Con Criterio Liberal
Contra los vándalos
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Los vándalos fueron un pueblo bárbaro que luchó contra el Imperio Romano. Sus actos fueron tales que hasta el día de hoy la RAE conoce “vandalismo” como:
- 1. m. Devastación propia de los antiguos vándalos.
- 2. m. Espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana.
Volvemos a vivir actos vandálicos, ahora en Estados Unidos, y otra vez hemos de volver a reivindicar los grandes avances de nuestra civilización, como la justicia frente a la venganza, la ciudadanía frente al pensamiento tribal.
La espita de las protestas ha sido un acto de abuso con resultado de muerte por parte de la Policía frente a George Floyd. Una vez producido este desgraciado hecho caben dos opciones: optar por la justicia o la venganza.
Lo civilizado es renunciar a la venganza de los actos de violencia que se comenten contra “uno de los nuestros” por la justicia, que es que terceros imparciales y de acuerdo a las leyes previas juzguen lo ocurrido, y si es hallado culpable sea condenado y pague su pena de prisión en consecuencia.
El proceso que llevará al juicio por la muerte de George Floyd ya está iniciado, la justicia siempre es lenta -es su misma esencia ser cautelosa y meticulosa-, y en unos meses o años sabremos el resultado de su veredicto (más los más que probables juicios que revisarán este, como casi todos los casos). Y podrá ser cuestionado, pero en términos jurídicos, con las pruebas y las leyes sobre la mesa.
Sin embargo, miles de estadounidenses se han lanzado a las calles clamando “justicia” pero ejercitando la venganza, quemando iglesias y saqueando comercios. Nada conseguirán más allá de destrucción, como ocurrió en 1992 en Los Ángeles (63 muertos), ni más recientemente en Chile, en Quito, o en Francia con los chalecos amarillos, porque no tienen ninguna propuesta más allá de su ira contra “el sistema”.
Se auto-denominan “protestas sociales” cuando la realidad es que no hay nada más “antisocial” que sus actos violentos.
Otro gran avance de la Civilización es la democracia, la manera pacífica no sólo de elegir sino, mucho más importante, de deponer a quien gobierna y de alcanzar los acuerdos en las “Asambleas” o “Parlamentos” donde los representantes llegan a los pactos mínimos comunes de convivencia. Y el Estado de Derecho, el implementar esas normas de manera imparcial.
Las protestas pacíficas por supuesto que son legítimas, y miles también se han sumado a éstas ahora en Estados Unidos, y ese es otro de los grandes logros de la civilización occidental, que haya diversidad dentro de nuestras sociedades y convivir y expresar estas diversidades, y ejercer nuestra acción a reclamar lo que consideramos justo.
Pero para que tenga legitimidad en democracia cualquier causa el primer requisito es renunciar a la violencia, como bien supo Martin Luther King.
El sistema no es perfecto, evidentemente, y llevamos más de dos mil años de avance de la Civilización y de mejoras en el sistema legal e institucional para poder convivir en paz, y cada vez vivimos en un mundo más pacífico, aunque todavía falta por avanzar.
A día de hoy, en 2020, no hay alternativa a nuestra civilización occidental, a la democracia, al Estado de Derecho y a la separación de poderes, al concebirnos como ciudadanos individuales libres e iguales.
Las sociedades bárbaras, las concepciones tribales, la venganza no ofrecen un proyecto más allá de la ira y seguir alimentando círculos de agravios y violencia.
Demasiados, algunos por esnobismo académico o por ideología, romantifican la violencia con términos como “lucha”. O pretenden hacernos creer, en términos marxistas, que vivimos en una sociedad “estructuralmente violenta” y que la violencia está justificada para “cambiar las sociedades”. Falso, las sociedades democráticas mejoran por la evolución, no por la revolución, ese mito tan querido para tantos.
Aún debemos seguir defendiendo nuestra civilización frente a los nuevos vándalos, aquellos que intentan subvertir nuestro marco de convivencia pero que no tienen ninguna propuesta en positivo sobre qué construir, ni siquiera la más mínima idea sobre los logros de la civilización que desean destruir.
Tras un periplo que comenzaron en el siglo I d.C. desde Escandinavia, de donde se supone que eran originarios, pasando por las actuales Polonia, Chequia, Francia, España; finalmente los vándalos se asentaron en el norte de África en el siglo V, donde constituyeron un reino de corta vida y nulo legado, pues seguía basado en el pillaje y la violencia.