El costo psicológico en los jóvenes (y en todos) de las pandemias de Covid-19 y del crimen
Graduado de la Escuela de Negocios Darden de la Universidad de Virginia, socio de la firma ecuatoriana de estrategia y finanzas corporativas Ahead Partners, exasesor McKinsey and Company y ex VM de Comercio Exterior.
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"No hay noche, por larga que sea, que no encuentre el día", escribía William Shakespeare
La pandemia de Covid-19 ha provocado que el cerebro de los adolescentes envejezca prematuramente. Los problemas causados por las privaciones de libertad, la educación a distancia, los problemas familiares, las dificultades que algunos de ellos enfrentan para alimentarse, el anuncio diario de un número creciente de muertes y las incertidumbres en torno a las vacunas, habrían tenido efectos desastrosos en un momento crucial en la maduración de sus cerebros.
La pandemia del Covid-19 no sólo ha tenido un impacto negativo en la salud mental de los adolescentes, sino que también ha acelerado la maduración de su cerebro.
Este estudio complementa el del Observatorio de la Vida Estudiantil, según el cual el 43% de los estudiantes en Francia presentaban signos de malestar psicológico en 2021 (frente al 23% de antes de la pandemia) como indica el artículo “¿Quién puede aceptar que hoy el 43% de los estudiantes padezcan malestar psicológico?” publicado en Enfance et Jeunesse Infos.
En un estudio realizado bajo la dirección de Ian Gotlib, psicólogo de la Universidad de Stanford, en la revista Psiquiatría biológica, titulado “Effects of the COVID-19 Pandemic on Mental Health and Brain Maturation in Adolescents: Implications for Analyzing Longitudinal Data”, los investigadores comprobaron que los jóvenes, evaluados tras los confinamientos pandémicos, presentaban problemas de salud mental internalizados más graves, reducido espesor cortical, mayor volumen del hipocampo y la amígdala y edad cerebral más avanzada.
En la ¿La pandemia del crimen se vuelve endémica? nos sorprendimos de que para el cierre de 2023, Ecuador se proyecta a tener una tasa de 45 asesinatos por cada 100.000 habitantes; es decir, que no solo que será parte de los países con violencia muy alta, sino que encabezará la violencia criminal.
Y esto generará problemas psicológicos no solo en los niños, jóvenes, y adultos en esas poblaciones con mayor criminalidad. Es razonable esperar que tres o cuatro ciudades ecuatorianas estarán entre las 20 ciudades con más homicidios por 100.000 habitantes del mundo este 2023.
Además, existe el estrés de los noticieros internacionales sobre el incremento de conflictos internacionales (183 conflictos regionales y locales en curso, la más alta en 30 años), la situación económica, los cortes de electricidad en ciudades que alcanzan sensación térmica de 40 grados Celsius incrementa el estrés corporal en la población en general y mucho peor y peligroso en la población de edad avanzada.
Esto genera pesimismo generalizado y como el estudio de la Clínica Mayo titulado Optimists vs Pessimists: Survival Rate Among Medical Patients Over a 30-Year Period. Un estilo explicativo pesimista, medido por la escala Optimismo-Pesimismo del MMPI, se asocia significativamente con la mortalidad.
En otras palabras, el pesimismo nos mata de poco en poco como un cáncer lento y pernicioso.
En un comentario a maestros que están siendo amenazados por sus estudiantes. Mi abuelo paterno (+) fue Director Provincial de Educación del Guayas, profesores fueron mi abuela paterna (+), algunas tías y tíos también.
El artículo en Vistazo titulado Pánico en profesores del noroeste de Guayaquil por amenazas: "Me dijeron que me iban a quemar viva" indica: “Al menos 120 profesores han sido víctimas de extorsiones y amenazas en el noroeste de Guayaquil, según denuncia la Unión Nacional de Educadores (UNE) Guayas. Los maestros piden el cambio de distrito antes de que suceda algo peor.”
Estamos en los nudos de la violencia y allí nos asfixiamos. Ya sea dentro de las naciones o en el mundo, la desconfianza, el resentimiento, la codicia y la carrera por el poder están creando un universo oscuro, dijo Albert Camus.