Tablilla de cera
Ahora la centroizquierda debe cumplir porque la extrema derecha espera agazapada en Francia y Reino Unido
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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La centroizquierda europea tuvo estos últimos días dos triunfos notables, aunque también sonaron las alarmas porque, incluso derrotada, la extrema derecha sigue creciendo.
La única forma de cortar el paso a sus políticas hipernacionalistas, xenófobas, eurófobas, pro-Putin, negacionistas del cambio climático y, en el fondo, antidemocráticas, será con el ejercicio inteligente del poder.
El primer triunfo, el de Gran Bretaña, es absolutamente histórico: el 4 de julio el partido Laborista ganó la más amplia mayoría desde que se fundó hace más de un siglo, asegurándose 411 escaños (209 más que en 2019) de los 650 que tiene la Cámara de los Comunes.
Los Conservadores salieron del Gobierno con la mayor derrota desde la fundación de ese partido en 1832, pues solo alcanzaron 121 escaños (244 menos que en 2019 cuando obtuvieron 365).
También entraron al Parlamento los Liberal-Demócratas con 72 escaños (+61), el partido de extrema derecha Reform U.K., con cinco, y el Partido Verde, con cuatro. Los separatistas del Partido Nacional Escocés sufrieron un descalabro, al perder 48 escaños y quedarse solo con nueve.
El otro triunfo, el de Francia, no es menos notable: nadie esperaba que en esta segunda vuelta triunfara la coalición de izquierdas y, menos aún, que la extrema derecha quedara en tercer lugar cuando había ganado las elecciones al Parlamento Europeo el mes pasado y la primera vuelta el 30 de junio.
En efecto, el Nuevo Frente Popular (NFP) ––que, ante el peligro de la extrema derecha, reunió a los partidos Socialista y Comunista, el ecologista EELV y el más radical La Francia Insumisa––, obtuvo 182 escaños; la coalición centrista liberal de Emmanuel Macron, Ensemble, 168; el Reagrupamiento Nacional (RN) de extrema derecha de Marine Le Pen, 143, y otros conservadores, 60.
Los dos procesos, el británico y el francés, fueron elecciones anticipadas. El 22 de mayo el entonces primer ministro, Rishi Sunak, convocó sorpresivamente a elecciones anticipadas en Reino Unido para el 4 de julio. No tenía obligación de hacerlo hasta finales de 2024 pero las convocó motivado por una severa derrota en las elecciones municipales de inicios de mayo.
Por su parte, el 10 de junio, alarmado por el triunfo de la extrema derecha en las elecciones europeas, el presidente francés disolvió el parlamento y llamó a elecciones en doble vuelta (30 de junio y 7 de julio), las que no tenía obligación de convocar hasta fines de octubre.
Ambos líderes estaban siguiendo el exitoso libreto de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, que llamó a elecciones anticipadas tras una derrota en las elecciones locales, maniobra que le dio resultado: no ganó una mayoría propia para el PSOE, pero, mediante una coalición, se mantuvo en el poder.
A decir verdad, a Sunak jamás le iba a dar resultado su maniobra: el pueblo británico, con razón, rechazó a los Tories, quienes, tras 14 años en el poder, tenían muy poco que mostrar, salvo el desastroso resultado del Brexit, que Sunak, Boris Johnson y otros apoyaron, prometiendo que la separación de la Unión Europea frenaría la inmigración y el deterioro de la economía británica.
Pero,
- la inmigración ha seguido creciendo,
- la economía ha continuado deprimida,
- los costos de la vivienda se han disparado,
- las personas sin hogar se han multiplicado,
- la inflación se ha mantenido,
- los servicios públicos se han deteriorado, sobre todo el de Salud (NHS), otrora timbre de orgullo del Reino Unido,
- los Tories dieron muestras de cinismo, como las fiestas de Boris Johnson con su gabinete, en medio de la reclusión obligatoria de la pandemia,
- los Tories se mostraron corruptos con repetidos escándalos de ministros y altos cargos.
En los 14 años que han permanecido en el poder, los conservadores pusieron de primeros ministros a una serie catastrófica de personajes:
- David Cameron, el privatizador;
- Theresa May, la del Brexit;
- Boris Johnson, el populista insensible y payaso;
- Elizabeth Truss, la libertaria que duró menos que una lechuga en un estante de supermercado, y
- Rishi Sunak, el tecnócrata millonario bien casado, más rico que el rey Carlos III, que resultó el enterrador de los conservadores.
