente con carteles mexicanos y colombianos, sin embargo, es la mafia albanesa la que con más poder las utiliza como brazo armado y logístico.
Me voy a detener ahí, porque muchos verán esas cifras y coincidirán conmigo: si borramos de un brochazo todo el dinero de las drogas que bien lavadito circula por el país y el mundo, una crisis financiera mundial sin precedentes ni retorno haría temblar al planeta.
¿Entonces por qué debería importarnos el fenómeno? La respuesta es fuerte y clara: porque por detrás la producción de dinero sucio, de las modernas y tecnológicas formas inventadas para lavarlo, no existe la simplista idea de un negocio prohibido. ¿Qué es lo que existe entonces? Sangre, ríos de sangre.
El crecimiento clandestino y a la vista y paciencia de todos (perdón por el oxímoron) del mercado de drogas es siempre directamente proporcional con el crecimiento del nivel de violencia, homicidios, sicariatos, trata de personas, prostitución infantil, reclutamiento de niños para formar parte de grupos armados, terrorismo.
Sí, esos billetes no están sucios del metafísico concepto de delito; están sucios de sangre inocente.
Y son esos billetes los que terminan corrompiendo a nuestros políticos, quienes por mantener lo evidente en las sombras acaban llevando a la sociedad a la deriva.
Es el miedo el que viene y nunca más se va, el miedo paralizante, el miedo real que termina siendo miedo psicótico. Es el terror el que se apodera de nosotros, es ese terror a ser secuestrados, despellejados, violados, extorsionados, el nuevo concepto de buen vivir.
Por eso, esta lucha contra la oscuridad se pelea con luz, alumbrando donde se debe.
Pero estas batallas, para ser ganadas, deben ser peleadas por iluminados, por expertos en seguridad, por quienes por su formación entienden que en el mundo criminal la lógica aristotélica no existe.
Por quienes entienden que en esta realidad el concepto de causa-consecuencia es estrambótico, que no estamos lidiando con personas, sino con individuos que hablan otro idioma y con quienes no nos podemos comunicar hablando el nuestro.
Es por esto que las rencillas políticas de los roedores de siempre, el oportunismo de los carroñeros eternos, los fanatismos de los que emiten balidos en lugar de palabras, no solo sobran, sino que entorpecen la claridad que se necesita para combatir el fenómeno.
¿Y saben qué se requiere, además de conocimiento y experiencia, para asumir este reto? Agallas para apretar el botón.