La investigación científica se ha constituido históricamente en un pilar fundamental para el desarrollo de la humanidad.
Desde el descubrimiento de la penicilina hasta el desarrollo de los antivirales, la ciencia nos ha dado las herramientas para combatir a nuestros enemigos microscópicos. ¿Por qué entonces estamos sometidos a este nuevo virus? ¿La ciencia no fue capaz de advertir la pandemia de Covid-19?
La enfermedad respiratoria Covid-19 (del inglés, coronavirus disease 2019) es causada por un nuevo coronavirus clasificado como SARS-CoV-2 (del inglés, severe acute respiratory syndrome coronavirus 2).
Estos virus no se consideraban altamente patógenos para los humanos hasta que ocurrieron los brotes epidémicos de SARS-CoV en 2003 y MERS-CoV (del inglés Middle East respiratory syndrome coronavirus) en 2012.
Los coronavirus que circulaban antes de esto sólo causaban infecciones leves en personas inmunodeprimidas. Globalmente, el SARS-CoV-2 ha infectado a más de 660.000 individuos causando la muerte a 30.000.
A partir del primer brote de SARS-CoV en 2003, varios investigadores advirtieron el resurgimiento de un nuevo coronavirus zoonótico, es decir, que se transfiere de animales a humanos. Así, una revisión bibliográfica publicada en 2007 concluía que la diversidad de coronavirus en murciélagos, junto con la cultura culinaria china, constituyen una bomba de tiempo para la humanidad.
Efectivamente, esta bomba estalló en 2012 con el brote de MERS-CoV y en 2020 con la pandemia de Covid-19. ¿Por qué esta advertencia no se tomó en cuenta?
En los últimos años, todo tipo de conocimiento científico, desde las vacunas hasta el cambio climático, ha enfrentado una furiosa oposición; algunos incluso dudan de la evolución darwiniana. Es tal la oposición que hoy en día existen los movimientos anti-vacunas, presidentes que contradicen el cambio climático o autoridades sanitarias que no creen en la medicina basada en la evidencia.
Como dice L. Festinger: “Un hombre con una convicción es un hombre difícil de cambiar. Muéstrale datos concretos o cifras y cuestionará tus fuentes. Apela a la lógica y no será capaz de comprender tu razonamiento”. Empoderados por sus propias interpretaciones de la ciencia, estos escépticos no dudan en desmentir el consenso de los expertos generándose las famosas 'fake news' o noticias falsas.
¿Cuáles son las consecuencias de este escepticismo? En los últimos años, varios científicos y salubristas han denunciado grandes recortes presupuestarios en salud, investigación científica, educación, entre otros. En Ecuador, los famosos 'PhDs', quienes están buscando un tratamiento contra el SARS-CoV-2, son mal vistos por la sociedad; incluso se pretendió eliminar legalmente la exigencia de este título académico para ser profesor universitario.
Sorprendentemente, mientras que nuestros investigadores están desempleados, la ex-ministra de Salud denunció la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento para enfrentar la crisis. Además, varios académicos denunciaron en 2019 que la investigación científica en Ecuador es cinco veces más cara comparada con otros países, dado que no existe industria local y los insumos deben importarse.
Por si fuera poco, el Plan de Presupuesto 2020 estipula un recorte de más de USD 80 millones para las universidades y las convocatorias para proyectos de investigación son escasas.
Si la ciencia tuviera el presupuesto y la atención que tiene fútbol, tal vez ya tendríamos una vacuna para el SARS-CoV-2 o algún tratamiento específico. La esperanza ahora recae sobre la investigación científica precaria, destinándose grandes cantidades de dinero como si el capital fuera la única solución para superar la crisis.
Lo cierto es que el desarrollo de medicamentos o vacunas toma varios años y se necesitan grupos de investigación consolidados, que se construyen con mucho tiempo e inversión. Esperemos que después de esta crisis, los científicos sean revalorizados por la sociedad y que su experticia sea clave para la toma de futuras decisiones sanitarias.