Leyenda Urbana
Vengo del futuro y el Yasuní se ha convertido en el orgullo del Ecuador
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Privilegiar la vida sobre la plata cuando el país atravesaba uno de los momentos más graves de su economía le supuso al pueblo ecuatoriano tal reconocimiento mundial, que se había vuelto un referente.
En un viaje imaginario en el tiempo, vengo del futuro y la alegría desborda por el sitial que ha alcanzado el Yasuní, devenido en una suerte de meca de la biodiversidad del planeta; un lugar que hay que visitar al menos una vez en la vida.
Hallazgos extraordinarios extraídos de las profundidades de la selva protegida son utilizados por la ciencia para sanar enfermedades, resolver enigmas médicos y combatir los elementos que dañaban el planeta.
Tal como se había hecho con la pestaliotopsis microspora, una planta que diluye el plástico más resistente, que los científicos de la Universidad de Yale habían descubierto, allá por 2012, y que de manera insólita diferentes gobiernos lo mantuvieron oculto, mientras se buscaba restar valor a ese laboratorio de la vida que es el Yasuní.
La generación con la que me he encontrado se sorprende al enterarse que defender el Yasuní de la depredación, durante la campaña de la consulta popular en 2023, se había vuelto un riesgo porque gente con poder y alguna con solvencia académica consideraban un absurdo y hasta una estupidez renunciar a los cuantiosos recursos provenientes del petróleo, porque Ecuador los necesitaba con apremio.
Entonces sus rostros se iluminan de emoción y gratitud para quienes apostaron al porvenir, cuando lo fácil habría sido continuar con la extracción, aunque hubiese supuesto negar a estas nuevas generaciones conocer el prístino residuo del Pleistoceno, devenido en fuente de ingresos perpetuos para el Estado.
Que los ecuatorianos hayan preservado este retazo de selva nativa para que quienes venían luego no sintieran vergüenza de sus ancestros depredadores, es un hecho épico que lo narran con orgullo.
El mismo orgullo que sienten al saberse poseedores de un tesoro único, dónde en una sola hectárea existen más especies de árboles nativos y arbustos que en todo Estados Unidos y Canadá juntos.
Y porque las 601 especies de aves; las 140 especies de anfibios, 83 especies de reptiles y 201 de mamíferos del sitio más biodiverso del mundo, al que la UNESCO declaró Patrimonio de la Biósfera, en 1989, se mantienen intactos.
Y se ha vuelto un imán para el mundo científico.
Evocan que sus abuelos fueron a votar en la consulta pensando en sus nietos. Y que las madres apostaron a que sus hijos pudieran mostrar a los suyos ese paraíso llamado Yasuní.
Les han dicho que los jóvenes fueron clave para el triunfo del Sí, conscientes de que el calentamiento global se agravaba, evidenciado en las sequías, las inundaciones e incendios apocalípticos, que se sucedían al mismo tiempo, en diferentes partes del mundo, y que la contaminación ambiental se cobraba vidas.
Les han contado que en el hemisferio Norte la gente llegó a soportar las temperaturas más cálidas desde que se tenía registro, y que hubo muertos.
En tanto que en el Sur había sequías y, en un país vecino hasta se quedaron sin agua para beber.
Que el incendio forestal de Canadá, entre junio y julio de 2023, que consumió millones de hectáreas, fue de tal magnitud que el humo del flagelo llegó hasta Europa.
En este viaje al futuro impacta ver al ser humano en una simbiosis total con la tecnología de niveles inimaginables; al punto de que la Inteligencia Artificial se habría vuelto obsoleta.
En fracciones de segundo, con un solo movimiento de la vista rescatan toda la información del pasado.
Así, se han enterado del engaño constante del que fue objeto el Yasuní, palabra que en waorani significa tierra sagrada.
Saben que el mismo presidente que, en 2007, presentara en las Naciones Unidas la llamada “Iniciativa Yasuní”, por la cual Ecuador dejaría el petróleo bajo tierra a cambio de que la comunidad internacional le entregara USD 3 500 millones -la mitad de lo que lograría al explotar el ITT (Ishpingo, Tambococha y Tiputine), evitando la emisión de 407 millones de toneladas métricas de Co2, causante del calentamiento global-, traicionó a la naturaleza.
Y que cuando dijo que “el mundo nos falló”, al no recaudar el dinero para la iniciativa, ya había decidido intervenir la zona intangible, porque en sus viajes alentaba la explotación petrolera en el área.
Conocen que su ministra de Medio Ambiente, con impunidad y audacia, en 2013, se atrevió a mover las coordenadas de la zona intangible para arrinconar a los pueblos Tagaeri y Taromenane en aislamiento voluntario, y dar más espacio a las petroleras.
Tienen conciencia de que, en 2014, el sumiso CNE birló la consulta popular al colectivo Yasunidos, al anular 400.000 firmas de las 750.000 entregadas como respaldo para detener la explotación, constituyendo un fraude a la democracia.
Conocen que, de cara a la consulta de 2023, los defensores del Yasuní han debido desmontar gigantes falacias, como aquella de que las pérdidas anuales por la no explotación del Bloque 43 serían de USD 1. 200 millones anuales, cuando Petroecuador le dijo a la Corte Constitucional USD 148 millones por año; el 0,47% del presupuesto del Estado para 2023.
También que Perú iba a extraer el petróleo que el Ecuador dejaría bajo tierra, porque en esas mismas fechas Lima había acordado crear una zona protegida en esa área.
O aquello de que Noruega había decidido aumentar la superficie de explotación petrolera, que repetían para compararlos con los ingenuos que en Ecuador lo preferían bajo tierra, sin precisar que allá no se afectarían una reserva de la Biósfera, y, aun así, tenía una enorme oposición de los ambientalistas.
Conocen que guardaron silencio sobre los mecheros de gas que contaminaban la Amazonía, de manera irremediable, además de significar una seria pérdida económica.
Y sobre Colombia que había resuelto aumentar sus zonas de reservas naturales en la selva tropical.
Recuerdan muy bien los nombres de los candidatos a la Presidencia que en la campaña evitaron pronunciarse sobre la consulta, para no arriesgar un voto, en un acto de cinismo político horrendo.
No ocultan su sorpresa por las burlas de aquellos que apostaban a la explotación y llamaban ecologistas infantiles y extremistas ambientales a quienes se batían por preservar el santuario natural.
Saben que, sedientos de petróleo, emprendieron millonarias campañas, para adoctrinar al pueblo con falacias; emulando al autócrata que gobernó durante 10 años.
Pero he vuelto del futuro descubriendo que el pueblo ecuatoriano, con su voto, había convertido al Yasuní en el orgullo de todas las generaciones.
Y sonrío y agradezco.