Una Habitación Propia
Carta abierta a Marián Sabaté
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Querida Marián:
Tú no me conoces, pero yo te conozco desde hace muchos años.
De ti sé lo que todos: que empezaste muy joven en esto de la farándula y que eres una personalidad de la televisión, indivisible es tu nombre de la historia del entretenimiento ecuatoriano.
Pero sé, también, que toda la vida tu físico ha sido sometido a un escrutinio parecido al de aquel comprador de caballos que mira una dentadura.
Y no solo tu físico: tus decisiones personales, tu vida amorosa, tu alegría o tus desdichas se han desmenuzado no como si fueras no una mujer sino, yo qué sé, una cosa de la que quieren comprobar su valor.
Fuiste y eres alguien a quien no se le respetan sus sentimientos.
Pienso en tu vida y me estremezco.
La de ninguna mujer en este país es fácil, pero la tuya, tan expuesta, tan al rojo vivo, tan en la diana de una sociedad que ama odiar a las mujeres debe haber sido y debe ser dificilísima.
Caminar como pisando huevos para que nadie vaya a decir que eres loca, zorra, bruja, vieja, lesbiana, drogadicta, sucia, ordinaria, mala, ninfómana, fea, basura, débil, aprovechada, astuta, arribista, puta.
Lo han dicho igual, de ti se ha dicho todo eso y muchas más cosas, ¿verdad?
Sin embargo, este 8 de marzo decidiste hacer algo que pocas tienen el valor de hacer. Decidiste hacer públicas unas fotos sin Photoshop ni adornos. Unas fotos que no buscan tu mejor ángulo, unas fotos nada amables, unas fotos de tu cuerpo desnudo no como amante que espera, sino como víctima de violencia machista.
Le diste la vuelta al morbo hipócrita que espera que solo te saques la ropa para satisfacer al ojo lúbrico del hombre. Les diste un desnudo, sí, pero un desnudo de denuncia y no uno de sumisión.
En las fotos recreas la desesperación de una mujer prisionera, una mujer que quizás ha sido torturada, una mujer que ha sido víctima de una violación, una mujer asesinada.
Escribiste sobre tu cuerpo, Marián Sabaté, las palabras que te han dedicado toda tu vida, las que nos dedican a todas, pero a ti más, mucho más, porque tuviste la "mala cabeza" de llevar una vida pública, o sea, de ser una mujer libre.
Te voy a ser sincera, Marián, a mí nunca me caíste bien. Los programas de farándula apelan al lado más caníbal de esta puerca sociedad caníbal. Dan de comer el cuerpo y el alma de la gente a unos espectadores acostumbrados al sabor podrido de la carroña.
Tú eras parte de esa maquinaria pesada que pone en la mira las decisiones de las mujeres para que los odiadores profesionales de este país les lancen piedras aprovechándose del anonimato y del chismorreo fácil.
Tú lapidabas, Marián.
Pero sales con estas fotos el 8 de marzo y entonces me di cuenta de que hasta la mujer más frívola -o que lo parece- vive con el corazón roto y con el miedo constante de ser asesinada.
Tus fotos y el texto que las acompaña –"cada 72 horas una mujer, niña o adolescente es víctima de violencia feminicida. Hoy quiero utilizar mi cuerpo como protesta. Si conoces un caso denúncialo porque vivas nos queremos. Ni una menos. 8M"- me devolvieron un poco la esperanza en que algún día esta mierda se va a acabar.
Duró bien poco.
En una noche de insomnio leí más de cuatrocientos comentarios a tus fotos con el corazón más encogido, con náuseas y con unas incontrolables ganas de llorar.
Te decían barbaridades, Marián.
Pero las barbaridades -haters gonna hate- no eran lo grave. Lo grave, lo gravísimo, lo verdaderamente enfermo, era la cantidad de mensajes obscenos y pajilleros de hombres que, viendo la foto de una mujer torturada, hecha pedazos, rota, se excitaban.
El cuerpo de una mujer maniatada, aterrorizada, pintado con epítetos perversos a decenas de compatriotas les generó una erección.
¿Eres consciente, Marián, de lo espeluznante que es eso? ¿Te imaginaste que habría esa reacción?
Después de leer más de cuatrocientos mensajes a tus fotos me sentí perdida y aterrorizada, como si en vez de compartir país con hombres compartiera el país con lobos.
Ellos están ahí. Cada vez que nos subimos a un taxi, cada vez que entran a nuestra casa, cada vez que nos ven caminando, cada vez que se casan con nosotras.
El terror de ser ecuatoriana resumido en un tuit y sus reacciones.
No he podido dejar de pensar en eso y tampoco he podido imaginar qué sientes tú en este momento. La vida de una mujer, sus sentimientos, su corazón, su inteligencia, su grito de ayuda no significan nada en este maldito país.
Y aún así, Marián, tuviste los ovarios de tomarte las fotos.
Y yo, por eso, te admiraré para siempre.
Ole tú y ole tu valentía.
Tu amiga,
María Fernanda.