Lo invisible de las ciudades
El Beaterio: Una Nueva Carolina
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Hay que admitir que los espacios verdes de Quito son los mejor concebidos y manejados, a escala nacional. Sin embargo, si miramos el mismo escenario bajo la lupa de las normas internacionales, aún estamos en deuda; una deuda que debe ser pagada con estrategias de gestión, desarrollo de nuevos espacios verdes y una depuración de los números (las áreas del bosque protector del Pichincha no deben ser consideradas como área verde urbana).
Hay dos tipos de parques en esta ciudad: de borde, y de centro:
- Los parques de borde son aquellos que se ubican a los costados altos del valle de Quito. El Itchimbía, y el Metropolitano son buenos ejemplos. A estos parques se va principalmente a actividades recreativas o a eventos culturales.
- Los parques de centro son los insertados en medio del valle, y por ende, de la ciudad. El Bicentenario y La Carolina calzan en esta categoría. Además de contar con las actividades de los parques de borde, también tienen actividades comerciales itinerantes, producto del recorrido circunstancial de los peatones. Dicho de otra forma, quienes cruzan estos parques para cortar distancias, terminan comprando algo al paso.
De todos los parques de centro, el que mejor funciona sigue siendo La Carolina. El Bicentenario no tiene la permeabilidad peatonal que requiere su escala.
En contraparte, El Ejido y La Alameda tienen un tamaño menor, que los vuelve más dependientes de las condiciones en sus inmediaciones.
Llama la atención el desequilibrio de áreas verdes y recreativas entre el norte y sur de la capital.
En la zona sur no hay ningún parque que compita con La Carolina en escala o relevancia. Los únicos parques insertados en dicho sector son Las Cuadras y el parque lineal del Machángara. Quizá ya sea tiempo de comenzar a pensar en una verdadera descentralización de Quito, y qué mejor manera de lograrlo, que desarrollando nuevos espacios verdes a gran escala, donde más se los necesita.
Por eso les propongo soñar con convertir las instalaciones abandonadas de El Beaterio en un parque.
Su extensión lo convertiría en un parque de similares condiciones a La Carolina; incluso ligeramente mayor. La presencia de un parque en ese sector podría dinamizar el desarrollo de proyectos inmobiliarios en esa zona, y podría aliviar a mediano y largo plazo la saturación que soporta el hipercentro en la actualidad.
Es cierto que esto no sería cuestión de soplar y hacer botellas. Por su uso como un centro de manejo y distribución de hidrocarburos, es muy probable que la calidad de suelos de El Beaterio sea deficiente y hasta peligrosa. Pero ahí es cuando realmente las empresas inmobiliarias entrarían en escena.
Actualmente, las constructoras e inmobiliarias pueden incrementar los volúmenes de construcción en sus proyectos, si demuestran que en ellos realizan proyectos que mitiguen el impacto ambiental de los mismos. Dichas medidas suelen ser flojas; como el aprovechamiento de aguas grises, o la cesión de áreas en planta baja al espacio público, y pequeñeces similares. Pero, ¿qué tal si a las empresas que realizaran trabajos de descontaminación en El Beaterio, un esfuerzo que sería realmente beneficioso para el sector y la ciudad, se les recompensara con más holguras para el desarrollo de proyectos en terrenos aledaños?
Hace tiempos que el sur de Quito ya no es un sector exclusivamente obrero. En él se han desarrollado nuevas y emergentes fortunas; las cuales empujan las dinámicas económicas de la ciudad.
El sur no tardará en desarrollar un sentido de pertenencia, que le haga querer tener sus propios espacios, y no depender de un hipercentro que se deteriora cada vez más, como consecuencia de su saturación.
Qué mejor que lograr dicha pertenencia en el sur, generando un parque digno de estos nuevos tiempos, con departamentos y oficinas a su alrededor.