Con Criterio Liberal
Corrupción: la indignación es el camino hacia la solución
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Amanecer en Ecuador y leer las noticias (ahora con la actualización constante de la información) es saltar de caso de corrupción a caso de corrupción, de serie de mafiosos a serie de narcotraficantes. Pero todo sórdido, todo lamentable.
Pareciera que cada cada día hay un nuevo escándalo más escandaloso que el anterior, que en toda ciudad, en toda instancia, desde Quito hasta Guayaquil, de la Asamblea al Gobierno pasando por las prefecturas, hay coimas, sobreprecios, robos y deshonestos.
Pues aunque pueda parecer sorprendente yo creo que esto es muy positivo, de lo mejor que le puede pasar al Ecuador.
Cuando se lleva años y años descuidando una casa que se ha dejado abandonada a los malandros y se quiere re-habitar por gente honrada, lo primero es sacar toda la basura acumulada. Y cuando se remueven los detritos hieden, pero eso es mejor que seguir acumulándolos en el abandono.
La corrupción, por su propia naturaleza, no se puede medir. Pero existen distintos índices que reflejan realidades distintas de la corrupción. Yo me centraré en tres: el índice de percepción de la corrupción, el índice de corrupción, y el índice de capacidad para combatir la corrupción.
El Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional pregunta a nacionales y expertos del sector privado qué tan corrupto creen que es el sector público de su país. Ecuador está en el puesto 95 del mundo, muy abajo, pero por delante de Colombia (97) y Perú (105).
Fíjense que es una percepción. Esto no quiere decir necesariamente que en el país haya menos corrupción, sino que hay menos percepción. Así tras el escándalo en Alemania en que una ministra fue sospechosa de haber plagiado su tesis doctoral (algo que en Ecuador ya ni sorprendería), éste índice aumentó en Alemania, pero no quiere decir necesariamente que haya más corrupción, sino más conciencia de lo que es la corrupción.
El Índice Global de Corrupción intenta medir de manera algo más objetiva la corrupción. Ecuador está en el puesto 118 del mundo, muy por detrás de Perú (98) o Colombia (92). Siempre será cuestionable cómo se mide la corrupción en sí, pero sí es muy significativo que en Ecuador se tenga menos percepción de corrupción que en nuestros países vecinos, pero sin embargo esté tanto peor cuando se mide la corrupción.
Por desgracia Ecuador no está dentro de los países analizados en el Global Corruption Barometer de Transparencia Internacional, que mide la experiencia de los ciudadanos con la corrupción.
También se puede medir el número de casos judicializados de corrupción, pero eso es más una medida de la capacidad del sistema judicial que de la corrupción en sí.
El Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción mide la capacidad legal, de la democracia y sus instituciones y de la sociedad civil para combatir la corrupción. Ecuador está en noveno lugar de 15 dentro de América Latina y donde más falla con respecto a la media es en la independencia judicial y la capacidad de movilización de la sociedad civil, precisamente lo que está cambiando (gracias en gran parte a la fiscal Diana Salazar, vaya mi reconocimiento) y la indignación social que está aumentando.
En realidad esta escandalera es positiva, quiere decir que algo está cambiando, que nuestra capacidad para combatir la corrupción está mejorando.
Cada vez hay más datos públicos y compromisos de transparencia y esto permite que no sólo los periodistas, sino cada vez más ciudadanos (y más aún estando confinados) puedan comprobar e investigar, y con ello denunciar más casos, que tienen más repercusión en una prensa más libre que denuncia cada vez más.
La corrupción no es sólo cosa de unos pocos, es responsabilidad de todos. De aquellos que reciben o exigen las coimas, y de aquellos que pagan por favores políticos, de quienes conocen que se producen estos pagos y no denuncian, y de quienes se benefician de ellos de manera directa o indirecta.
Pero también de los votantes que, pese a las evidencias, siguen votando por corruptos; y de quienes, viendo el ritmo de vida de algunos, evidentemente no pagable con los salarios oficiales, siguen admitiendo a los corruptos notorios en sus círculos, en sus clubes, siguen yendo a sus fiestas a beber güisqui marca coima, o ron pagado con el dinero público.
La indignación que se comienza a percibir, este hastío, este rumor de hasta aquí, ni un corrupto más, antes que desalentarnos nos debe esperanzar.
Podemos pensar -algunos dirán que sólo soñar- con un Ecuador en el que en los comicios de 2021 no salgan elegidos corruptos notorios pues tanta es la indignación contra la corrupción que se castigará la deshonestidad.