De la Vida Real
Y cantamos el Himno Nacional en la Cima de la Libertad
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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En mi último artículo debí haber puesto tres puntos suspensivos junto a la palabra 'continuará'. Pero como no tenía idea de lo que iba a pasar, terminé en punto final.
El lunes 23 de mayo en la mañana me llegó un mensaje por Facebook que decía lo siguiente: "Buenos días, le saluda Miguel Iturralde, coronel del Ejército ecuatoriano. Valentina, tengo el encargo, por parte del comandante general del Ejército, de participarle una invitación para que nos acompañe usted y su familia a la ceremonia del día de mañana en la Cima de la Libertad".
Grité de la emoción de poder vivir una experiencia cívica junto a mis hijos, de siete años (mellizos) y de 11 años, quienes llevan el patriotismo en las venas.
"Vamos a cortarles el pelo a los guaguas. Tú te tienes que poner elegante. Es formal. Yo no puedo ir porque tengo que trabajar, pero esta invitación es un privilegio", dijo El Wilson.
La noche anterior alistamos nuestros 'outfits'. Debo confesar que no soy aparente para los protocolos ni las formalidades, pero, ante este acontecimiento, me puse zapatos de taco alto y me maquillé.
Pedimos Uber a las 06:20. A las 06:35 al Uber se le bajó la llanta. Nos estresamos porque debíamos llegar puntuales. Agarramos un taxi amarillo. Fue lo mejor, porque el chofer conocía todos los atajos y en menos de una hora nos dejó en el punto acordado.
Al subir a la Cima de la Libertad pudimos ver miles de militares por todos lados. Nos bajamos del auto y saludamos al Comandante General del Ejército. Los nervios aparecieron al mismo tiempo que la ternura.
Mis hijos y yo, elegantísimos, frente a una gran autoridad que me agradeció por haber escrito el artículo. Y yo le agradecí por haber organizado la feria en el Bicentenario y por permitirnos conocer más sobre la labor que realizan las Fuerzas Armadas del Ecuador.
El Rodri me dijo en voz baja:
-Má, es un comandante de verdad. Sentí su mano y era de carne y hueso. ¿Le viste qué señor tan elegante con el uniforme de soldado? ¿Habrá peleado en alguna guerra? ¿Crees que sepa manejar aviones? ¿Por qué tendrá tantas medallas? Las conté, y tenía más de cien. Yo quiero ser así cuando sea grande.
La mañana estaba soleada. En el cielo de cuando en cuando aparecían aviones del Ejército, perfectamente alineados.
Minuto tras minuto, empezaron a llegar autoridades del gobierno.
-Má, ella es la Ministra de Educación. ¿Crees que nos diga algo por haber faltado a clases? Preguntó La Amalia preocupada.
-Ve, ñaño, el Alcalde de Quito. Le dijo El Pacaí al Rodri.
Estaban felices de reconocer a las autoridades a las que solo habían visto por televisión.
A las 08:55, llegó el presidente Lasso. Mis tres hijos gritaron:
-¡Má, el Lasso!
El Pacaí sacó su cámara y le tomó infinidad de fotos. Fue impresionante ver llegar al Presidente de la República. Entró con tres autos negros. Como en las películas, se bajaron unos señores vestidos de terno negro con gafas oscuras.
Todo este tiempo he pasado hastiada de tanta corrupción, de los políticos, de la delincuencia, del sicariato y el narcotráfico. He tenido la sensación de que no había esperanza para el país. Pero el rato que cantamos el himno nacional, sabiendo que hace 200 años logramos la Independencia, creo que me reconcilié con Ecuador.
Ver a mis hijos, con la mano en el corazón cantando el himno en medio del homenaje que los militares estaban haciendo por el Bicentenario de la batalla de Pichincha, fue esperanzador. Sentí un corrientazo que atravesó mi cuerpo de patriotismo.
Se entregó al Presidente de la República una réplica del sable del Mariscal Sucre y las proclamas libertarias que fueron firmadas por todos los alcaldes de las ciudades por las que pasó la cabalgata, con las que se comprometen a fomentar la unidad nacional.
Fue algo poético: dos grupos de jinetes salieron de dos ciudades, el 5 de mayo de 2022 desde Guayaquil, y el 7 de mayo desde Cuenca. Se unieron en Riobamba y continuaron hasta Quito.
La Ceremonia se acabó luego de un par de discursos, y fuimos al museo de la Cima de la Libertad. El coronel Iturralde contó que luchó en la guerra del Cenepa. Para El Rodri ese dato fue el cierre perfecto para tan grandioso día.
Ni bien entramos a la casa, mis hijos, con tono militar, le dieron la orden a Alexa para que toque el Himno Nacional del Ecuador, mientras El Rodri, a voz de comando, nos dirigió a todos: "Escuelas militares y unidades militares, Atención, ¡fir!" ¡Qué viva el Ecuador!