Leyenda Urbana
Tumbar al candidato, para no botar al Presidente
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Que ninguno de los ocho candidatos que buscan llegar a Carondelet haya admitido, públicamente, que de ganar las elecciones participará en los comicios de 2025, para prolongar su mandato, confirma que las campañas electorales son un juego de simulaciones, donde lo que se dice no siempre es la verdad y lo que se ve no representa la realidad.
Recién en 2024, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) convoque a elecciones y quien resulte ahora elegido registre su candidatura, se podrá confirmar que su inadmitido objetivo fue siempre continuar en el poder.
En ese momento, todo lo que se diga resultará un ejercicio inútil y frustrante, porque quien ejerza la Presidencia y busque seguir gobernando esgrimirá justificaciones valederas, como aquella de que necesita concluir las obras y proyectos iniciados.
De cara a este escenario, es mejor tomar conciencia de que en agosto se elegirá a un gobernante para, probablemente, los próximos cinco años y medio, por lo que se impone una reflexión serena y cuidadosa sobre los candidatos, uno de los cuales se hará cargo de un país que vive una grave crisis de inseguridad, económica y social.
Por eso, mientras los estrategas de campaña y sus equipos arman los mensajes para conquistar a la gente, transformando una candidatura en eslogan; producen videos para que se viralicen y conviertan en un meme drop, con el que seducirán a los jóvenes.
La responsabilidad ineludible de la academia, los medios de comunicación y las diversas organizaciones sociales y gremiales es propiciar el debate de ideas y la difusión de lo que representa cada uno de los candidatos.
Siempre me ha llamado la atención que, en varios países, sobre todo en las grandes democracias occidentales, los candidatos a la Presidencia son sometidos a un rigurosísimo examen.
Una suerte de escaneo de su vida y obra, con lo cual se proporciona a los electores detalles suficientes sobre quién tendría en sus manos el destino de la nación.
En Ecuador, que ha vivido experiencias frustrantes al haber descubierto la verdadera historia del político cuando ya ha asumido el poder, bien valdría la pena aplicar ese método, para no ser sorprendidos, una vez más, y tener que repetir que "eso no lo sabíamos".
En los medios de comunicación tradicionales y también en las redes hay que contar todos los detalles sobre los candidatos, comenzando por sus orígenes, su familia, su formación desde la escuela, el colegio, la universidad y otros centros de estudio.
Se trata de información relevante, por lo que no puede ser una simple descripción, sino que debe estar sustentada en testimonios de familiares, compañeros, maestros, amigos y hasta vecinos que revelan cómo ha sido el candidato; cómo suele actuar y cuál ha sido su conducta cuando los focos de los medios no estaban sobre él.
Es esencial conocer acerca de su entorno laboral, su entorno social y político, así como sobre sus gustos y preferencias.
Con información verificada y documentada, hay que descubrir el origen de sus bienes, sean pocos o muchos. Y su comportamiento frente a las entidades de control.
Un país que va a poner su destino en las manos de una persona necesita conocer la conducta ética del candidato y también su estabilidad emocional, ya que en el ejercicio del poder estará sometido a un estrés enorme.
Es imprescindible, por lo tanto, tener detalles sobre la salud de quienes aspiran a liderar el país, bajo el entendido de que esa información es esencial para su propia seguridad y la del Estado.
En lo político, siendo este un país en el que se ha normalizado el alquiler de casilleros partidistas para inscribirse en el CNE y hasta se abjura de las ideologías que se representa, incluso, la propia organización que los auspicia, conocer qué valores defiende el candidato, qué concepto tiene de las doctrinas universales; qué convicciones lo motivan, resulta fundamental.
Como lo es también descubrir si su forma de vida es coherente con esas convicciones, o si han sido acomodada para la circunstancia.
Tener información sobre aquellos que rodean al candidato y saber de dónde proceden y a quién representan, es también fundamental.
En un país como Ecuador donde la impunidad se ha vuelto un sello que avergüenza, la lucha contra la corrupción tiene que ser un compromiso firmado, refrendado y atestiguado con el pasado del aspirante.
Es igualmente imprescindible tener información sobre quiénes financian las campañas y de dónde provienen esos recursos.
Qué hará con el IESS y cómo defenderá la dolarización tiene que ser anticipado.
Respecto de la consulta sobre el Yasuní, más allá de conocer cómo responderá la pregunta, es vital saber la posición del aspirante a Carondelet frente al cambio climático, y cuál es su propuesta al respecto.
En los prolegómenos de la campaña oficial, uno de los candidatos ha usado las redes para descalificar a los periodistas y a los tuiteros que lo critican, llamándolos mentirosos.
Si así actúa cuando pide el voto para llegar al poder, no resulta difícil imaginar cómo lo haría si llagase a detentarlo.
Esa experiencia la ha sufrido el país, de allí que no asombra que el líder y mentor de una aspirante haya arremetido contra un periodista por las preguntas planteadas a una candidata, sin admitir que las respuestas son esenciales para que la gente conozca su pensamiento político.
Que estos temas no importan a la gente ni deciden una elección, podría ser, pero la responsabilidad de la academia, los medios y las organizaciones sociales es ponerlos para el debate.
Para ir a las urnas, los ecuatorianos tendríamos que contar con información suficiente sobre los candidatos y su entorno.
Así se escogerá al futuro Presidente y no al nuevo verdugo del pueblo, que, además, eventualmente, podría quedarse cinco años y medio en el poder.
En un taller para coberturas de campañas alguna vez escuché decir que, si la prensa cumpliera su tarea y entregara suficiente información a la gente, no se llegaría a botar a un Presidente, porque en las urnas el pueblo habrá tumbado a los malos candidatos.
¡Que así sea!