Contrapunto
Bruckner, un gran compositor sinfónico y ferviente wagneriano
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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El austríaco Anton Bruckner (1824-1896), organista y compositor de al menos 11 sinfonías comenzó su obra sinfónica apegado al libreto del romanticismo, hasta que conoció a Richard Wagner (1813-1883) y se dejó llevar por la corriente modernista.
Fue un hecho que lo marcaría durante los 30 últimos años de su vida y lo envolvería en la polémica anti wagneriana que agitaba el ambiente musical vienés, que vivía deslumbrado por Johannes Brahms.
Aunque incursionó primero en la música sacra con algunas misas y un tedeum, se decidió por la música sinfónica; su primera sinfonía fue considerada fiel al estilo romántico que había sembrado Ludwig van Beethoven (1770-1827) durante el siglo XVIII y XIX.
La musicóloga Pola Suárez Utubey ubicaba a Bruckner dentro de la mejor "tradición sinfónica posbeethoveniana".
Introvertido ("me refugio en la melancolía de mi pequeña habitación"), soltero hasta su muerte a los 72 años, fue considerado entre los mayores defensores de las bellas formas heredadas de Haydn, Mozart y Beethoven.
En las biografías de Bruckner se dice que cuando tenía 40 años conoció la música de Wagner a través de 'Tannhäuser' y después con 'Tristán e Isolda', un hecho decisivo para el estilo final de su obra.
A Bruckner le ocurrió lo mismo que a muchos músicos o críticos por el lado de la adoración al coloso de Bayreuth (Wagner), a quien dedicó su tercera sinfonía y un movimiento de la séptima, en el que se aprecia esa influencia.
El encuentro con Wagner ocurrió en mayo de 1865 y fue decisivo en la sonoridad instrumental de las últimas sinfonías de Bruckner, dicen importantes estudiosos de su música.
El compositor austríaco compuso 11 sinfonías, de las cuales quedaron catalogadas solo nueve; esta quedó inconclusa debido a su muerte causada por una fulminante hidropesía.
Los musicólogos descartan la posibilidad de que el músico austriaco fue un epígono de Richard Wagner, pero de que estuvo cerca sí se puede concluir tras oír todas sus composiciones.
En sus obras sinfónicas aumentó el número de músicos y de instrumentos, algo que está implícito en toda la música de Richard Wagner.
Al mismo tiempo, la música de Bruckner era observada minuciosamente por otros dos grandes que venían a continuación: Gustav Mahler (1860-1911) y Richard Strauss (1864-1949).
La fuerza orquestal-instrumental de las obras de Strauss, también las de Bruckner, fueron muy consideradas por los directores cinematográficos de mediados del siglo XX.
Lo impresionante de este músico fue que en sus inicios fue un autodidacta que estudió solo. En 1849 ya había escrito su primera misa de réquiem y fue un respetado organista de monasterios e iglesias.
Según Wikipedia, que cita abundantes biografías e investigaciones, Anton Bruckner sufría fuertes trastornos emocionales, pasó por largos períodos depresivos y desarrolló una personalidad con algunas manías.
Como, por ejemplo, contar los ladrillos de una pared o las ventanas de los edificios cuando los observaba; practicaba rituales de verificación: entraba una y otra vez a su casa para asegurarse de que las velas estuvieran apagadas.
La experiencia personal tras oír todas sus sinfonías es que ninguna se parece a otra. La primera es muy especial, su estructura se aprecia similar a la música sinfónica de Schubert.
A partir de la quinta es un giro total marcado por la instrumentación wagneriana. En la novena, inacabada, el scherzo está en el segundo movimiento y, pese a que no la concluyó, su duración es de más de una hora.
También es claro que en el siglo XIX su música no era frecuente en los repertorios de las orquestas de entonces; pero en el siglo XX Toscanini, Furtwängler y Karajan permitieron un mejor conocimiento de su obra.
En el siglo XXI el sueco-estadounidense Herbert Blomstedt actualizó en su repertorio sinfónico toda la música sinfónica de Bruckner.