Matrix política
Salí cinco minutos en Tv, ¡lánzate a Presidente!
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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Ya hemos charlado aquí de la virtual muerte de los partidos políticos tradicionales, en gran parte por un sistema electoral fallido que regala recursos (sí, de usted señor contribuyente) como el fondo partidario y las franjas electorales sin ningún tipo de auditoría, seguimiento y mucho menos control.
En otra gran parte porque suelen ser organizaciones verticales, caudillistas y que, en lugar de tener proyectos políticos y planes de largo plazo para el país, se constituyen en vehículos electorales (a veces de alquiler) para llevar a ese caudillo a la presidencia y con él a ejércitos de partidarios a la función pública estén o no preparados para los cargos y que terminan muchas veces en casos de falta de ética o incluso de corrupción. Eso en cuanto a lo macro.
Analicemos entonces lo micro. Este país, que se ha comido muy fuertemente el cuento del outsider, que da resultados una de cada 100.000 veces que ha ocurrido en la historia, produce un fenómeno que mucho más allá de verlo como folclórico a veces raya en lo ridículo: que gente que ha tenido por cualquier eventualidad (una protesta social, un logro deportivo, un debate en estado de elevación, una denuncia de corrupción, cinco minutos en un canal de televisión, un título de influencer…) crea que automáticamente que está capacitado no para una junta parroquial, no para una concejalía, sino directamente para un espacio en la Asamblea y -no se sorprendan- para el sillón de Carondelet.
En el mundo de las democracias más avanzadas (el mundo en serio, digamos), los líderes hacen unas carreras inmensas o destacadas en lo público y en lo político para poder luego aspirar a un cargo de la magnitud de una presidencia de la República. Y esto no tiene nada que ver con la edad: hay CEO de multinacionales gigantescas que no pasan los 40 años, pero cuando te fijas en su formación académica y profesional, ya han acumulado un acervo importante de experiencia que les permita ser exitosos a la hora de gobernar.
Casos como los de Ángela Merkel en Alemania, Joe Biden en Estados Unidos o Bukele (un buen ejemplo del tema edad) en Latinoamérica, bien pueden ejemplificar lo señalado aquí: hacer carrera en la política para luego aspirar a lo más alto.
Estamos a puertas del inicio de una nueva campaña electoral, en donde el Gobierno del Presidente Noboa parece llevar (de acuerdo a los números de Comunicaliza, más del doble de intención de voto que un segundo aspirante) una importante ventaja y que seguramente lo convertirá en el gran elector de 2025.
Sin embargo, como cuando se abren los libros de pases para que los equipos de fútbol contraten jugadores, se abre el abanico de candidatos de la más variopinta extracción. Esta vez, muchísimo más del lado del centro a la izquierda que del otro lado, que parece pensar que Noboa es imbatible. Los nombres que suenan, ya sea para tener cinco minutos de cámara haciendo una mini gira de medios, tratando de patear el tablero, o simplemente para poner nerviosos a sus rivales y que les llamen (sin éxito) para “negociar”, han producido, en algunos casos, verdadero escozor en la población. Ahí tienes populistas, anarquistas, nihilistas, comunistas indoamericanos, gente afectada su salud mental, aliados de expresidentes derrocados e incluso gente que ni siquiera puede salir del país. Y así nos va…
Es solo el electorado el máximo juez de estas aventuras de la política. Por eso siempre es importante intentar, al menos, educar políticamente a la población, dejarla pensar en libertad, ayudarle a que no dependa de ayudas sociales clientelares, nunca menospreciarles, pero sobre todo, no burlarse de ellos intentando llegar a una posición en donde no les vas a cambiar la vida y les vas a engañar en su cara. No pedimos mucho más.