Contrapunto
Concierto para la mano izquierda, la otra genialidad de Ravel
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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No hay músico o historiador que no esté de acuerdo con la idea de que el quejumbroso o monótono Bolero fue la obra que dio fama al pianista y compositor francés Maurice Ravel (1875-1937), pero tres años más tarde apareció con otra genialidad: un 'Concierto de piano para la mano izquierda'.
El reconocido 'Bolero de Ravel' fue estrenado en 1928 en el teatro de la Ópera Garnier de París, fue un éxito rotundo y el músico francés ya se había convertido en uno de los más grandes compositores europeos.
La historia dice que mientras trabajaba su 'Concierto para piano en sol mayor' recibió el encargo de escribir una obra pianística que pueda ser ejecutada con la mano izquierda por el pianista austríaco Paul Wittgenstein (1887-1961), quien había perdido su mano derecha durante la Primera Guerra Mundial.
Hermano del filósofo Ludwig, en 1913, con una carrera musical en ascenso, Wittgenstein fue llamado a las filas del ejército y durante un asalto ruso en Polonia fue herido de gravedad y tomado prisionero. Tan graves fueron las heridas que tuvieron que amputar su brazo derecho.
Algunos músicos como Prokofiev, Britten, Hindemith y Richard Strauss compusieron música especialmente para Wittgenstein, pero ninguna fue del agrado del músico.
Con esos antecedentes llega el pedido a Ravel, que compuso la obra en re mayor en un poco menos de un año y al terminarla entregó las copias originales al músico para que se familiarice con la obra antes del estreno oficial.
En el libro 'El mundo de Ravel', Adriana Hidalgo editora, 1999, del escritor británico Roger Nichols, se detallan algunos episodios clave acerca de los desencuentros entre el autor del concierto y el músico austríaco.
El concierto no tiene la típica estructura de tres movimientos, sino uno solo que presenta temas opuestos que varían persistentemente. Tras un comienzo orquestal pianísimo, el piano ingresa con un fuerte protagonismo y, como dijimos, solo con la mano izquierda.
Mientras revisaba la partitura, Wittgenstein hizo algunas correcciones que no fueron comunicadas a Ravel, un hecho que presagiaba el desacuerdo entre los dos músicos.
La primera anécdota en el libro de Nichols es tomada de la obra 'At the piano with Ravel', Londres 1973, de la pianista Marguerite Long.
Wittgenstein confiesa a Long que había hecho algunos arreglos a la partitura, ella le aconsejó que se lo cuente a Ravel; pero no lo hizo.
Ocurrió en la casa de Wittgenstein, él tocaría y Ravel escucharía por primera vez su obra. Pero Long describe que el rostro del autor del Bolero "se iba oscureciendo más y más", la partitura estaba modificada, era una evidencia innegable.
Al final del concierto, Ravel caminó lentamente hacia Wittgenstein y le dijo: ¡Pero la obra no es así de ningún modo! En su defensa, el músico austríaco alegó: ¡Soy un experto con el piano y lo que usted escribió no suena bien! Era exactamente lo que no debía decir, escribe Marguerite Long.
Un par de frases más subidas de tono elevaron la tensión. Ravel prefirió volver a su hotel caminando, tal vez para que "el aire frío mitigue su fastidio", escribe Long.
Cuando el músico austríaco visitó París se produjeron los últimos y nada cordiales diálogos. Wittgenstein: ¡Los intérpretes no deben ser esclavos! Ravel: ¡Los intérpretes son esclavos!
Y ese no fue el único incidente, el libro también recuerda otro ocurrido con el Bolero que, como se sabe, lo escribió Ravel por pedido de Ida Rubinstein para ballet.
Cuando Arturo Toscanini (1867-1957) fue con la Filarmónica de Nueva York para interpretarlo en París, a Ravel no le gustó en absoluto, refiere Nichols.
Con Ravel en el palco, Toscanini en el escenario ejecutó el Bolero con mayor celeridad. El francés, indignado fue hasta al camerino a increpar al director, "es demasiado rápido", dijo; Toscanini replicó: "Es la única manera de salvar la obra".