Argentina, entre el cielo y el infierno; Ecuador, en el purgatorio
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Así vive Argentina, entre el cielo del fútbol y el infierno de la política, ese lodazal de corrupción, populismo desenfrenado, gente desesperada y hasta nostálgicos de la dictadura militar.
Porque resulta que mientras peor le va el país, mejor le va a su selección de fútbol, que es campeona del mundo, tiene al mejor jugador y viene haciendo unas eliminatorias perfectas, muy por encima de Brasil.
Pero la política es otro cantar y en las elecciones de mañana deberán escoger entre tres personajes deplorables: Patricia Bullrich, del equipo de Macri, el millonario que resultó tan inepto como Guillermo Lasso en Ecuador; el camaleón y cínico Sergio Massa, hoy ministro kirchnerista de Economía que ha llevado la inflación al 140 por ciento y mantiene a su electorado a punta de rebajar impuestos y regalar billetes sin respaldo; y Javier Milei, que podría ganar en primera vuelta o barrer en el balotaje.
Es ya un lugar común decir que el fenómeno Milei es producto del desastre del kirchnerismo y el macrismo. Y que encarna el rechazo de la mayoría a todo lo que huela a establishment. O sea, todo.
Además, este showman de pelo alborotado que se vende como un león y lanza frases incendiarias no es tan loco como lo pintan: fue un fugaz arquero de fútbol en su juventud, tuvo una banda de rock y ha escrito varios libros de análisis económico.
Pero todo eso no sirvió para hacerlo mejor persona pues defiende ideas de ultraderecha y rescata a la dictadura militar, tal como lo hiciera Bolsonaro en Brasil y hoy lo plantea Kast en Chile.
Milei, quien se ha construido un personaje hiriente, delirante, contestario, plantea acabar con el Banco Central y los subsidios, que son desde siempre la base del clientelismo peronista.
Busca también eliminar muchos ministerios y erradicar los privilegios de la "casta", encabezada por la mafia kirchnerista que ha vivido décadas a costa del Estado. Y plantea la dolarización como el único remedio para la hiperinflación, medida que a los ecuatorianos no nos sorprende.
Lo extraordinario no es que un personaje así, que hace primera plana en los periódicos de Occidente, vaya delante, sino que Massa, el candidato de un gobierno desastroso, tenga posibilidades de pasar a la segunda vuelta cuando debería estar preso o fugitivo.
Acá, en Ecuador, se repite la regla argentina de que mientras peor es la crisis, mejor anda la selección. De hecho, el primer equipo que clasificó al Mundial surgió en medio de la terrible crisis del año 2000. Desde entonces, nos hemos ubicado entre las cuatro mejores selecciones.
Hoy, al contrario de lo que acostumbra Guillermo Lasso, el DT Sánchez Bas ha mostrado personalidad y olfato: decidió poner en el arco a Moisés Ramírez y su actuación contra Colombia demostró que tenía razón; como también la tuvo con Kevin Rodríguez.
En cambio, Daniel, el nuevo DT de Carondelet, nos tiene en pindingas pues su orientación política sigue siendo un enigma. Si en la campaña se cuidaba tanto de no cometer errores, en su primer acto como presidente electo, la visita a Carondelet, ¡no se le ocurrió nada mejor que hacerse acompañar de Alberto Dahik!
Para seguir con el símil, es como si Sánchez Bas hubiera asomado con Dusan Dráskovic en la primera rueda de prensa, declarando que será su asesor.
Es peor en realidad pues Dusan dejó un buen recuerdo en la afición, mientras que Dahik es un dinosaurio proveniente de los chanchullos políticos del siglo pasado, con gastos reservados y fuga incluida.
Pero, sobre todo, Dahik es considerado el padre del neoliberalismo criollo y obliga a preguntarnos cuánto de esa tendencia estructura el pensamiento económico del empresario Daniel Noboa, cuyo anunciado ministro de Agricultura es Iván Wong –otro gran exportador bananero– y cuya vicepresidenta Abad se alínea públicamente con Milei.
De este modo, el presidente aún no posesionado da a Leonidas Iza nombres y pretextos para que redacte las consignas de su próximo estallido. Si comete los mismos errores que Lasso, pues obtendrá los mismos resultados.