Con Criterio Liberal
La Bienal de arte que no tiene ni arte ni interés
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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Completamente inadvertida, a juzgar por el número de posteos o de noticias que ha generado, se termina el próximo 28 de febrero la decimoquinta Bienal de Arte de Cuenca.
Han hecho una página web mediocre (uno esperaría, al menos, algo de gusto estético de quienes se dedican al arte), y que, básicamente, es un manifiesto político de la curadora española Blanca De la Torre.
Con mucha jeringonza nos intenta convencer de que hay que concienciarse por la tierra con el "bioceno" (término vacío en este contexto), "ecofeminismo" y "cambiar el verde por azul" (un slogan que solo como campaña de publicidad de un refresco para un público infantil sería aceptable); pues según dice en otro texto: "la pandemia no surge como un elemento aleatorio sino como síntoma del daño de la naturaleza".
Lo llamativo es la ausencia total de preocupaciones artísticas en esta bienal, supuestamente de arte. En todo el manifiesto, así como en toda la web, se habla mucho de "ecologismo" y tienen 10 mantras (sic), pero absolutamente ninguno habla de arte, estética, trascendencia o belleza.
No parece haber obras en las que prime lo bello en sí; tampoco obras que demuestren un primor técnico, una maestría en su elaboración. Pero es que, a pesar de toda la retórica sobre "la sociedad" y la crítica a la sociedad, tampoco hay público, apenas unos cuantos ciudadanos despistados y colegiales obligados a tragarse el sermón.
Viendo la repercusión en redes sociales, que ha sido prácticamente nula, parece que a nadie le ha interesado esta bienal más allá de a los propios artistas e interesados "del mundo del arte" (y ni siquiera estos han hecho ni una reseña).
Les interesa a los ganadores, que se han llevado USD 20.000 cada uno. Les interesa a los organizadores, que son más de 11 personas que han estado trabajando durante dos años; les interesa a los artistas que han viajado hasta Cuenca desde distintas partes del mundo para la inauguración (y a la farra correspondiente, supongo).
Es muy curioso que los artistas sí hayan viajado, pues la principal preocupación de la bienal era ser neutra en las emisiones de carbono (no un concepto artístico), tanto que la curadora presume de que solo han traído dos piezas desde el extranjero.
Gracias al excelente trabajo del periodista Leonardo G. Ponce sabemos que la Bienal de Cuenca le ha costado más de USD 1 millón a los pagadores de impuestos, ¿es este el mejor uso que se puede hacer del dinero de los ecuatorianos (y entre los patrocinadores está la Cooperación española)?
Es muy cuestionable en un país que tiene a un tercio de sus ciudadanos en la pobreza, y cuyo su acervo cultural no está propiamente resguardado.
Hace mucho tiempo que el arte contemporáneo se ha convertido en una parodia, en una farsa, que se denuncia su ausencia de criterios estéticos, artísticos y hasta éticos.
A los ciudadanos ya solo les interesa el arte contemporáneo cuando se habla de sus escándalos para reírse por ridículos, o de las cifras que pagan por sus obras para sorprenderse.
El arte contemporáneo se ha convertido, en gran parte, en una horrible y obscena propaganda política de la ultraizquierda, como cuando se exalta con el dinero de los quiteños a quienes paralizaron, incendiaron y violentaron su ciudad.
Yo aún tengo la esperanza de que haya un arte contemporáneo que interpele y dialogue con nuestro tiempo, un arte que ayude a entender nuestra realidad (más allá de la incultura de sus artistas), que contribuya a crear algo bello (sí, la belleza me sigue pareciendo un elemento fundamental en el arte), que enaltezca, que hable de trascendencia o exalte. Un arte digno de ese nombre y tradición.
Algo que sea más que una mamarrachada subvencionada, snob y aburrida que hace el ridículo de sentirse "revolucionarios" o "vanguardistas" con sus homilías ecologistas tan consabidas.