Contrapunto
El aporte de Neumane a la música más allá del Himno Nacional
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Cuando nos referimos al Himno Nacional del Ecuador la principal referencia será siempre la del autor de la letra, el literato ambateño Juan León Mera; de Antonio Neumane, el creador de la música, que la compuso en una noche, se conoce poco, salvo su origen francés-alemán y que vivió dos décadas en Guayaquil.
Fue el gran compositor del siglo XIX en Ecuador y no solo del himno, escribió partituras para marchas, obras para piano; sin embargo, los registros y copias de la época son inexistentes; algunas partituras se perdieron en uno de los grandes incendios de Guayaquil de 1896.
Sin embargo, algunas obras fueron conservadas. Entre ellas constan un ‘Nocturno para fagot’, una ‘Suite ecuatoriana’ y ‘Perdón’, una pieza orquestal, al igual que ‘Para una dama’.
El Banco Central del Ecuador, que siempre apoyó proyectos culturales reimprimió en 1984 el libro ‘La música ecuatoriana desde su origen hasta 1875’, del musicólogo J. Agustín Guerrero, publicado por primera vez en 1876.
Es uno de los estudios más profundos acerca de los orígenes de la música ecuatoriana; desde el yaraví, música considerada “melancólica”, de origen inca y que básicamente se tocaba con quena o con una flauta aborigen que se construía con caña, hueso o de barro.
Juan Agustín Guerrero (1818-1880) era un compositor, director de orquesta, profesor de piano y fue el primer subdirector del Conservatorio Nacional de Música, que precisamente fue dirigido por Antonio Neumane tras su creación en el gobierno de Gabriel García Moreno (1821-1875).
Vinculado siempre a la actividad cultural y musical, entre varias publicaciones de la época consta su ‘Catecismo musical’ que según la ‘Enciclopedia del Ecuador’ sirvió de guía y texto oficial para la enseñanza musical en un siglo ávido de creación.
Según el gerente general del Banco Central en 1984, Abelardo Pachano, la nueva publicación del libro de Guerrero buscaba rescatar la historia de la música de un país que “dormía dentro de las estanterías de una biblioteca privada”. Se recuperó la música indagando en los archivos privados, eclesiásticos y públicos; fue “un verdadero preludio hacia la historia crítica y social, artística igualmente, de la música del Ecuador”, explicaba Pachano en la presentación del libro.
El texto de Guerrero se remonta a la lira de Orfeo, capaz de domar fieras, conmover a los árboles, mover las rocas y detener el curso de los ríos, tal como señala la mitología griega.
Posteriormente Rossini, Meyerbeer, Donizetti fueron una especie de “espíritus celestes” que habían venido al mundo para vivir en el pensamiento de todos y hacernos oír el lenguaje de los inmortales, se dice en la obra.
El escritor se pregunta si vale más hoy la lanza de Aquiles o la espada de Alejandro que el 'Stabat mater' de Rossini, una composición sagrada llena de piedad y de misticismo; o el fraile Guido d’Arezzo, uno de los más importantes reformadores del sistema de notación musical. Sin el fraile no hubiéramos tenido música en el templo, óperas en el teatro, ni conciertos en los salones y no habríamos conocido el genio relevante de los Bellini, los Donizetti o los Mercadante.
El escritor afirma que, si durante la Colonia las artes fueron poco acatadas, durante los años de República han sido perseguidas por los gobiernos; hasta que el señor García Moreno “comprendiendo lo que valían las tomó a su cargo para dar vuelo al genio y mejorar la condición de los pueblos”.
Antonio Neumane, que había aparecido en Guayaquil dirigiendo una compañía lírica, durante las dos décadas que residió en esa ciudad perfeccionó las bandas militares, preparó discípulos en el piano. Vino a conocer Quito a finales de 1869 y se quedó.
García Moreno, que ya tenía en su mente la idea de fundar colegios de arte comprometió a Neumane con un sueldo de cuatro mil pesos por año y lo puso a dirigir el Conservatorio el 3 de marzo de 1870.
Pero al poco tiempo enfermó y fue asistido por la familia del general Juan José Flores; murió el 3 de marzo de 1871. En la biografía de Guerrero se afirma que Neumane trabajó el himno en una sola noche y que a sus amigos decía:
“Nadie más que yo conozco el carácter de los ecuatorianos, yo que amo tanto a este país soy el llamado para componer el Himno”.
El compositor e investigador musical Mario Godoy Aguirre (Riobamba, 1954) anota que “el 10 de agosto de 1870, en la Plaza de la Independencia de Quito, con la banda de músicos del Batallón N. 2 y el coro de la Compañía Lírica de Pablo Ferretti, bajo la dirección de Neumane se estrenó el Himno Nacional de la República del Ecuador, oficializado muchos años después, en septiembre de 1946”.
El Himno Nacional resonó en medio de una numerosa concurrencia que apreciaba la melodía de Neumane “acompasada de las dulcísimas palabras del poeta Mera: Salve/ oh Patria/ mil veces/ oh Patria”, anota Guerrero. Otro dato interesante de Godoy Aguirre es que el 17 de septiembre de 1842 la compañía lírica de Neumane estrenó en Guayaquil 'El barbero de Sevilla', una ópera bufa en dos actos creada por Gioachino Rossini (1792-1868) y que fuera estrenada en Roma en 1816.