El Chef de la Política
Los vice presidenciables: ¿suman o restan votos?
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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En los países en los que se elige presidente y vicepresidente en la misma papeleta, la pregunta que surge es si el candidato a ocupar el segundo espacio político del Ejecutivo es relevante en el proceso electoral.
Aunque hay opiniones divididas al respecto, lo cierto es que resulta difícil evaluar, con datos medianamente bien concebidos, cuáles son los efectos de los candidatos a vicepresidente sobre el resultado final. Por tanto, no hay otra opción que limitarse a escuchar conjeturas razonadas o criterios indirectos sobre el rol efectivo de quien acompaña al presidenciable en la carrera por el poder político. En dicha condición se hallan ahora mismo los ecuatorianos frente a las declaraciones públicas, sobre diversos temas, de Andrés Arauz y Verónica Abad.
En las redes sociales, ese espacio en el que interactuamos generalmente con los que piensan de forma similar a nosotros, hay una lectura mayoritaria al respecto. Allí se señala que las actuaciones de Arauz y Abad, lejos de beneficiar a González o Noboa, lo que han provocado es inquietudes y temores entre el electorado.
Si lo dicho es cierto y, por tanto, existe una distancia entre la postura de los presidenciables respecto a sus compañeros de fórmula, una conclusión que se deriva de forma casi inequívoca es que no existe coordinación entre ellos o que las campañas de unos y otros se manejan de forma autónoma.
Sin embargo, esa es solo una de las caras de la moneda. Hay otra posible interpretación de la realidad que, aunque no es la que muchos podrán acoger, vale la pena señalarla, pues, podría ayudar a despejar las dudas existentes al respecto.
Esa lectura alterna en torno a los aparentes desaguisados de Arauz o Abad es que su propósito es capturar un sector del electorado que se siente representado en ese tipo de opiniones y que, a pesar de ello, le cuesta expresar su posición de forma abierta.
En momentos en los que la tolerancia política ha perdido buena parte de la batalla y las ideas “únicas” se posicionan sin derecho a réplica o crítica alguna, quizás lo que dice Arauz o Abad constituye un bálsamo para quienes piensan de esa forma, aunque no lo pueden hacer públicamente. Dicho de otra forma, en tiempos en los que la cultura de la cancelación se impone frente a ciertas creencias o visiones de la vida, lo que podrían generar los discursos de Arauz o Abad es dar voz a quienes se sienten aprisionados en una sociedad que tacha, en ocasiones irracionalmente, sus preferencias ideológicas o sociales.
Si esto es así, entonces no hay inconsistencia en las campañas electorales ni ausencia de diálogo entre los binomios.
Lo que sucedería, muy al contrario de lo que podríamos creer, es que hay toda una estrategia bien diseñada que elimina de los presidenciables los temas o abordajes que pueden lucir “políticamente incorrectos” y los traslada a quienes los acompañan en la papeleta. Bajo esta perspectiva no solo se capturarían las preferencias ciudadanas que se revelan de forma más abierta, a través de González o Noboa, sino también aquellas que, en ocasiones sin mayores argumentos, se las descalifica de forma abierta.
Por tanto, valdría la pena evaluar las declaraciones de Arauz o Abad más allá de nuestro propio lente y darnos la oportunidad de explorar otras opciones de comprensión de la vida política. Eso aportaría, en alguna medida al menos, a comprender mejor el tipo de sociedad en la que vivimos y las razones por las que algunas organizaciones políticas generan más adeptos que otras.
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Las opiniones que en ocasiones lucen, a primera vista, desfasadas en el tiempo que viven las sociedades, pueden traer tras de sí toda una tendencia de pensamiento que se siente incapaz de expresarse por el temor a las críticas, el rechazo y la ignominia.
Allí puede estar una causa del ascenso meteórico de Milei en Argentina o en su momento de Bolsonaro en Brasil. Allí puede estar también una posible interpretación de la actuación de Arauz y Abad. Quizás, y contrariamente a lo que solemos pensar, las declaraciones de los vice presidenciables terminan sumando más que restando votos a sus compañeros de fórmula.
Más allá del caso ecuatoriano, a medida que avanza la cultura de la cancelación de opiniones o creencias distintas a las posicionadas socialmente, la posibilidad de discursos extremistas va en aumento. Esa parece ser la tendencia.