El Chef de la Política
Las distintas faunas legislativas
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Como injusto es homogeneizar a esas faunas, injusto sería también no describir sus diferencias. Por ello, en un ejercicio de clasificación intuitivo (heurístico le llaman los científicos), acá se proponen algunos tipos de legisladores.
La tipología (término extravagante que no quiere decir otra cosa que clasificar a algo o a alguien) que se ofrece no considera la organización electoral de la que provienen estos seres sino dos elementos esenciales:
1. En qué medida sus apetitos personales se vinculan con actos de corrupción.
2. Y en qué medida estas personas ignoran cuestiones elementales relacionadas con el cumplimiento de las funciones que desempeñan como asambleístas.
Jugando con estas dos características (a las que se denominan variables), se pueden establecer cuatro grupos de especies:
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Delincuentes de medio pelo
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Este primer grupo está integrado por los asambleístas que están en ese espacio para beneficiarse económicamente y que, al mismo tiempo, no tienen la más pálida idea de lo que significa legislar y fiscalizar. En su intención de llenarse los bolsillos ofrecen su voto de forma burda y sin discriminar entre quien se encuentra al frente. Igual conversan con el Gobierno como con la oposición. Sin embargo, este tipo de carroñero (entendido como persona ruin y despreciable) no suele ser muy efectivo para cumplir sus objetivos. Como es un asambleísta de pocas luces, torpe y sin mayor conocimiento de la vida política, suele venderse a cambio de muy poco o entra en acuerdos obscuros en los que termina casi siempre afectado políticamente o haciendo el ridículo ante el país. Lo más preocupante es que se dice que en este grupo estaría la mayoría de seres que pululan por la Asamblea Nacional.
- 2
Delincuentes de cuello blanco
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El segundo grupo lo conforman quienes son igual de corruptos que los del segmento anterior pero que conocen bien como se deben hacer las cosas para que todo quede en la impunidad. Acá están los que han aprendido a robar bien, como dijo una célebre asambleísta. No son ignorantes, pues conocen bien de la labor legislativa y como consecuencia de ello se posicionan para sacar provecho de un proyecto de ley específico o juegan sus cartas adecuadamente cuando de la fiscalización se trata. Con títulos académicos y buena experiencia previa, estos son quienes dirigen la Asamblea Nacional y tienen bajo su dominio al grupo de delincuentes de medio pelo que no hacen sino obedecer sus disposiciones. Son pocos pero muy decisivos.
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Tontos útiles
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En el tercer segmento están los que llegan a la Asamblea Nacional con intereses legítimos y deseo de aportar al país, pero que desconocen cuál es el rol de un legislador. Dicho de otro modo, no son corruptos como las especies que integran los dos grupos anteriores pero su ignorancia es de antología. Quieren hacer bien las cosas aunque no saben de qué forma. En términos simples, aquí están los famosos torpes pero bien intencionados. No son tantos como los delincuentes de medio pelo, pero quizás algo más que los delincuentes de cuello blanco. Por su composición biológica, no provocan molestia entre la opinión pública sino la más diáfana ternura.
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Prototipos
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Y en el cuarto y último grupo están los que buscan aportar al país y, al mismo tiempo, conocen de la técnica legislativa y encausan de forma adecuada los procesos de fiscalización. Este tipo de asambleísta es respetado ante la opinión pública por su recto proceder y además porque tiene capacidades para enriquecer el debate en diferentes temas. Sin embargo, su gran desventaja es que genera repudio entre los dos grupos de delincuentes. Los de medio pelo los detestan tanto porque no pueden entender sus argumentos y eso reafirma su ignorancia como porque suelen "obstruir" el curso natural de la corrupción. Los otros, los de cuello blanco, los miran con desdén porque los consideran mentes desperdiciadas. Con esas capacidades, cuánto billete habrías hecho, gil. Por ahí va el razonamiento. Este grupo está en inminente peligro de extinción, al punto que difícilmente llegan al 10% del total de la Asamblea Nacional.
Si esta tipología describe medianamente bien la realidad de la Asamblea Nacional, el país se encuentra frente a un problema estructural.
En ese caso, las salidas no tienen que ver prioritariamente con el cambio de legisladores sino con cuestiones más profundas, como es la reforma al Código de la Democracia.
No obstante, mientras los delincuentes de cuello blanco toman los debidos recaudos para que esos cambios no sucedan en el corto plazo, sus colegas, los delincuentes de medio pelo, no dejarán desaprovechar ninguna oportunidad para ganarse unas monedas (a veces muchas).
En ese entramado escénico, los tontos útiles no terminan de entender qué sucede mientras los prototipos prefieren, de a poco, retirarse de un espacio tan desprestigiado que solo les genera repugnancia e impotencia.