Por su parte, los laboristas después de sus desastrosos resultados electorales de 2019 decidieron reformar su partido. Reemplazaron al extremista Jeremy Corbyn, crítico feroz del libre mercado, de Israel y de la globalización impuesta por EE. UU., con el moderado Keir Starmer.
Abogado de derechos humanos y exfiscal no le sobra carisma, pero prometió que con un plan más escorado al centro (menor gasto público, renunciar al endeudamiento y a alzar del impuesto a la renta, adherirse a la alianza con EE. UU.) atraerían de nuevo a los votantes.
Acertó. Pero, si uno se fija en el número de votos, tampoco es para echar cohetes: la participación electoral fue muy baja y aunque el laborismo ganó ese abrumador número de curules, su porcentaje de electores creció muy poco. A su vez, el rechazo a los conservadores llevó a que los votantes no escogieran solo a los laboristas sino a los centristas liberal-demócratas, y también al recién creado partido de extrema derecha, el anti-inmigrante Reform U.K., dirigido por Nigel Farage, aliado de Donald Trump.
El sistema electoral británico, que otorga la curul de una circunscripción a quien tiene más votos en ella, lo que se llama “first past the post”, favorece a los partidos con bases electorales concentradas. El partido Laborista, con 33,8% del voto popular, obtuvo 411 escaños en el parlamento, mientras que Reform U.K., con 14%, solo cinco. Su base extendida en todo el país no tiene demasiada fuerza en cada circunscripción.
Esta altísima proporción de votantes por la extrema derecha es lo que también asusta en Francia. Si el RN no ganó, solo fue por el sistema electoral francés de segunda vuelta que permitió a los centristas de Macron y los izquierdistas del NFP votar por el candidato más fuerte en cada distrito, aunque fuera de las filas contrarias, pidiendo a aquellos candidatos que salieron terceros desistir de su postulación
Esto es lo que permitió detener a la extrema derecha en Francia. En la primera vuelta, esta ganó en 294 circunscripciones, pero en la segunda se quedó con solo 143.
Los votantes lo tuvieron claro: salieron en masa a votar y cruzaron las líneas ideológicas, cuando fue necesario, para que no saliera el candidato del RN.
Estupenda lección de democracia: más de 200 candidatos renunciaron. Si ya el NFP es una alianza de partidos que decidieron dejar de lado sus peleas anteriores y sus diferencias ideológicas y de enfoque para frenar a la extrema derecha, el segundo paso vino cuando esos militantes no le hicieron asco a votar por los centristas de Macron ni estos por aquellos.
Hubo 351 circunscripciones donde se enfrentó un candidato de RN con uno del NFP, Ensemble o Los Republicanos. Según un análisis de El País, “al reducirse a dos los candidatos de la primera vuelta, las dos alternativas subieron en votos en estos distritos, pero con intensidad bien diferente: la extrema derecha subió 7 puntos de media por distrito y sus rivales, 23 puntos”.
El desafío inmediato es formar gobierno. Ni el NFP ni Ensemble tienen la mayoría por sí mismos y deberán encontrar, ponto, una fórmula de entendimiento porque, perdedora y todo, la extrema derecha francesa celebra el mejor resultado electoral de su historia, y ya Marine Le Pen dijo que su triunfo “solamente se ha retrasado” tras los resultados del domingo.
Ojalá los europeos que creen en la democracia, la libertad, los derechos humanos y el internacionalismo sigan defendiendo a sus países de estos avances del populismo de extrema derecha.
Con el riesgo cierto de que el esperpento de Trump vuelva al gobierno en EE. UU. (ante la manifiesta debilidad de Biden), el mundo puede entrar a una era muy oscura si no se sigue los ejemplos de los países que, como Polonia, Grecia, España, la propia Turquía, en cierta medida la India, y ahora el Reino Unido y Francia, han logrado detener a la extrema derecha.
El reto para la izquierda, y en especial para los socialdemócratas de Francia y Reino Unido, que renacieron en estas elecciones, es demostrar que pueden mejorar la vida de la población, corregir y afinar los servicios públicos, impulsar la transición ecológica, mejorar la situación de los habitantes rurales, todo dentro de la democracia, el pluralismo, el respeto a los derechos humanos y la construcción de la comunidad internacional.