Leyenda Urbana
La consulta de Lasso y el impacto de lo ocurrido en Chile
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Quién hubiera imaginado que, luego de todos los errores cometidos desde el poder y cuando el país había perdido la esperanza de un cambio, el presidente, Guillermo Lasso, saca la espada de la piedra e invita al pueblo a unirse para encontrar un camino para transitar, tras haber pasado una larga travesía por el desierto político.
La consulta popular y el referendo que Lasso se apresta a convocar, en instantes en que su aceptación popular es mínima, y su palabra ha perdido credibilidad, es para cualquier analista un suicidio político. Pero para el primer mandatario parece ser su única y mejor oportunidad.
Con su estabilidad en riesgo permanente, al ser acosado por poderosos enemigos, la consulta popular para Lasso puede significar un punto de quiebre para su anodino Gobierno, en momentos que el rechazo a la oposición es enorme, confirmando que a la gente le fastidia cómo ejercen el poder.
Tres de las más altas funciones del Estado tienen cifras negativas nunca antes registradas: 91,38% califica la gestión de la Asamblea Nacional como mala; seguida de la Función Judicial, con 87,84%, y del presidente Lasso, con 74,19%, según Click Report.
Para completar el panorama, el desánimo social es de tal nivel, que podría volverse una amenaza adicional.
Una encuesta de Perfiles de Opinión da cuenta que un 51,02%, en Guayaquil y un 41,40%, en Quito, consideran que están viviendo el peor momento de su historia; mientras que 93,63% cree que el país va por el camino equivocado.
En este escenario, la consulta popular parecería un salto al vacío, en un país que le dijo no a León Febres Cordero, cuando preguntó sobre la participación de los independientes en política, y a Sixto Durán Ballén, que consultó sobre la descentralización y la seguridad social, entre otros temas.
Pero son tiempos diferentes, y, en lugar de encerrarse en los miedos, Lasso puede marcar la diferencia, desde ahora, consciente de que no existe disyuntiva.
Venciendo los egoísmos y las discrepancias ideológicas, Carondelet debe convocar, con urgencia, a los mejores constitucionalistas del país para que, con rigor, revisen las preguntas y los textos, que ya estarían listos, capaz de que la Corte Constitucional no encuentre inconveniente alguno para dar vía libre a la consulta y al referendo. Y el pueblo sienta que han incluido los temas que le importan.
Una vez calificada la consulta popular, hay que alentar que sea la sociedad civil la que se apropie de ella, asumiéndola como la única hoja de ruta posible en el trance más grave que vive el país, con las mafias tomando el control de todos los espacios.
Lasso debe hablarles a las madres de los barrios acosados por la violencia, sobre todo, en Guayaquil, abocadas a esconder a sus hijos bajo la cama para protegerlos de las balas de los sicarios del narcotráfico.
A esas humildes familias que venden lo poco que tienen y que se endeudan para que sus hijos emprendan un éxodo bíblico, en busca de una oportunidad, arriesgando sus vidas.
A los jóvenes que con maestrías y destrezas idiomáticas no hallan un trabajo para sustentarse. En fin. Hablarle a la gente y permanecer junto a ella.
Eso lo diferenciará de la dirigencia política irrelevante, pero ruidosa de Ecuador.
El referendo y consulta popular abordarán temas de seguridad, institucionalidad y economía; deberían incluir la reforma política.
Reducir el tamaño de la Asamblea y poner requisitos como una hoja de vida sin tacha, puede mejorar la representación, y librar al país de la vergüenza de tener a mediocres legislando y fiscalizando.
Despojarle de la atribución de designar autoridades de control a ese maléfico invento de Montecristi llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs), es imprescindible.
Como lo es también hallar una fórmula que propicie la generación de empleo, en un país donde siete de cada 10 personas, en edad de producir, no tiene trabajo adecuado.
Combatir el narcotráfico que atormenta a los ecuatorianos es un objetivo común superior, y hallar la fórmula, un reto; tendrían que incluir la extradición.
Unos cuántos jueces y generales embarcados hacia Estados Unidos, junto a los lavadores de activos y los narcotraficantes, será un gran escarmiento; aunque algunos dirán que en Colombia no ha detenido el narcotráfico, lo cual es verdad, pero le ha librado al país de grandes capos.
Que se convoque a las urnas antes del 5 de febrero, evitará que los candidatos a las dignidades seccionales manipulen y mientan a la gente sobre el referendo.
En la consulta de Lenín Moreno, en febrero de 2018, los ecuatorianos demostraron destreza para separar la paja del trigo, a la hora responder las preguntas de la arquitectura constitucional.
A partir de allí no hay reelección indefinida y los sentenciados por corrupción perdieron sus derechos ciudadanos. Eso les debe arder algunos.
Es sabido que las urnas pueden resultar siempre un albur, pero hay que confiar en el pueblo.
Los chilenos acaban de darle una lección al mundo.
Lucharon en las calles para lograr cambios que impliquen más igualdad, equidad social y mejores condiciones de vida; pero la Constitución fue redactada de manera radical, por lo que ha sido rechazada con rotundidad. Tendrán que reescribirla.
Lo de Ecuador es un tema distinto porque se trata de una consulta y un referendo, pero son iguales en cuanto a la esencia de la democracia: el pueblo tomando decisiones con su voto. De allí el impacto de los resultados de Chile.