Lo invisible de las ciudades
Alternativas Energéticas
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Justo cuando tenía un bloqueo creativo y no sabía sobre qué escribir, el Gobierno Nacional me brinda temas. Acabo de leer el comunicado oficial de la Presidencia de la República, en el cual se dispone que durante los días jueves 18 y viernes 19 del mes en curso se suspendan las jornadas laborales. Esto, a consecuencia de la crisis energética que atravesamos.
Tratemos de ir más allá de las simpatías o antipatías políticas. Escribir desde esa perspectiva nos condenaría a la purga visceral, que sólo busca el proselitismo irracional que nos tiene divididos en bandos. Mejor aprovechemos la oportunidad para explorar cuál debería ser el futuro energético de nuestro país.
Lo primero que salta a la vista es lo anacrónica que es nuestra concepción de la producción de energía. Nuestras leyes y organizaciones aún se sostienen sobre la visión anticuada de creer que la energía es una responsabilidad exclusiva del Estado.
En Ecuador no existe ningún incentivo a medios de generación eléctrica renovable a escala familiar. Quien desee instalar paneles solares en su vivienda no tiene ningún incentivo por parte del Estado. Un estudio realizado por el Mansueto Institute, de la universidad de Chicago, aprovechó su participación en uno de los Talleres de Arquitectura dirigidos por la Universidad San Francisco de Quito USFQ, para cuantificar el área de paneles solares requerida por vivienda, para poder cubrir su consumo de energía diario.
Dicho estudio abarcaba dos alternativas: una era solo para el consumo doméstico de una familia, mientras que en el otro se consideraba la posibilidad de cargar las baterías de un auto eléctrico. Ambos escenarios resultaban factibles, de acuerdo con sus investigaciones.
Hace unos pocos años atrás, el estado de Texas estuvo en boca de todos, por haber visto el colapso de su sistema eléctrico. El frío inesperado provocó que sus estaciones generadoras se paralicen; y que muchos de sus cableados no soportaran el peso del hielo acumulado en las mismas. Al no estar interconectados con las otras dos redes eléctricas de los Estados Unidos, el apagón resultó inminente, haciendo que muchas personas sin calefacción murieran de hipotermia.
Dicho incidente tuvo origen en el cambio climático. Las autoridades energéticas texanas jamás pensaron que sus estaciones se verían expuestas a un frío superior al que sufren estados como Nebraska o Minnesota. Adicionalmente, no tuvieron cómo poder abastecerse de las otras redes que proveen de electricidad al resto del país.
Sin embargo, algo interesante en el caso de Texas es que sí se promueve la generación de electricidad por parte de la ciudadanía. Existen viviendas totalmente autosuficientes, gracias a sus paneles solares con inversores y baterías propias. Algunas granjas, incluso aprovechan la energía eólica. El incentivo que tienen para instalar su propia generación de electricidad radica en la posibilidad de vender el excedente de su producción a la empresa eléctrica. Entonces, no solo que reciben incentivos para poder instalar equipos de generación, sino que hasta pueden obtener algún rédito económico de los mismos, cuando producen más energía de la que consumen.
La crisis energética que vivimos ahora resulta tremendamente incómoda para todos nosotros. Sea por la razón que fuere –ineficiencia o sabotaje- es lamentable que padezcamos los mismos problemas que teníamos hace 30 años atrás. Ojalá que pueda encontrarse una solución definitiva a la misma. Casi siempre, la solución se encuentra en una aproximación diferente al problema.
Quizá sea tiempo que repensemos la forma en la que se genera y distribuye energía a escala nacional. De hecho, esta también sería una oportunidad para dejar a un lado los generadores que contaminan nuestro entorno.