El Chef de la Política
Correa, presidenta
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
Actualizada:
Mucha atención a la elección presidencial y menos a la legislativa. Esa es una de las conclusiones de lo que hasta ahora se ha visto en el debate político nacional.
Aunque en la forma de gobierno presidencialista, como la ecuatoriana, la figura del Poder Ejecutivo es la que mayor atracción genera a la hora de discutir propuestas y posibles rumbos de la agenda pública, aquello no debe hacernos perder de vista que en la legislatura, y su capacidad de coordinación con el Presidente, radica buena parte de la gobernabilidad democrática.
Más aún, el papel de los legisladores toma mayor relevancia en países como Ecuador, donde una de las características históricas del Poder Legislativo ha sido su rol esencialmente reactivo; vale decir, con menor propensión a proponer proyectos de ley y, como corolario, con tendencia a asumir el papel de revisor de las propuestas llegadas desde el Palacio de Carondelet.
Por ello, de la conformación de las bancadas legislativas y del grado de cercanía respecto al Presidente depende, en buena medida, el éxito de las políticas públicas.
En ese plano, el excesivo número de partidos o movimientos políticos ha sido una de las causas de los precarios acuerdos entre Ejecutivo y Legislativo.
De hecho, salvo Rafael Correa, quien contó entre 2013 y 2017 con un sistema de partidos hegemónico (el número efectivo de partidos fue de 1,8), el resto de Jefes de Estado ha debido batallar con legislativos altamente fragmentados y, por añadidura, hostiles a sus propuestas.
Y la Asamblea Nacional que vendrá en 2021 no será la excepción. Si bien el hecho de pasar de una fórmula de listas abiertas y desbloqueadas a otra de listas cerradas y bloqueadas reducirá en alguna medida la cantidad de organizaciones políticas en la legislatura, en lo de fondo la fragmentación continuará vigente y con algunos aditamentos.
Uno de ellos es que el nuevo Presidente requerirá aprobar una serie de leyes económicas altamente controversiales y cuya mera propuesta desatará reacciones de diversos sectores sociales y políticos.
El otro, quizás más importante, es que resulta muy probable que la presidencia de la próxima Asamblea Nacional recaiga en un Correa.
Si bien no existe una norma expresa que señale que el legislador con mayor votación nacional sea el que tome las riendas del Poder Legislativo, la legitimidad de las urnas impulsará a que el nombre de Pierina se decante como el de la candidata natural de Centro Democrático a ocupar ese espacio.
Si se sigue la lógica de las conjeturas razonadas y el curso de las encuestas, con Lasso presidiendo el Poder Ejecutivo y Correa, la Asamblea Nacional, será cuestión de días a partir del 24 de mayo de 2021 para que la pugna de poderes aparezca con igual o mayor efervescencia que la vivida en el país en la década de los ochenta.
Así, las disputas intestinas de Borja y Febres Cordero, con sus respectivas oposiciones legislativas, serán cuestiones menores cuando el modelo económico aperturista de CREO pretenda implementarse frente a una Asamblea Nacional controlada por la Revolución Ciudadana y sus aliados.
En efecto, con la primera minoría legislativa en manos de Correa (30%), un contingente importante de legisladores de Pachakutik (10-15%), algunos asambleístas provenientes de movimientos seccionales; y, coyunturalmente el apoyo de otros sectores políticos, como PSC (10%) y Avanza (5%), las cosas para Lasso serán mucho más complicadas de lo que aparece ahora mismo en el discurso y la plataforma electoral.
En dicho escenario, difícilmente la bancada legislativa de CREO (20%) podría hacer frente a tales embates.
No obstante, podría haber salidas para reducir la conflictividad en la próxima relación Ejecutivo-Legislativo, aunque eso depende de otros factores.
Una alternativa a Correa en la presidencia de la Asamblea Nacional está en algún legislador menos visible del propio Centro Democrático. Para ello, no se requerirá solamente que el candidato genere consensos entre las distintas bancadas sino esencialmente que goce de la confianza del expresidente…y eso no debe ser muy fácil.
Otra alternativa es hallar a quien pueda vincular los intereses de ambos poderes del Estado de forma cautelosa.
Alguien con el suficiente prestigio y capacidad de negociación tanto con Lasso como con Correa, la que acá y el de allá. No es fácil el perfil descrito y quizás las opciones se encuentran entre los que resulten elegidos por fuerzas políticas distintas a CREO o Centro Democrático. De allí pueden salir nombres. De allí podría surgir, por ejemplo, Xavier Zavala, candidato a primer asambleísta nacional por Democracia Sí.
Correa, presidenta. Ese es uno de los objetivos esenciales de Centro Democrático.
Ellos saben bien que asumir el gobierno en momentos de crisis económica no es funcional a su modelo expansionista desde lo público; y, por tanto, la Presidencia no les quita el sueño.
La estrategia está en la Asamblea Nacional y en la oposición sin límites a quien llegue a Carondelet. Allí está el juego de Pierina y Rafael. La una trabajando en función del otro. Allí está la clave pues, familia es familia y cariño es cariño, como dice la canción de Rubén Blades.
Si la operación política se dificulta y es necesario echar mano de alguien que genere mayores acuerdos entre otros sectores pues ahí se verá. En ese caso, y si las urnas le son favorables, otro Zavala, el hijo, podría perfilarse a la presidencia de la Asamblea Nacional.