El Chef de la Política
Elegir asambleístas en segunda vuelta: una alternativa ante tanta dispersión
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
Actualizada:
En los países presidencialistas, como Ecuador, la presencia de un excesivo número efectivo de organizaciones partidistas (seis, siete, ocho partidos) en la legislatura acarrea una serie de problemas políticos. Uno de ellos, quizás el más importante, es que se reducen las posibilidades de conseguir alianzas que permanezcan en el tiempo. Como consecuencia de ello, la gobernabilidad al interior del legislativo se ve afectada y la relación de este poder del Estado frente al Ejecutivo también podría menoscabarse.
La idea central es que, a mayor número de organizaciones políticas en la legislatura, la inversión de tiempo y otros recursos (los denominados costos de transacción) para conseguir acuerdos irán en aumento.
La relación planteada se observa de forma más clara si al excesivo número de partidos políticos representados en la legislatura agregamos que sus posiciones ideológicas sean distantes. Por tanto, si hay muchos partidos en la legislatura y allí están desde los extremistas de izquierda hasta los de derecha, pasando por socialdemócratas, democristianos, centro-derecha y otros, los acuerdos se tornarán más complicados de alcanzar.
En definitiva, muchos partidos y con diversidad de posiciones ideológicas sería la fórmula ideal para que la legislatura tenga desempeños deficientes, por decir lo menos. Eso pasa ahora mismo en Ecuador. Hay que anotar, no obstante, que las dificultades para alcanzar coaliciones legislativas entre varias organizaciones partidistas podrían reducirse si, a pesar de este hecho, sus posiciones ideológicas son relativamente cercanas.
Ante el problema enunciado, una opción es realizar las elecciones legislativas durante la segunda vuelta de la contienda presidencial.
El razonamiento sería el siguiente. Dado que hay solo dos opciones de alcanzar la presidencia, el electorado tendería a votar por la lista de legisladores de una de ellas de cara a reducir los peligros de que el nuevo Jefe de Estado llegue al poder sin una bancada que apoye su proyecto político. Así, la conformación de la legislatura tendría dos fuerzas políticas importantes, la del nuevo presidente y la de su oponente perdedor y, eventualmente, alguna representación menor de una o dos organizaciones partidistas adicionales. Con cuatro partidos en la arena legislativa, las opciones de alcanzar acuerdos duraderos podrían mejorar considerablemente.
Aunque suena consistente, ese razonamiento deja de lado otro posible escenario, no menos coherente. Este es el caso en el que el elector no se siente representado por ninguno de los dos candidatos que alcanzan la segunda vuelta y, por tanto, vuelca su voto hacia la oferta legislativa de las otras agrupaciones políticas, entre las que probablemente se encontrará aquella que patrocinaba al presidenciable por el que votó en la primera vuelta presidencial. Como consecuencia de ello, se mantendría tanto la presencia de varias organizaciones políticas en la legislatura como los problemas de gobernabilidad que he señalado.
A pesar de todo, se podría especular que aun en este segundo escenario la dispersión de opciones representadas en la legislatura descendería respecto a lo que sucede actualmente en Ecuador. Ahí hay una conjetura y nada más que eso.
Adicionalmente, hay que decir que, si no hay segunda vuelta electoral, las elecciones legislativas se darían de forma autónoma y con una mayor probabilidad de que el presidente ya electo alcance una mayoría que permita viabilizar su gobierno.
***
En definitiva, realizar las elecciones de asambleístas en la segunda vuelta presidencial podría ayudar a reducir el número de organizaciones políticas en la legislatura y así intentar alcanzar acuerdos de mayor tiempo y calidad.
No obstante, una reforma en ese sentido no garantiza que se verifique el resultado deseado. Dado que la oferta electoral aún será elevada, quizás la actual dispersión de la Asamblea Nacional, bajo una reforma de este tipo, se mantenga sin mayores cambios.
En todo caso, si la reforma de fondo, la de poner reglas claras a la vigencia de las organizaciones políticas, no pasa de ser un deseo con mínimas posibilidades de materializarse, quizás colocar las elecciones legislativas en la segunda vuelta presidencial pueda ayudar en algo a la gobernabilidad del país.
Del lobo, un pelo, dice el refrán.