El Chef de la Política
El día después de la consulta popular
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La consulta popular nos deja varias lecciones. Una de ellas, orientada a los políticos, en especial, es que la recurrencia a ese mecanismo de democracia directa se debe dar en momentos en los que el gobierno tiene mayor aceptación popular.
Si se hace lo contrario; es decir, si se presentan propuestas de este tipo cuando el Jefe de Estado atraviesa un período crítico de respaldo ciudadano, el resultado más probable es la derrota electoral.
Así no deberían suceder los hechos, desde luego, pero así es como la realidad efectivamente opera. Idealismo frente a pragmatismo.
Y aunque lo dicho parece una obviedad, las decisiones asumidas al respecto por el Gobierno de Ecuador dan cuenta que no siempre el sentido común impera.
De paso, lo ocurrido hace pocos días en el país equinoccial debe alertar a los actores políticos sobre un elemental principio de duda respecto a las encuestas que circulan y, sobre todo, a las que solo buscan alimentar el ego de los gobernantes.
Pero hay lecciones también para la ciudadanía. La consulta popular o el referéndum son efectivos y útiles cuando los proponen los ciudadanos organizados.
En esos casos es vívido el espíritu de participación ciudadana y la capacidad de asociación cívica. Ese tipo de propuestas, inexistentes en Ecuador, son las que recogen las necesidades de las mayorías y buscan cambios orientados al bien común.
Las otras, las que vienen de arriba hacia abajo, solo pretenden legitimar al gobernante de turno o apalancar su agenda de políticas públicas.
Esto ha sucedido casi sin excepción en América Latina y seguramente seguirá siendo parte de nuestra dinámica política.
Tanto es así que en muchos círculos ni siquiera se menciona la consulta popular o el referéndum como mecanismos de democracia directa, sino como herramientas de gobernabilidad de los presidentes.
Así de distorsionada es la imagen que tenemos sobre estas instituciones democráticas.
Una lección adicional tiene que ver con la lectura posterior de los resultados de un evento electoral de este tipo. Quienes se consideran perdedores deben asumir una actitud ecuánime, de reconocimiento de los errores y entender la derrota con altura democrática. Eso refleja madurez política.
Lo contrario, minimizar la votación de la ciudadanía o aludir a factores exógenos como responsables del resultado, raya en la fatuidad.
Desde la orilla opuesta la reacción debe ser similar. Procesar el pronunciamiento ciudadano con humildad y no exceder en cuanto al contenido del mandato envuelto alrededor de un SI o un NO. Ahí un rasgo de madurez política.
Por lo uno y lo otro es que, si bien la negativa a la propuesta de consulta popular de Guillermo Lasso puede ser leída como una expresión de rechazo a su gobierno y sus políticas, tampoco es dable asumir que tras ese resultado los votantes estén legitimando el pedido de anticipar su salida del Gobierno.
La Constitución de los trescientos años establece claramente las causales por las que termina el período presidencial y, al mismo tiempo, el orden de sucesión.
No existe argumento para elecciones anticipadas, salvo que sea a través de la famosa muerte cruzada, invento antojadizo de los próceres de Montecristi y sus ideologizados asesores nacionales e internacionales.
En resumen, la idea general del régimen democrático no está en la posibilidad de cambiar de mandatarios cuando a un sector de la población le parece, sino en formar ciudadanos lo suficientemente informados para que no tengan que arrepentirse anticipadamente de la decisión asumida en las urnas.
Ahí está el trabajo de fondo al que deberían apelar los ganadores y perdedores de la consulta popular. ¿Eso cuesta tiempo? Desde luego que sí.
Como contrapartida, cuando los primeros resultados se observan, el civismo gana espacios en las sociedades y los impostores tienen menos oportunidades para engañar al pueblo con falsas promesas. Precisamente por esa razón a la mayoría de los políticos les interesa que las cosas continúen como hasta ahora.