Una Habitación Propia
Cerdita, el Antiguo Testamento y la sangre de tus enemigos
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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El otro día alguien preguntó en Twitter si la gente que fue víctima del bullying en su adolescencia ha perdonado a sus acosadores. No tuve que pensarlo mucho: no, no los he perdonado. Si pudiera volver el tiempo atrás, ejercería venganzas ingeniosísimas contra esos idiotas.
Esos idiotas tienen cuarenta y seis años ahora, mujeres, hijos e hijas, casa propia, puestos de trabajo, es decir, son unos señores de la edad de nuestros padres cuando ellos me trataban como basura. Yo también. Han pasado treinta años de los gritos, las carcajadas, la persecución en el patio del colegio, esa forma de pronunciar mi apellido con la voz de una persona con discapacidad mental, los oink, oink, la cucaracha que me mandaron envuelta como regalo.
Han pasado treinta años desde que mi adolescencia era un infierno por ser, imagino, gorda y distinta, por preguntar a los profesores lo que no me quedaba claro, por llevar siempre un libro que no era parte del currículo escolar, por no ser de la clase social de ellos, por parecerles rara o por, simplemente, la decisión aleatoria de a esta la vamos a acosar.
¿Quién tomaría la decisión de arruinar mi adolescencia? ¿A quién le parecería divertido perseguirme durante el recreo como a un animal asustado? ¿Cómo se elige ejercer la maldad frente a la compasión?
No, no los he perdonado.
Por supuesto, como decía, esas personas ya no son las que eran a los quince y dieciséis años, la edad que seguramente tienen sus hijos e hijas, pero eso no me importa. No creo en la famosa idea de que perdonar es sanar.
Yo soy como el dios del Antiguo Testamento ("para que bañes tus pies en la sangre de tus enemigos y tus perros se la beban". Salmos 68:23). Creo en la venganza. Escribo cuentos violentos, ¿en qué más iba a creer?
El otro día vi la película española 'Cerdita', escrita y dirigida por Carlota Pereda, y volvieron como un bumerán las escenas de acoso que sufrí en el colegio, abrir el papel con ilusión y encontrarme la cucaracha enorme, que el tipo más imbécil del colegio difundiera la idea de que yo era imbécil, las risas de las chicas que siempre iban detrás como súcubos.
En 'Cerdita', la protagonista, una adolescente con sobrepeso, es la diana de toda la maldad de los jóvenes del pueblo. Se encierra en sí misma porque hasta su mejor amiga se ha pasado al lado de los acosadores y mira desde lejos a los chiquillos ser chiquillos, mientras ella se pone unos audífonos para fingir que no le interesa ese mundo veraniego que parece recién hecho para las niñas y las flores.
La adolescencia es idílica para las que no están del lado inadecuado del mundo.
La adolescencia, en cambio, es una porquería para las gordas, para las raras, para las feas, para las que son el objetivo del acoso. Para todas ellas la adolescencia es una película de terror.
Y eso es lo que es 'Cerdita': una película de terror.
No voy a hacer espóiler porque estoy convencida de que es una película que hay que ver, pero la impotencia y el odio que se siente como espectadora al ver las vejaciones a la que es sometida Sara, el personaje al que llaman Cerda, es de los más insoportables que recuerdo.
Te entran ganas de saltar a la pantalla con una motosierra y hacer una carnicería riendo a carcajadas.
Te enajena, el bullying a los niños y niñas te enajena.
'Cerdita' es una película que trata el tema de la gordofobia, el body-shaming (cuerpoavergonzar) en un ambiente de violencia soterrada -o explícita- por parte de todos quienes rodean a Sara, empezando por su madre, cosa que en lugar de sorprender retrata las adolescencias que hemos vivido muchas: eres una gorda desagradable y hay que castigarte.
La ternura para Sara llega de una forma inesperada -y aterradora- y el final es una catarsis salvaje en la que muchas gritamos en silencio a la protagonista que ejerza su venganza y se bañe los pies en la sangre de sus enemigos.
No diré lo que hace. Véanla, tienen que verla.
Y ustedes, ¿han perdonado a sus acosadores?