Comunidad Artística
Cojuda, acepta mi halago
Profesora de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Estudió Periodismo e Historia del Arte en la USFQ y en la Universidad Autónoma de Barcelona. Tiene un máster en Arte Contemporáneo, de Sotheby’s Institute of Art, Nueva York. Es editora general de
Actualizada:
Las palabras construyen la realidad y a fuerza de repetición normalizan identidades y situaciones. En los nombres de las obras de Diana Gardeneira, las palabras son martillos que golpean: Yo si te hago todo (2017 – hasta la actualidad) o Cojuda, acepta mi halago (2019).
Esos nombres no son casuales, salen de conversaciones en las cuales Diana Gardeneria indaga qué cosas escuchan las mujeres en la calle. Son palabras violentas, son cargas que resuenan en los oídos de quiénes las escuchan, en los oídos de las cojudas que no aceptan los halagos. Porque claro, hay que aceptarlos…
El 23 de julio, esta artista se convirtió en la sexta mujer en ganar el Salón de Julio, que durante 54 de sus 60 ediciones ha premiado a hombres. Bien sabemos que las mujeres tenemos siempre los números de participación en contra y en esta premiación, no deja de ser irónico que la obra ganadora contenga una mordaz crítica feminista, cuando los jurados de premiación y selección, todos hombres, aceptaron ser parte de un clásico panel masculino.
Cuestionar las estructuras de la violencia de género es más que reconocer el problema, pues implica también dar pasos al costado cuando los jurados de selección no son paritarios, de eso se trata ser aliados, no de premiar y esperar aplausos por la visibilización del tema. En fin.
Los números son tan importantes en el Salón como lo son en las obras de Gardeneira. Su proyecto más ambicioso -en escala y complejidad emocional-, Yo si te hago todo se hace con base en los datos de un censo del INEC, que revela que el 60,6% de las mujeres en Ecuador ha sufrido violencia. De ese porcentaje, 772.772 corresponden a mujeres de Guayaquil.
Para representar ese número y esas historias, Gardeneira trabajó con cientos de mujeres que se juntaron en largas mesas a pegar 772.772 pedacitos de tela, con 772.772 imperdibles en largas telas. La obra crea momentos de encuentro, diálogos, afectos compartidos y revela la capacidad de Gardeneira de generar complicidad y empatía con las personas que colaboran con ella. Su trabajo es arriesgado, valiente y generoso, como ella.
Cojuda, acepta mi halago, la obra ganadora del Salón, se construye con capas y capas de telas de tapiz, de cortina, de vestidos sobre vestidos y vestidos. La ropa dice mucho sobre las construcciones sociales y demandas sobre el cuerpo femenino, pero en esta obra y en este salón de pintura, se convierte en un soporte que puede también ser una crítica a la misma norma que trae consigo el canon pictórico.
En los sesentas, muchas artistas dejaron de pintar y empezaron a usar el cuerpo como una forma de resistencia frente a una técnica y un soporte que durante siglos se han validado desde lo masculino, desde la idea de la existencia de un “genio creativo”, de ahí que muchas artistas usen el canon pictórico no para seguir construyendo la idea de un linaje paterno (tomo el término del título de un poderoso ensayo de Mira Schor), sino para apropiarse de él y reconstruirlo desde lo femenino. La tela que Diana Gardeneira usa, en ese sentido, trastoca el canon de lo pictórico y dialoga con los campos expandidos.
La tela es un material confinado a los espacios de lo femenino, ya sea la confección o su relación con el cuidado doméstico, pero las telas de Cojuda, acepta mi halago constituyen un nuevo espacio de lo pictórico, habitado por muchas presencias, muchas mujeres que se visten incorrectamente -porque se tapan mucho, porque no se tapan-. Las voces que habitan las obras de Gardeneira son una multitud ruidosa, que llegan para poblar la escena del arte con su presencia y sus demandas de cambio.