Miércoles, 03 de julio de 2024
De la Vida Real

Los 25 años de Guardarraya y un gol en contra

Valentina Febres Cordero

Valentina Febres Cordero

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido. 

Actualizada:

1 Jul 2024 - 5:55

Mientras lavaba los platos me entró la angustia de no haber oído una sola canción de la playlist que el Pacaí, mi hijo de 13 años, nos había hecho para ir al concierto de los 25 años de Guardarraya. Estaba concentrada, sintiendo mi cargo de conciencia, cuando oí que el Wilson me preguntaba: "Oye, Chi, ¿has oído la playlist que nos mandó el Pacaí? Ya nos fregamos, el día llegó y siento que no estamos preparados".

Sí, el día del concierto tan esperado por mi hijo adolescente llegó.  Y el día tan inesperado para dos padres cuarentones también llegó.

El Pacaí estaba ansioso porque el partido de fútbol Ecuador vs. Venezuela lo iban a pasar en las afueras de la Plaza de Toros, donde iba a ser el concierto, y nosotros todavía ni salíamos de la casa.

Llegamos al lugar. Sacamos los celulares, nos escanearon las entradas y nos revisaron enteros. Nos sentamos en unas sillas de plástico y nos pusimos a ver el partido. Me mandaron a hacer 45 minutos de fila para comprar una pizza.

Dentro de la plaza ya se desarrollaba el concierto. No le vimos al Michelena, quien se presentó primero, pero vivimos por un instante la alegría de haber metido un gol. Tampoco oímos a una de las bandas que más me gusta, Swing Original Monks, pero comimos pizza y sufrimos la derrota contra Venezuela.

Se terminó el partido y entramos al graderío. Estaba lleno. El Wilson, el Pacaí y yo ahí, en medio del tumulto, nos sentamos a oír a una banda que jamás había oído, pero que sí estaba dentro del playlist que el Pacaí nos hizo. Se llama Lolabúm. Me gustó mucho este grupo, pero se pusieron a hablar de política y ahí me enervó un poco.

Los tres sentaditos moviendo el cuerpo al ritmo de la música, cuando de repente le vimos a mi primo Emilio. Nos llevó donde estaba con su grupo de amigos y con mi prima Juli. Ellos son una generación menor que yo y una mayor que el Pacaí. Nos salvaron. Justo en ese momento estaba cantando un reguetonero muy alhaja, que se llama Carlos Cortés. Me dio un poco de pena porque, por más que dejó todo en el escenario, no logró conectar con el público. Qué angustia porque no estaba nada mal para ser reguetón.

Mi hijo y los amigos de mis primos sí conectaron de una. Cantaron a todo pulmón con La Máquina Camaleón, de la que soy fan a morir del vocalista. Luego el Pacaí sintió en vivo lo más fuerte de la música ecuatoriana con la banda El Retorno de Exxon Valdez y bailó mosh por primera vez en su vida. No necesitó tener ritmo para poder bailar golpeándose todos contra todos. ¡Gozó!

El Wilson y yo fuimos actores y espectadores de ese momento y sentimos la alegría más extrema de ser cómplices de la felicidad de nuestro hijo y haberle acompañado al concierto al que tanto quería ir.

Pero también es muy interesante este viaje a través de los hijos, en el que vamos descubriendo mundos, reviviendo experiencias y recordando anécdotas.

¿Hace cuánto no íbamos a un concierto el Wilson y yo? ¿Hace cuánto no bailábamos en medio de la noche con tanto frío? Disfrutamos viendo cómo nuestro hijo gozaba con cada canción, bailaba y cantaba.

Creo que los músicos no tienen idea de lo que pueden lograr con su música y hasta dónde pueden llegar a influir.

Gracias, Guardarraya, por haber unido a tanto talento nacional en un solo lugar y en un solo día. Gracias por permitirnos revivir un poco nuestra juventud dormida.

Además, se lucieron con la organización. No hubo ventas ilegales de trago ni desmanes. Fue el mejor concierto para llevar a nuestro hijo.

El frío estaba insoportable, pero la luna fue testigo de mi fuerza de voluntad para haber estado firme desde las 5 de la tarde hasta las 12 de la noche en el graderío.

La verdad, sí hubo ratos en los que me arrepentí desde lo más profundo de mi ser por no haber oído la playlist que nos mandó el Pacaí. Siempre en un concierto se pasa mejor sabiendo las canciones y cantando a todo volumen.

Pero en la vida, a los 41 años, todo esto es experiencia, y espero que no sea el último concierto al que nos obligue a ir nuestro hijo, porque gocé como pocas veces he gozado en mi vida. Claro, eso también se lo debo a mis primos, que nos salvaron con su eterna juventud. Y a Don Medardo y sus Players, que fue el último grupo que se presentó, y que nos dio el mejor cierre que pudo haber tenido este concierto de altura.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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