Contrapunto
El gusano de seda: ¿Cómo creaba su música Mozart?
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Una de las coincidencias de los musicólogos es que el genio de Salzburgo, Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791), primero creaba la música en su mente y, por lo general, a toda prisa. Incluso poco antes del estreno de una obra recién se ponía a escribir la partitura.
Salvat, una de las más importantes enciclopedias de la música, y una carta -apócrifa o no- que Mozart escribe a un barón, cuyo nombre se desconoce, concluyen que, en efecto, el compositor recibía en su cerebro todas las notas antes de escribir la obra.
La enciclopedia corrobora con una preocupación de su padre -también músico- Leopold Mozart (1719-1787) sobre la posibilidad de que el hijo se convirtiera en un diletante, lo cual significaba que la composición quedaría relegada a un segundo plano.
"Leopold Mozart, hombre de gran sentido práctico, se dio cuenta de que a su hijo le amenazaba un peligro que podía comprometer gravemente su futuro: el de una superficialidad rayana en el diletantismo", según registra Salvat.
La genialidad quedó evidenciada antes de que Wolfang Amadeus cumpliera cinco años y eso su padre lo había constatado porque asimilaba todo cuanto oía. Pero, por muy extraordinarias que fuesen esas aptitudes, Leopold estaba seguro de la importancia de la formación teórica.
Nada podía superar -creía Leopold- el aprendizaje técnico de la fuga y del contrapunto. Pero no hay evidencias de que el hijo haya asistido a una escuela, el único maestro conocido que tuvo fue su padre, quien quedó más tranquilo cuando Joseph Haydn (1732-1809) le dijo: "vuestro hijo es el compositor más grande que he conocido".
No se duda de la originalidad de la carta, pero es muy probable que haya sido 'retocada':
"Usted dice que le gustaría saber sobre mi manera de componer, y qué método sigo en la escritura de mis obras de cierta extensión, y no puedo decir más sobre este asunto que lo siguiente: yo mismo no lo sé, y no puedo describirlo. Cuando estoy, como ha sido, completamente conmigo mismo, totalmente solo y de buen humor, es decir, viajando en diligencia o caminando después de una buena comida o durante la noche cuando no puedo dormir; es en estas ocasiones que mis ideas fluyen mejor y son más abundantes…"
Mozart insiste en su carta que no sabe de dónde y cómo llegaban a su mente las ideas musicales. "Las que me agradan las retengo en mi memoria y las tarareo para mí mismo", decía.
En el mismo documento del académico mexicano se narra la anécdota sobre la obertura de la ópera Don Giovanni, que supuestamente la escribió Mozart en la noche y la madrugada del mismo día de su estreno, en 1787.
Toda la obra (no discrimina entre óperas o sinfonías), aunque sea larga, "resulta casi lista en mi mente, de tal manera que la abarco en un solo momento como a un hermoso cuadro o a una bella persona".
El autor del famoso Réquiem escribe al barón que no olvida lo que ha producido en su mente y que cuando escribe saca las ideas "de la bolsa de mi memoria, si se puede usar tal expresión". Pero en ese momento, subraya, "pase lo que pase a mi alrededor sigo escribiendo".
Era tanta la genialidad, que algunos dudaban si acaso no era su padre el que le ayudaba a escribir. Salvat publica la anécdota de que para aclarar de una vez por todas si Leopold le ayudaba, el arzobispo de Salzburgo encerró al pequeño en una habitación incomunicado durante una semana y así fue como escribió la Cantata fúnebre, Köchel (opus) 42.
Finalmente, el musicólogo Friedrich Rochlitz, acerca de cómo escribía su música Mozart, dice que el artista creaba sus obras "al igual que el gusano de seda produce su seda, automáticamente, de manera intuitiva y sin esfuerzo consciente".