Lo invisible de las ciudades
Soñar la ciudad
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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La semana pasada tuve el agrado de ser invitado a un programa radial conducido por Martín Pallares y Xavier Bonilla 'Bonil'. Estuvimos conversando sobre varios asuntos relacionados con Quito y sus problemas urbanos.
Originalmente, el tema a específico era la lerda movilidad que tuvimos la semana pasada, por las torrenciales lluvias. Pero, poco a poco, fuimos alejándonos de aquel tópico, porque se puso desde el principio sobre la mesa, que problemas como estos no tienen una solución preestablecida.
No se trata de una receta culinaria. La ciudad es algo mucho más complejo que mezclar huevos, azúcar, harina y revolver.
En general, partamos de la premisa mayor que cada ciudad tiene condiciones específicas, lo que las convierte a cada una en un experimento irrepetible. Las soluciones a los problemas urbanos no los encontraremos en principios supuestamente universales.
Al contrario. Es muy probable que las respuestas estén justo en los ajustes que dichas reglas requieran para adaptarse a un contexto específico. Incluso es muy probable que las respuestas estén mucho más allá de las reglas de juego establecidas en otros tiempos, en otros lares.
Quito tiene condiciones geográficas excepcionales. Existen muchas ciudades insertadas en valles rodeados por montañas; pero dudo que haya otra ciudad con las mismas condiciones de estrechez de terreno, densidad, y crecimiento oblongo.
Circulamos por donde las montañas lo permiten. Esto se vuelve aún más riguroso ahora que la ciudad se desparrama como un cuenco roto hacia los valles orientales.
Definitivamente, Quito no encontrará soluciones viales en ningún recetario de vialidad vigente. Debemos entonces encontrar nuestras soluciones, sin caer en el pretencioso acto de inventar el agua tibia.
Ahí es cuando propongo alejarnos del problema y analizar la situación desde un Zoom out. A partir de cierta distancia, notaremos que la movilidad en sí no es un problema, sino el síntoma de un problema mayor.
¿Cómo no vamos a tener trancones, si vivimos en una urbe que concentra casi todas las actividades públicas y privadas en un híper centro obeso, y la gran mayoría de nosotros residimos en las periferias?
Eso suena a la usual configuración urbana de cualquier ciudad, pero la topografía circundante no le permite a Quito crecer como un huevo frito; sino como un huevo pochado.
Una ciudad contenida tiene una movilidad contenida; y esto no solo se arregla con calles, vías y autopistas. Se debe pasar ya a un sistema integral de transporte público, que resulte atractivo para todos, y que no sea el "peor es nada" de las clases más austeras.
Mejores buses, sistemas de interconexión más ágiles entre las diferentes líneas, un metro que no trabaje de manera independiente, teleféricos entre Quito y sus valles orientales, incentivos para no usar el automóvil.
Las grandes soluciones suelen ser un rompecabezas compuesto por soluciones de menor grado, interconectadas entre sí.
Discutimos un ejemplo específico e interesante: ¿Y si en lugar de tener contraflujos unidireccionales en el túnel Guayasamín, le diéramos circulación exclusiva a los buses?
¿Estaría la gente más dispuesta a tomar un bus en esas circunstancias? De pronto puede que no sea una circulación exclusiva.
Podría permitirse la circulación de automóviles particulares, pero eso sí, subirle en esas horas el cobro del peaje de USD 0,40 a USD 5. Que cruce y pague quien lo crea pertinente.
Las soluciones a los tantos problemas que enfrentamos a diario no están en los manuales escritos años atrás.
Debemos buscar soluciones acordes a nuestras circunstancias. Para ello, a veces hay que atreverse a soñar un poco. Lamentablemente, quienes deben resolver la problemática de la ciudad no se atreven a hacerlo.
Temen ser acusados de ingenuos, y por eso siguen buscando respuestas en los manuales que ya han leído miles de veces.