El Implacable VAR
Berlusconi es el referente de los políticos disfrazados de dirigentes
Periodista, comunicador, escritor y docente. Comenta y escribe de fútbol desde hace 25 años.
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El deporte es uno de los trampolines más recurrentes para dar el salto a la política. Pero pocos como el italiano Silvio Berlusconi, que acaba de fallecer a los 81 años, lograron que ese salto fuese tan suntuoso y, además, tan impactante.
Berlusconi ya era millonario y dueño de medios de comunicación cuando decidió convertirse en dirigente principal del AC Milan. Tenía tanto dinero que hubiera podido comprar la plaza de San Pedro con todo y Papa, pero pocos lo conocían por fuera del mundo empresarial. Así que se lanzó con los bríos de un corcel desbocado para hacerse popular por medio del fútbol.
Lo logró, claro. El AC Milan se convirtió en el equipo más poderoso de Italia y de Europa. Se transformó en la base de la selección italiana. Ya no había espacio en las vitrinas para tanto trofeo. Y los medios, sus medios especialmente, vendieron muy bien la noticia de que Berlusconi era el artífice de esos éxitos.
Pero también se vendió otro relato, el que de verdad le importaba: Berlusconi podía replicar sus éxitos empresariales y deportivos en todos los ámbitos de Italia si llegaba a ser Primer Ministro. Los votantes cayeron en la trampa, y no solo una vez, sino cuatro veces.
No importaron los escándalos sexuales, las enormes metidas de pata, los gestos racistas y misóginos, las denuncias de sus vínculos con la mafia y los frecuentes juicios. Berlusconi siempre sacó provecho de su halo de triunfador deportivo, que en realidad no era otra cosa que una extraordinaria capacidad para no desatender ningún detalle del proyecto.
Muchos dirigentes de América Latina, y también de Ecuador, tomaron a Berlusconi como el máximo referente. Algunos, mientras se miraban al espejo y se anudaban la corbata, soñaban con estar a la altura del italiano. Los más osados se convencían de que tenían la energía, el glamur, la simpatía (que en Berlusconi a veces era payasería) y los arrestos para gobernar.
No fue así. Como Il Cavaliere no hubo ni habrá otro. Pero, por culpa de Berlusconi, gran parte de los dirigentes todavía manejan sus equipos con un ojo puesto en la política. Otros creen que los hinchas felices se convertirán en sus votantes agradecidos. En realidad, siempre fueron políticos disfrazados de dirigentes. ¡Dios nos libre de los hijos de Berlusconi que nos piden el voto!