Dato y Relato
Crecimiento en América Latina, un “nadadito de perro”
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, envió esta semana un mensaje muy preocupante sobre el ensombrecimiento de las perspectivas económicas globales. En menos de tres meses, redujo su proyección de crecimiento mundial para 2022 de 4,4% a 3,6% y advirtió sobre el repunte inflacionario y varios riesgos que afectan negativamente las perspectivas económicas en el mundo.
Su reporte afirma que el 2022 se vislumbra difícil y el 2023 aún peor.
La mayoría de países apenas estaba recuperándose de la pandemia, cuando la invasión de Rusia a Ucrania significó un nuevo revés que afectó el comercio mundial, y los precios de combustibles y alimentos.
Las principales economías del mundo ya están sintiendo el frenazo. De otro lado, el recrudecimiento del covid y las nuevas medidas de confinamiento en China también han desacelerado su crecimiento.
La expansión monetaria y fiscal, que se llevó adelante para enfrentar la pandemia, fue efectiva para evitar una tragedia mayor, pero ha dejado como consecuencia una severa presión inflacionaria. En Estados Unidos llegó a 9,1%, la más alta en cuatro décadas, y al 9,6% en la Unión Europea, la mayor desde su constitución. No sería de sorprender que llegue a los dos dígitos.
Para contrarrestar la inflación, los bancos centrales (¡75 en el mundo!) han empezado a subir las tasas de interés, con el objetivo de moderar la demanda interna y reducir la presión sobre los precios.
Las autoridades monetarias están buscando el tan ansiado aterrizaje suave, es decir, una reducción de la inflación sin afectar demasiado el crecimiento. La teoría y la historia económica han mostrado que ese balance es muy difícil de lograr.
Georgieva sostiene que es urgente actuar de forma decisiva ahora para bajar la inflación. De lo contrario, las expectativas de aumentos de precios podrían dispararse y obligar en el futuro a subir aún más las tasas de interés, lo que agravaría el crecimiento y el empleo.
Estaríamos cada vez más cerca del temido escenario de la estanflación, es decir, estancamiento más inflación, que ya habíamos anticipado.
De hecho, el crecimiento del PIB de Estados Unidos en el primer trimestre fue de -1,6%, y se teme que en las próximas semanas se anuncie una nueva caída de alrededor de -1,5% para el segundo trimestre.
Con dos trimestres seguidos de decrecimiento de la producción, la economía estadounidense entraría formalmente en una recesión. Aunque se espera que esta recesión sea de corta duración y que la inflación empiece a ceder a partir del próximo octubre, persiste una serie de factores que podrían prolongar esta situación adversa.
Los choques negativos podrían provenir de una agudización del conflicto entre Rusia y Ucrania, con una suspensión de la provisión del gas ruso a Europa, y un recrudecimiento de la pandemia que obligue a mayores encierros, especialmente en China.
El escenario para el resto de 2022 y 2023 es muy complejo para América Latina. Con un ambiente recesivo en los países desarrollados, la demanda y los precios de los productos que exporta la región se verán afectados.
Las remesas, que en 2021 llegaron a un récord histórico, también podrían reducirse debido a un menor dinamismo de los mercados laborales en Estados Unidos y Europa.
Por el lado financiero, el aumento de las tasas de interés internacionales afectaría el costo y acceso a financiamiento de los gobiernos y las empresas de la región, justo en una coyuntura en la que los niveles de endeudamiento se han incrementado significativamente y los han hecho más vulnerables.
Por cuatro meses consecutivos, la región ha experimentado salidas de capitales, atraídos por mejores tasas y en precaución por aumentos del riesgo en mercados emergentes.
De acuerdo con Bloomberg, el 30% de países tiene riesgo-país por encima de 1.000 puntos básicos y han aumentado significativamente su riesgo de default. Lastimosamente, Ecuador se unió a este poco prestigioso grupo desde las protestas sociales y la salida del exministro Simón Cueva.
Además, el ajuste de tasas está provocando una apreciación del dólar y una situación de volatilidad en los mercados cambiarios de la región. En el caso de Ecuador, al no poder devaluar, la apreciación del dólar es un reto adicional que afecta la competitividad de su sector externo.
El crecimiento de América Latina está en jaque y su desempeño sería peor que el inicialmente previsto.
De acuerdo con el Banco Mundial, apenas llegaría a 2,5% en 2022 y caería a 1,9% en 2023. Es probable que estas previsiones muy pronto se revisen hacia la baja. Los únicos países que sobresalen de esta tendencia son Panamá, República Dominicana y Colombia, que están creciendo sobre el 6% anual.
Se esperaba que países como Ecuador, que habían sido favorecidos por mayores precios del petróleo y otros productos básicos, fueran ganadores con un crecimiento estimado inicialmente de 4,5% para 2022, pero hace unos meses bajó a 3,5%. Luego del paro nacional y el empeoramiento del contexto externo, bajó a 2,9% y es previsible que sea incluso inferior.
Los aumentos de precios de combustibles, transporte y alimentos están afectando con mayor severidad a la población más pobre de la región, que destina alrededor de la mitad de su presupuesto a estos rubros. El propio FMI advierte que tal situación está generando tensiones sociales que podrían crear una desestabilización global.
Frente a una situación inédita, el rol de los organismos multilaterales será fundamental para mitigar el impacto de esta crisis y proteger especialmente a los países y a la población más vulnerable.
En estas circunstancias, quedaría esperar que América Latina consolide ese respaldo y alcance un nadadito de perro: pataleando tan fuerte como pueda, sacando la cabeza fuera del agua, avanzando algo pero por sobre todo, saliendo a flote.