Contrapunto
Bolívar y San Martín juntos no cabían en el Perú
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Rencores, pasiones, pero también elogios marcaron el corto y único encuentro entre Simón Bolívar -el Libertador de América- y el general José de San Martín -el Protector de Perú- en la ciudad portuaria de Guayaquil.
Los historiadores registraron la reunión de los dos líderes militares entre el 26 y el 27 de julio de 1822, casi dos años después de que la ciudad, bajo la dirección de José Joaquín de Olmedo, declarara su independencia de España.
Las interpretaciones de ese encuentro fueron variadas, algunas cargadas de heroísmo, otras no tanto; mas nadie ha negado que entre las decenas de batallas y anécdotas de todo el proceso revolucionario el encuentro fue uno de los más significativos.
Una nueva biografía, publicada en inglés en 2019 y en español en 2020 por Marie Arana, bajo el sello editorial Penguin Random House, agrega algunos elementos novedosos sobre el encuentro que no estuvo alejado del drama.
"Es claro que Bolívar y yo no cabemos los dos en el Perú", fueron las palabras de San Martín a bordo del barco poco después de abandonar Guayaquil tras la reunión en la que no consiguió ninguno de los propósitos más importantes que el argentino pretendía.
El primero o uno de ellos (no se señala un orden de prelación) era anexar Guayaquil al Perú; el otro, que Bolívar acepte hacerse cargo de terminar el proceso de independencia de ese país en el que la presencia realista era todavía fuerte.
Algunos autores consideran que una de las "jugadas maestras" del Libertador fue adelantarse varios días al encuentro con su homólogo para asegurarse que Guayaquil se integre a Colombia.
Con abundantes fuentes primarias y secundarias y numerosas biografías, Marie Arana, peruana-estadounidense y periodista del Washington Post, revela primero un tono de decepción de San Martín y uno eufórico de Bolívar tras la reunión.
Poco antes, al llegar a la isla Puná y apenas el barco 'La Macedonia' había soltado el ancla, San Martín fue informado de que Bolívar había adelantado su arribo a Guayaquil y de que la ciudad ya era colombiana. "Estupefacto", escribe Arana, el Protector se negó a desembarcar.
Mediante una carta, Bolívar convenció a San Martín de que descendiera de la nave para "no dejar burlada el ansia que tengo de estrechar (la mano) en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de mi patria".
Podemos imaginar, ensaya la biógrafa, la consternación de San Martín: la perspectiva de poner pie en un suelo que le había sido arrebatado de manera tan abrupta. "Era una infamia adicional en una larga lista de humillaciones y el orgulloso argentino estaba herido en el alma", según escribe.
El hasta entonces libertador de Argentina y Chile estaba convencido de que los estrechos lazos comerciales entre Lima y la codiciada ciudad de Guayaquil lo hacían por naturaleza peruano y, por tanto, bajo su jurisdicción, anota la historiadora.
Coincide con otros escritores al señalar que las reuniones fueron a puertas cerradas, sin secretarios ni testigos y que "los detalles de sus discusiones han permanecido envueltos en el misterio y la controversia durante casi dos siglos".
No obstante, sí fueron públicas las palabras que expresó San Martín ya de regreso: "el general Bolívar nos ha ganado por la mano". El venezolano le pareció "superficial, inconsecuente, de una vanidad pueril".
Tras el encuentro, Bolívar informaría al vicepresidente Francisco de Paula Santander que San Martín tenía sus ideas correctas e interesantes, "pero no me parece tan ingenioso como para llegar a lo sublime".
Mucho más tarde y lejos de América, San Martín superaría el rencor acumulado por causa de Simón Bolívar.
"Mis éxitos en la guerra de la Independencia son sin duda triviales comparados con los que ese general (Bolívar) contribuyó a la causa americana".
El argentino -describe la historiadora- era reservado, distante, impaciente con los aduladores, intolerante con la frivolidad y el derroche; Bolívar, cuando fue a Perú, asistía a fiestas, disfrutaba de las corridas de toros: parecía la antítesis del hosco San Martín.