De la Vida Real
Un fin de semana diferente en el Centro de Quito
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
Actualizada:
Puedo asegurar que una de las cosas más deliciosas que hay en el mundo es un buen chocolate. Nada se compara al placer que provoca. En estas tardes de frío, tomar un chocolatito bien caliente, preparado en agua con un chorrito de leche, es algo sublime.
Mi hijo Pacaí es adicto a dos cosas en la vida: al chocolate y a ir al centro de Quito a tomar fotos. Por lo menos vamos una vez al mes, pero me aburro porque siempre hacemos lo mismo: caminamos y subimos a las cúpulas de las iglesias. Además, he identificado dos defectos terribles que tiene el Centro de Quito: no hay basureros ni baños. Los baños de las iglesias siempre están en reparación, sobre todo el de La Compañía. Hemos ido unas 10 veces, sin exagerar, y siempre es el mismo cuento.
El anterior fin de semana, el Pacaí dijo que fuéramos todos los de la familia al centro, pero yo propuse otro plan. Les dije que esta vez entráramos a un museo, que conociéramos algo diferente, donde haya basureros y baños disponibles. Buscamos en Google y encontramos lo siguiente: “El Museo Nacional del Cacao, de Guayaquil, se une al Museo Casa del Alabado en Quito para presentar una experiencia educativa única en el marco de la exhibición temporal 'Sabor y Saber: un viaje al interior de la alimentación precolombina'. Esta muestra ofrece a los niños la oportunidad de sumergirse en la rica historia del cacao en Ecuador. La exhibición 'Sabor y Saber' invita a explorar la alimentación precolombina, mostrando más de 150 piezas arqueológicas, textos históricos y muestras botánicas que narran la domesticación de la planta en los Andes y la vida de la Cultura Valdivia”.
Me pareció un muy buen plan: centro, museo y chocolate. Nosotros, ya con experiencia, sabemos que al centro hay que ir temprano. Claro que ahora, con el metro, todo es más fácil. Tenemos nuestra rutina: al llegar a la estación de La Carolina compramos los tickets, de ida y de regreso, de una vez. Así nos evitamos la cola interminable de las 3 de la tarde que hay en la estación San Francisco.
Antes de llegar al museo del Alabado fuimos a tomar un jugo de mandarina y compramos espumilla con un extra de grajeas. Llegamos al museo. Nos quedamos locos con su belleza. Nunca antes habíamos ido. Es un lugar súper moderno, dentro de una casa antigua, impresionantemente bien mantenida. Hay una sala que me alucinó: tiene un jardín vertical detrás de un vidrio, que da la sensación de estar en la selva. Cada sala es más linda que la otra. Hicimos un pequeño tour. Mis hijos se quedaron admirados con las piezas arqueológicas. Leían la información. Realmente disfrutaron. Yo tenía miedo de que se aburrieran y odiaran mi propuesta alternativa cultural.
Las guías, muy buenas gentes y relajadas, permitieron que mis guaguas recorrieran las salas a su ritmo, y eso amé. Me acuerdo que, cuando era niña, tenía pánico de ir a los museos porque los guardias me miraban como si hubiera cometido un crimen, y no les entendía nada a los guías.
Luego de terminar el recorrido de las 8 salas, nos invitaron a sentarnos para que oyéramos el discurso inaugural de la exposición y me quedé hipnotizada con la clase de historia del chocolate que nos dio Mariuxi García, directora del Museo del Cacao de Guayaquil.
Nos contó que en la Amazonía ecuatoriana existen evidencias milenarias del uso y cultivo del cacao, posicionando a Ecuador como el primer país donde el cacao fue integrado a rituales y a la alimentación diaria de las culturas indígenas. Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el cacao emergió como un codiciado producto de exportación, motivando su cultivo extensivo. Durante el siglo XIX, Ecuador se consolidó como uno de los principales exportadores de cacao a nivel mundial, distinguiéndose por su exclusiva variedad de cacao fino de aroma. A pesar de las dificultades del siglo XX, como las enfermedades de los cultivos y la competencia internacional, las últimas décadas han marcado un renacimiento, con un enfoque renovado en la producción de cacao de alta calidad y sostenible.
Tengo que resumir la clase magistral que nos dio Mariuxi, porque cada cosa que decía me parecía más interesante. Aprendí que los españoles fueron los que hicieron que el chocolate fuera dulce, porque le mezclaron con miel. Lo mejor que han hecho para la historia, creo.
Luego de esto, les llevaron a los niños a hacer unas actividades y a conocer más sobre la historia del chocolate. Desde ese día, todos en la casa comemos un chocolate y comentamos algo de lo que aprendimos un domingo en el centro de Quito.