Una Habitación Propia
Apuntes para un edificio con 'identidad de género'
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
- Que no sea rosado, lilita, melón. Y que no esté decorado con flores, corazones o ninfas flotando en un cielo estelar, por favor. No seamos cursis, que esto es serio.
- Que tenga en todas las plantas baños para mujeres con puertas con picaporte, agua, papel higiénico, jabón, dispensadores de toallas sanitarias y tampones.
- Y que cuente con una guardería a cargo de cuidadores o cuidadoras para que las mujeres puedan conciliar la maternidad con el trabajo.
- Que todas las puertas cierren, que cierren bien, con seguro.
- Que tenga botón de pánico y que a la llamada del botón de pánico la respuesta sea inmediata, que acuda gente especializada en maltrato a la mujer y feminicidios.
- Que haya un espacio, una defensoría, donde poder denunciar maltratos, abusos, ofensas, discriminación y violencia física, sexual, verbal, sicológica. Un espacio, digamos, que permita que las mujeres digan en alto lo que les pasa sin que se las culpabilice, despida, amordace o minimice su denuncia.
- Que en ese edificio exista un/a profesional dedicado a temas de sensibilización contra la violencia que se ejerce contra las mujeres y que sea obligatorio por ley tomar talleres contra el machismo en las instituciones públicas y privadas.
- Que esté bien iluminado y cuente con cámaras de seguridad. A veces esto se pasa por alto, pero a más luz, menos probabilidades de actuar en las sombras, que es como actúan los violadores y asesinos.
- Que exista un gimnasio donde se enseñe defensa personal a las mujeres.
- Que haya carteles bien diseñados y muy esclarecedores sobre por qué el machismo mata, pero que, a la vez (y quizás más importante), exista un protocolo estricto de sanciones y expulsión (tolerancia cero) ante cualquier manifestación de violencia contra la mujer (acoso, maltrato, vejaciones, trato diferenciado, violaciones).
- La arquitectura debe trabajar para mejorar la vida de las personas que habitan los espacios. Un edificio pensado para garantizar la seguridad de las mujeres debe facilitarles vías de escape (con buena señalización), visibilidad completa (evitar puntos ciegos, jardines oscuros, sótanos), puertas y ventanas seguras, timbres y alarmas para llamar la atención en caso de ser víctimas de violencia machista.
- Que los espacios diáfanos y luminosos, que las cámaras de seguridad y los botones de pánico, que la existencia de una defensoría, que la política de tolerancia cero al maltrato, sean las vigas que sostengan el edificio y no la palabrería hueca y la pintura rosada. De otro modo, se seguirán diciendo tonterías en las horas de mayor audiencia para calmar los ánimos de una ciudadanía cada vez más harta, más desdichada y más furibunda: el cóctel que se necesita para sacarnos, otra vez, a las calles.