El Chef de la Política
El Canciller-candidato
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Arranca el año y el primer cambio en el gabinete ministerial toma por sorpresa a la gran mayoría del país.
Si se pudiera hacer una evaluación de quienes se sientan en la mesa larga de Carondelet, porque la chica, en la que se toman decisiones clave de forma oportuna parece no existir, el Canciller Montalvo seguramente sería uno de los que obtendría mejores calificaciones.
Su amplia trayectoria en el campo diplomático, la que no se adquiere en cuestión de meses sino de muchos años, había devuelto a los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores la esperanza de que la carrera que allí se gesta tiene consistencia y que quien está al frente de la institución conoce a profundidad tanto sobre lo que habla como respecto a las decisiones que asume.
En efecto, más allá de cierto silencio en el tema de los narco generales, era poco lo que se le podía imputar como desaciertos al Canciller saliente. Sin embargo, cuando nos conviene, la experiencia y destrezas para el cargo son fundamentales, cuando no, esos son meros 'detalles' que se pueden suplir con cierta facilidad.
Eso aplica para entender tanto la salida del Embajador Montalvo como la llegada de su sucesor.
En la búsqueda de justificaciones para el cambio en el Ministerio de Relaciones Exteriores, algunos dicen que los temas comerciales no habían sido la prioridad del excanciller y que era necesario dar un mayor impulso a ese sector.
Otros argumentan que eso es solo parcialmente cierto y que, en realidad, eran los acercamientos con China los que no generaban mayor motivación a la gestión del anterior ministro.
Sea o no esa la razón 'técnica' de la salida de Montalvo, lo que cualquier ciudadano con un mediano olfato político tiene claro es que la designación del nuevo Canciller debe ser leída como un intento de apuntalar la carrera de Holguín hacia la alcaldía de Quito.
Darle espacio en medios de comunicación y generar una agenda de políticas públicas en la que el marchante luzca como el ejecutor principal, sería el guion proselitista de los siguientes meses.
Ahí, el andamiaje institucional de la Cancillería se deberá poner a tono con las búsquedas políticas de las seccionales de 2023.
Si las cosas son así, y son pocos los que dudan de lo dicho, entre los funcionarios del Servicio Exterior los malestares e inconformidades de antaño habrán vuelto a posicionarse.
Aunque la estrategia luce clara y eventualmente coherente sobre el papel, lo que quizás no se tomó en cuenta o se relativizó es que para ganar la alcaldía de Quito hay que sacarle el electorado a Jorge Yunda y a Luisa Maldonado.
Ese voto, que sumado llega a casi el 40% en las elecciones de 2019, está concentrado en el distrito sur (más del 50%) y en menor medida en los distritos centro y rural (alrededor de 40% en cada uno de ellos).
Ahí la gran pregunta que surge es si las acciones que se puedan tomar desde un ministerio que no resulta cercano a las demandas cotidianas de la gente generará un espacio en el que se capturen adherentes y potenciales votantes.
No resultará espontáneo ni natural ver a un Canciller en ropa deportiva, visitando barrios o inaugurando obras. Tampoco asistiendo a ferias populares o mercados.
Si la idea era posicionar desde ya al candidato oficialista a la alcaldía de Quito, quizás otros espacios de decisión pública eran más afines con el objetivo.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social o el de Obras Públicas, tradicionalmente utilizados para la generación de clientela política, podían ser una mejor opción.
No obstante, allí están las cuotas azuayas del gobierno y allí están también, eventualmente, los candidatos a los cargos seccionales en esa provincia.
Desde luego, no toda la votación que podría capturar el Canciller-candidato está en Yunda y Maldonado.
Hay otros grupos de electores que prefirieron a Paco Moncayo (17,78%) o César Montúfar (16,93%) y allí se podrían centrar las miradas del movimiento oficialista en su anticipado inicio de la campaña electoral.
Sin embargo, hay ciertas cuestiones que se deben tomar en cuenta. La votación de Moncayo fue la mejor distribuida en la ciudad (sur: 15,57%; norte: 18,22%; centro: 18,35%; rural: 18,70%) y por ello, difícilmente, Izquierda Democrática dejará de presentar un candidato propio.
Es cierto que muchos de esos electores apoyaron más a la figura del General que a la agrupación partidista, pero independientemente de ello, quien asuma el reto de ser el candidato naranja algún beneficio tendrá que captar con esa bandera política.
Más allá de los resultados que pueda obtener Izquierda Democrática con un candidato propio, lo que importa es que allí Holguín tendrá que bregar para sacar algún beneficio electoral.
Con la votación de César Montúfar ocurre algo similar. Si no es él mismo quien vuelve a intentar presentarse como candidato, aunque ahora tendrá que buscar una organización política que lo auspicie, nada garantiza que ese caudal de votos fluya de forma mayoritaria a Holguín.
De hecho, y este es otro elemento a considerar, con toda seguridad habrá varios aspirantes a beneficiarse tanto de los apoyos recibidos por Montúfar o por el propio Moncayo.
En definitiva, no hay mayores expectativas de que las elecciones a la alcaldía de Quito de 2023 sean diferentes a las de 2019: muchos candidatos y un ganador o ganadora con un porcentaje relativamente bajo de votos.
En ese contexto, utilizar al ministerio de Relaciones Exteriores como un trampolín político para el Canciller-candidato quizás conlleve mayores costos que beneficios no solo al movimiento de gobierno sino esencialmente al país.
Mucho de lo que se criticaba a gobiernos pasados sobre el uso de la estructura estatal para fines electorales podría volver a verificarse ahora. Nuevos actores y viejas prácticas.
Ecuador sale de un Canciller adiestrado por más de tres décadas en la carrera diplomática para pasar a otro del que, más allá de los afectos que pueda generar entre los cercanos al gobierno y su apoyo clave en el proceso de obtención de vacunas, poco se conoce respecto a sus credenciales para manejar uno de los ministerios que requiere conocimientos especializados.
Ecuador sale de un Canciller concentrado en sus funciones y el rol del país en el contexto internacional para pasar a otro que, si lo que se rumorea con fuerza es cierto, volcará su gestión hacia el proselitismo electoral.
Lo poco que se había avanzado en la institucionalización de la Cancillería, al menos en lo relacionado con colocar a la cabeza a alguien que haya salido de su seno, se vuelve a perder.
El tiempo dirá cuánto dura el paso del Canciller-candidato por ese ministerio. La fecha de inscripción de candidaturas a la alcaldía de Quito podría ser un buen parámetro de estimación.