Matrix política
Candidatos vemos, intenciones turbias, ¡no sabemos!
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
Actualizada:
Hemos ya señalado anteriormente en esta columna que algunos consultores políticos hemos llegado a una conclusión (más o menos consensuada) de que para una campaña en serio —una que cuente con reales intenciones de ganar, que tenga una ideología, que sea apoyada por gente que comparta principios y valores, que tenga un buen candidato, un plan de Gobierno, un equipo de campaña altamente calificado, unas estructuras que al menos te reciban en las provincias, unos recursos y financiamiento -limpios, se entiende- etc.— debería arrancar cuando menos un año o un año y medio antes del día de la elección.
Sin embargo, en estos últimos días hemos sido testigos de la proliferación de anuncios de candidaturas (porque por ahora son eso, anuncios, hasta los primeros días de octubre cuando se definirá la papeleta de febrero de 2025).
Desde mi forma de ver la política, estos últimos años se ha degradado absolutamente nuestro sistema electoral —con la muerte de los partidos políticos tradicionales y la llegada de movimientos emergentes— que los partidos son simplemente vehículos electorales para llevar a algún líder eventual a Carondelet, y vemos el aparecimiento de partidos políticos de compra, venta y alquiler.
Estas organizaciones se dividen en cinco grupos esenciales:
1.- Los que van a competir en serio: son aquellos que no sólo cumplen los requisitos detallados arriba, en el primer párrafo, sino que viendo una encuesta de línea base, tienen algún nivel de posicionamiento, de conocimiento, de aceptación, de intención de voto y poco rechazo, y además pueden encontrar un nicho del pastel electoral que les permita crecer lo suficiente como para poder aspirar a una participación digna.
En mi concepto, de lo que he visto hasta ahora, no pasan de tres o cuatro (aunque tres sería más preciso de, al menos, 10 ya autoproclamados y otros por llegar).
Y entonces, usted me preguntará, estimado lector, ¿para qué van los otros?
Pues simple:
2.- Hay una segunda camada que sabe perfectamente que no puede competir porque no reúne uno solo de los requisitos señalados, pero que necesita lanzar candidato para buscar dos objetivos básicos:
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- Para lograr, por el fenómeno arrastre, hacer la mayor cantidad de asambleístas y con eso reservar su espacio de poder (aunque viendo los últimos períodos de la Asamblea sería mejor bautizarle como “su espacio de joder”).
- Y para poder mantener el membrete y los requisitos de porcentaje que establece el Código de la Democracia para no desaparecer del mapa.
3.- Un tercer grupo que anuncia su candidatura con piola: ¿cómo es esto? Pues la lanzan, como diciendo al resto de las facciones: mírenme, aquí estoy y estoy dispuesto a que me llamen para conversar y llegar a algún tipo de alianza.
Esto, que debería ser muy normal en Democracia, alianzas, acuerdos, pactos, pues lastimosamente en la nuestra, casi siempre (con honrosas excepciones, vale aclararlo explícitamente) suena a reparto, búsqueda de puestos en caso de ganar, pactos inconfesables, rutas de impunidad, etc.
4.- Otro grupo que está buscando hacer una primera elección para posicionar su candidatura. Para crear adeptos, para generar estructuras, para empezar a ser escuchado por el gran público, para ganar la experiencia que solo te da caminar las calles, entender al electorado, ver su realidad y sus problemas y palparlos de tal manera de que en una futura elección llegues ya con una oferta concreta, medible, realizable. Un equipo calificado que te acompañe, un gran entrenamiento para afrontar a los medios de comunicación para aprender sobre el mundo digital y para poner su nombre en el tablero como futura promesa de la elección.
Esto, nos guste o no, existe.
5.- Finalmente está el pequeño pero no por eso menos preocupante grupo de aquellos que van a hacer el ridículo (digámoslo así, de frente): gente que quiere poner en su hoja de vida el pomposo “excandidato a la presidencia de la República”, gente que es invitada a los debates con cobertura nacional para decir alguna incoherencia o destacar por alguna payasada, gente que hace perder tiempo a los medios de comunicación invitándoles por buscar un balance informativo, gente inútil al fin.
Y de esos, muchos.
Así nos va…