Con Criterio Liberal
Contra el absurdo postmodernismo que acecha nuestras vidas y universidades
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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En las últimas semanas hemos leído tres noticias sobre el avance de las teorías postmodernas en nuestras vidas, y especialmente en las universidades.
Una nueva “cancelación”, esta vez de Dragon Ball en la televisión pública valenciana (España) por “políticas de género”; una graduación segregada en la universidad de Columbia (Estados Unidos), por “nativos”, “negros”, “lgtbq+”, "asiáticos"... y que la universidad de Oxford “cambiará los estudios de música clásica por su complicidad con la supremacía blanca”.
Todas estas noticias, entre otras muchas que surgen regularmente, son la clara muestra de que las teorías postmodernas, hace algunos años extravagantes teorías circunscritas a ciertos departamentos de universidad, se han transformado por el activismo global en las nuevas teorías normalizadas.
El libro de “Teorías críticas cínicas: cómo los académicos activistas han convertido todo en asuntos de raza, género e identidad… y por qué esto perjudica a todo el mundo” de Helen Pluckrose y James Lindsay denuncian con rigor lo absurdo, insostenible, contradictorio y ridículo de las teorías postmodernas. Y cómo a pesar de su inconsistencia son las que dominan la academia hoy en día.
En realidad son teorías tan extravagantes y absurdas que cuesta creer que la mayoría las apruebe, pero algunos activistas muy organizados y muy ideologizados han conseguido imponerlas en demasiados ámbitos, y sobre todo en las universidades.
Cuesta creer que se acepte por normal reevaluar la historia de la música no por criterios musicales, sino raciales. Cuesta creer que se acepte como “moderno” graduaciones segregadas por raza u orientación sexual, y no creo que la mayor parte de la academia lo acepte. Pero la mayor parte de los profesores callan.
Unos por miedo a “la cultura de la cancelación” que termina con tantas carreras y reputaciones con ataques coordinados, otros “porque lo hacen en Oxford” o un razonamiento similar.
Y de hecho cuesta mucho oponerse al postmodernismo con argumentos de puro sentido común, modernos. Que afirmen con rotundidad algo así como: la música, como todo arte, se estudia y valora por sus cualidades propias, no por la raza, sexo, género, clase u origen del compositor. Es arte, es universal, es bello, es nuestra civilización, y es enriquecedor estudiarlo, esto es la cultura.
Todos los alumnos se han de graduar en la misma ceremonia, pues está mal segregar por raza, género u otros motivos. En la ceremonia de graduación valoramos los méritos del esfuerzo individual que han llevado a obtener un grado, y celebramos a todos por igual.
La libertad de expresión implica que se emitan series y películas hechas en distintas épocas, con otros criterios, sensibilidades y valores. Y la tolerancia implica que no se deban “censurar” ni “cancelar”, sino que cada uno sea libre de verlas y valorarlas como desee.
Y si no te gusta, está bien, no estudies o no veas la serie, pero no nos impongas tus prejuicios, ignorancia y estupideces a todos.
Somos pocos los profesores universitarios que nos oponemos al postmodernismo y sus imbecilidades con determinación.
Mientras las universidades pierden prestigio, relevancia e importancia. Y con razón. Y es que la mayor parte o aprueba o calla ante estas atrocidades y no defiende la igualdad, la cultura y el arte.