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Atahualpa: ¿Héroe o víctima?
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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El inca Atahualpa es un ícono de la cultura nacional ecuatoriana.
Sabemos que fue hijo del inca Huayna Cápac y de una princesa indígena de estas tierras; que nació en Caranqui; que gobernó el norte del Tahuantinsuyo; que enfrentó a su medio hermano Huáscar; que lo venció y fue declarado sapa inca o gobernante de todo el imperio; que fue apresado a traición por los conquistadores españoles y que lo ejecutaron.
Se lo considera un héroe nacional, porque enfrentó y venció a los peruanos, porque representaba al mítico 'Reyno de Quito' y a la nación ecuatoriana.
Ha sido visto como una figura de la resistencia indígena y de la resistencia popular contra la oligarquía y el imperialismo. Pero, ¿fue un héroe o una víctima?
Atahualpa no fue hijo de una princesa cuzqueña, sino de una 'quilago' o mujer principal de la comarca de Quito. Eso dicen la mayoría de los cronistas.
Su nombre, según Espinoza Soriano, habría sido 'Cara Inga Yupanqui', con referencia a su lugar de nacimiento, como era costumbre inca, a su condición de príncipe y a la panaca Yupanqui de los soberanos cuzqueños.
Adoptó el nombre de Atahualpa, como lo escribimos ahora, Atahuallpa o Atabaliba, como escribieron los cronistas, o 'Atau Huallpa', como habrá sonado en su tiempo.
Fue un notable estadista y estratega. Logró movilizar a los descontentos frente al predominio cuzqueño que pugnaban por cambios. Condujo una guerra exitosa y "realizó aquella hazaña imposible de apoderarse del Tahuantinsuyo todo entero", como dice Andrade Reimers.
Con ello su figura se engrandece, pero su actitud frente a su captura echa sombras sobre su personalidad.
Fue a recibir en Cajamarca a los conquistadores españoles el 16 de noviembre de 1532. Entró en la plaza con boato imperial, pero fue apresado a traición por Pizarro y sus hombres.
Un pequeño grupo de españoles lo mantuvo cautivo sin que sus miles de soldados reaccionaran.
Siguió su vida de esplendor, con servidores y concubinas. Hasta aprendió a hablar castellano. Tuvo contacto con quienes le apoyaban y hasta pudo, según algunos, ordenar la muerte de Huáscar.
Sin embargo, no parece que hizo nada para que su inmenso ejército lo liberara de sus escasos captores. Quizá temía a los pueblos indígenas que había vencido y colaboraron con los españoles en la Conquista.
Prefirió negociar su libertad por un fabuloso rescate. Pizarro y los suyos se lo repartieron y, luego de una farsa de juicio, lo mataron. Aceptó su sentencia, se dejó bautizar y murió sin resistir a los invasores.
Una actitud incomprensible. La debilidad y la indecisión fueron determinantes de su destino y el del imperio.
Atahualpa fue una víctima de la Conquista, que poco antes se había consagrado como un gran héroe al ganar la guerra que reunificó el Imperio Inca.
Es una de las grandes figuras de nuestra historia y un referente de la construcción nacional del país, más allá de sus debilidades, de los mitos y el patrioterismo, del desconocimiento de nuestra historia y de lo que no podemos entender de ella.