El Chef de la Política
Blandengues
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Débiles de ánimo. Débiles de fuerza. Débiles de espíritu. Débiles de ideas. En sencillo, blandengues. Eso son ustedes, la mayoría de quienes ahora pululan por la legislatura de Ecuador.
Incapaces de sostener una posición a lo largo del tiempo. Incapaces de asumir responsabilidades. Incapaces de proponer un discurso propio y sostenible. Incapaces de argumentar de forma coherente.
Blandengues, esa es la descripción que mejor les calza. Por eso, por blandengues, es que el país los mira con vergüenza y acaso con repugnancia.
Por eso es que la idea de disolver la Asamblea Nacional no es mal vista por varios sectores sociales, aún a sabiendas de que esa medida no resolverá en nada (acaso agravará) los problemas del país.
Sus hechuras de blandengues están ahí, a los ojos del país. Lo ocurrido la semana pasada, luego de la aprobación del informe que recomienda el inicio del juicio político al Presidente y del que ahora reniegan, es una de las últimas expresiones de lo débiles de espíritu que son.
No todos, desde luego. Generalizar es siempre incurrir en una falacia, estamos de acuerdo. Pero como estamos de acuerdo en eso también debemos converger en que, si hallamos un 10% de asambleístas que no sean blandengues, eso es bastante. Acaso exagerado.
La excepción confirma la regla, dice el refrán. Así, y más allá de cualquier disquisición, la idea general es que ustedes, blandengues de mi país, han dado un nuevo espectáculo que enrojecería a cualquier persona con un mínimo de estima y consideración por el pueblo que los eligió.
Como ese no es el caso de ustedes, almas inertes al examen ciudadano, han procedido en la forma que todos conocemos.
Tan miserable ha sido su actuación que el juicio político por sí mismo ha sido eclipsado hasta segundo aviso y la discusión sobre las posibilidades de salida anticipada del Presidente también.
Ahora lo que nos conmociona es ver a un grupo de asambleístas que, luego de aprobar el informe de la referencia, ha decidido dar marcha atrás en su visión respecto al tema.
Enmendar es valioso, se podrá decir. Cuestionarse a sí mismo también. Uno y otro ejercicio hablan de la altura ética y la capacidad de conocerse de las personas, desde luego.
Pero esa valoración es correcta cuando quien rectifica lo hace por un ejercicio reflexivo, transparente, sanador. No es el caso.
Acá, quienes ahora se desmarcan de lo que aprobaron hace pocos días, no lo hacen como resultado de la expiación de las debilidades del espíritu. Lo hacen por blandengues. Lo hacen por la carencia de referentes de pulcritud en sus vidas.
Ojalá asumieran esa actitud por ignorancia, porque la ignorancia no es delito y es parte de la naturaleza.
Pero no, aquí no hay ni ignorancia ni recogimiento intelectual. Acá lo que hay es un grupo de individuos que tratan de manipular la vida política del país a su conveniencia y al son de lo que se ofrece y por cuánto tiempo.
Qué pesa más en la balanza del día a día. Ahí está la lógica que sigue esta gavilla de blandengues.
Ahora voy por el Presidente, mañana me retracto, aunque no tanto. Siempre hay que dejar abierta la posibilidad de seguir manipulando a unos y a otros, a todos por igual.
Ante la arremetida ciudadana por su actitud miserable, algunos optan por dar razones y otros prefieren la complicidad del silencio. En unos casos y otros se revelan ante el país como lo que son: gente de baja estatura moral.
Ahora son oposición y mañana reculan. Siempre incapaces de mantener una posición clara, firme, sustentada.
Sus patrañas, las de ustedes, blandengues de la Asamblea Nacional, han conseguido girar el debate de la procedencia del juicio político al examen de sus limitaciones éticas.
Algo bueno ha surgido de sus actitudes aunque, desde luego, ustedes ni siquiera se lo imaginaban. Una externalidad positiva, dirían los economistas.
Tan vil es el comportamiento que tienen, blandengues, que ya no se trata de ser opositor al Gobierno o asumirse como oficialista. Tampoco es el punto de discusión si Lasso continúa o no.
Ahora lo que ustedes dejan para el debate es cuán bajo ha caído la vida política del país y en manos de quiénes se hallan las grandes decisiones. Tristemente, cada vez lo público se sume más entre gente como ustedes, blandengues de la peor calaña.